Las funciones ejecutivas con actividades complejas que nos permiten alcanzar las distintas metas que nos planteemos y adaptarnos al entorno. Son habilidades imprescindibles en nuestro día a día.
Pese a la complejidad de estas funciones se utilizan en muchas de las actividades que realizamos durante el día, como por ejemplo escoger cuál es el mejor camino para llegar a nuestro destino, recordar un número que acabamos de consultar, planificar y organizar el orden que seguiremos para hacer las distintas tareas que tenemos pendientes o valorar la mejor solución a los posibles contratiempos que nos puedan surgir.
Vemos como, en una misma tarea o actividad, podemos requerir más de una función. De este modo, será esencial entrenarlas todas para lograr mayor facilidad en su utilización y poder ser más eficaces. Hay distintos modos de entrenarlas: las podemos realizar individualmente, junto a otras personas, o llevar a cabo tareas cognitivas o motoras, e incluso ejercitarlas mientras jugamos y nos divertimos.
En este artículo hablaremos de qué estrategias y técnicas podemos usar para trabajar y mejorar las las funciones ejecutivas, las cuales pueden ser usadas en el contexto educativo, en sesiones de terapia, en asa como estrategias de crianza, etc.
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Qué son las funciones ejecutivas
Las funciones ejecutivas son procesos psicológicos complejos que ponemos en práctica con la intención de llegar a una meta. De este modo, estas funciones nos sirven para poder adaptarnos al entorno y vivir de manera funcional, es decir, poder ejecutar las distintas acciones o tareas que nos permiten alcanzar nuestros objetivos.
Dada la complejidad de estas capacidades, el periodo donde se produce mayor desarrollo es de los 6 a los 8 años, pudiéndose alargar la maduración de algunas de ellas hasta los 25 años.
Existen diferentes tipos de funciones ejecutivas, con distintas finalidades, para adaptarse a los requisitos de cada tarea: la planificación, que consiste en fijar objetivos, el procedimiento para conseguirlos y anticipar consecuencias; la toma de decisiones, seleccionar una acción entre varias; la organización, reunir y estructurar información; la flexibilidad, capacidad para adaptarse al cambio; la monitorización, que es la atención plena en una tarea; y la anticipación, basada en prever resultados y consecuencias.
Otras funciones ejecutivas también útiles son: la inhibición de la respuesta, parar voluntariamente una conducta, autocontrol; la memoria de trabajo verbal y no verbal, almacén temporal para poder trabajar con los datos; el cambio, que permite mover la atención a diferentes variables de un estímulo; la actualización, que consiste en agregar nuevos contenidos a la memoria; y la fluidez, que se basa en producir nueva información a partir de la que tenemos.
Así pues, para alcanzar un mismo objetivo podemos o será necesario utilizar distintas funciones ejecutivas para realizar correctamente la tarea. Vemos cómo algunas de estas funciones están vinculadas y se relacionan una con otra; por ejemplo, la capacidad de monitorización, que hemos visto que consiste en fijar la atención en una tarea para poder modificar nuestra actuación si es necesario, tiene relación con la flexibilidad cognitiva, que nos permite cambiar de pensamiento y adaptarnos a los cambios.
Todas estas funciones son muy útiles y esenciales para nuestro día a día. Permiten hacer planes, tomar decisiones, solucionar problemas, disminuir la impulsividad, aumentar la flexibilidad cognitiva, mantener nuestra atención... En definitiva, efectuar las distintas actividades de manera óptima.
Para mejor comprensión, algunos ejemplos más concretos serían: pensar cuál es el mejor camino para llegar al sitio donde deseo ir, qué transporte es el más adecuado para llegar antes o poder modificar nuestra conducta si vemos que hay vaga de trenes.
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¿Cómo trabajar y desarrollar nuestras funciones ejecutivas?
Las funciones ejecutivas, como sucede con muchas otras capacidades, dependen en parte de factores genéticos del sujeto, lo que quiere decir que cada individuo muestra una predisposición a ser más o menos hábil en este sentido, pero siempre tendremos la posibilidad de trabajarlas.
Dada la importancia que tienen en nuestra vida cotidiana, en la posibilidad de permitirnos adaptarnos a las distintas situaciones que nos encontramos, será fundamental que las entrenemos para conseguir ser todo lo funcionales que podamos.
A continuación veremos algunas tareas que pueden ser útiles para entrenar estas habilidades. Algunas requieren material, otras que se realizan en grupo y con la posibilidad de adaptarse a distintas edades.
1. Laberintos
Esta tarea consiste en encontrar el camino que te permite llegar desde la entrada a la salida, sin encontrar ningún obstáculo. En esta actividad se trabajarán distintas funciones, como la planificación del objetivo que queremos conseguir, la toma de decisiones para ver cuál es el mejor camino, la anticipación para prever posibles obstáculos o la flexibilidad cognitiva que nos dará la posibilidad de cambiar nuestro plan inicial, el camino escogido inicialmente, para lograr así alcanzar la salida.
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2. Encontrar las diferencias entre dibujos
Otra actividad que nos puede ayudar a ejercitar las funciones ejecutivas es buscar las distintas diferencias que hay entre dos dibujos. Esta tarea nos permite monitorizar la atención manteniéndola en un estímulo y fijarla en diferentes partes de los dibujos y de un dibujo a otro. También nos da la posibilidad de practicar la inhibición cognitiva, vinculada a no volver a centrar nuestra atención en detalles del dibujo que ya hemos comprobado y no son diferentes y la organización, si queremos seguir un patrón que nos guíe para buscar las diferencias de manera más ordenada.
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3. Realizar tareas que dependan de una condición
En este caso al sujeto se le plantea una tarea que debe resolver dada una premisa o una restricción. Por ejemplo, debes encontrar la respuesta al problema utilizando un procedimiento en concreto. De este modo, se entrena la planificación, para fijar el objetivo, la memoria de trabajo que nos permite manipular la información que estamos usando en ese momento o la fluidez, que nos permite utilizar el conocimiento que ya tenemos junto con la información que nos dan para así hallar la solución.
4. Repetición de letras y números
La tarea de la repetición de números y letras no tiene mayor misterio que repetir una serie de estímulos (letras o números) para entrenar principalmente la memoria de trabajo.
Podemos realizar algunas modificaciones a la actividad para hacerla un poco más compleja, como pedir que el sujeto repita la secuencia en orden inverso, que la ordene de mayor a menor o viceversa, para ejercitar también la organización o requerir que ordene letras y números a la vez. De esta forma, si le proponemos hacer las distintas alternativas también trabajará la flexibilidad cognitiva, ya que deberá adaptarse a los distintos cambios para poder hacer bien la tarea.
5. Recuerdo de imágenes
Esta es otra técnica útil para entrenar principalmente la memoria de trabajo, pero en este caso la visual, dado que la prueba consistirá en mostrar una imagen que posteriormente deberá ser recordada e identificada. Es importante que no transcurra mucho tiempo, se cree que si dejamos de utilizar la información, la memoria de trabajo tarda entre 10 a 15 segundos en disminuir el recuerdo de esta.
Un modo de hacer más compleja la actividad podría consistir en aumentar la dificultad del dibujo o de los estímulos a recordar. Por ejemplo, plantear la necesidad de recordar tanto el color como el número que muestran cada uno de los círculos que contiene el dibujo.
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6. Reproducción de gestos
Otro modo de entrenar la memoria de trabajo, así como otras funciones cognitivas como la flexibilidad o inhibición, consiste en pedir que las personas reproduzcan gestos. Deben recordar el gesto, tener la capacidad de realizar otros de nuevos e inhibir los que ya habían aprendido.
Podemos hacer más compleja la actividad si requerimos que recuerde y reproduzca una secuencia de acciones.
7. Escritura alterna
Se le pide al sujeto que escriba una serie de palabras pero alternando minúsculas y mayúsculas. Es decir, la actividad consistirá en escribir una palabra en mayúscula y a continuación otra minúscula. De esta manera, estamos trabajando la flexibilidad cognitiva, ya que le permite ir variando la condición de escritura y la inhibición cognitiva, puesto que frena y controla la acción más espontánea que consistiría en seguir con el mismo tipo de letra.
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8. Juegos de mesa
Utilizando juegos de mesa como el dominó, el ajedrez, el parchís, incluso jugando a cartas, estamos también ejercitando las funciones ejecutivas. Por ejemplo, entrenamos la planificación para establecer el objetivo y ver qué actuaciones son más adecuadas para lograrlo; ejercitamos la toma de decisión para escoger la mejor jugada o la organización para decidir cómo la realizaremos y qué secuencia haremos.
Del mismo modo, trabajamos la flexibilidad cognitiva que nos permite cambiar nuestra jugada según los movimientos que realice el adversario o la memoria de trabajo que nos da la posibilidad de conservar y usar, durante unos instantes, la jugada que hizo nuestro adversario.
9. Deportes o juegos motores
Hacer deporte o incluso hacer algunos juegos motores también puede ser útil para mejorar nuestras funciones ejecutivas. Por ejemplo, cuando practicamos deportes de equipo como puede ser el fútbol o el básquet, cada jugador debe planificar la jugada que quiere realizar, tener en cuenta la posición de los miembros de su equipo para ayudarse y la posición de los adversarios.
También será útil plantear distintas opciones y escoger cuál cree que es la mejor alternativa, anticipando las posibles consecuencias que puede generar y siendo flexibles a los diferentes contratiempos que pueden surgir.
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