Las soft skills son una cualidad de los perfiles profesionales que cada vez son más tenidas en cuenta.
Sin embargo, sigue siendo relativamente habitual que personas que llevan años dedicándose al mismo ámbito profesional desconozcan este concepto, sufriendo por ello una desventaja competitiva tanto como candidatos a mejores perspectivas laborales, como líderes de equipos.
En este artículo exploraremos este concepto de “habilidades blandas” y veremos algunos de los hábitos más importantes para potenciarlas.
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¿Qué son las soft skills?
Las soft skills, o “habilidades blandas” son el conjunto de aptitudes personales que tienen un impacto significativo en el contexto laboral a pesar de que no pueden ser reducidas a conocimientos técnicos ni a la ejecución motora de determinados movimientos concretos relacionados con el trabajo a realizar, y que resultan muy útiles en una gran variedad de roles profesionales.
Dicho de otro modo, son las habilidades personales que a pesar de no quedar plasmadas en el currículum, son tan importantes o más que la educación formal y los aprendizajes técnicos que ha recibido una persona con tal de aspirar a ciertos puestos de trabajo.
Así pues, las soft skills son predisposiciones y capacidades de carácter eminentemente psicológico, esto es, vinculadas a la gestión de las emociones, de los pensamientos y de las relaciones personales, y no dependen de la memorización de ciertos contenidos teóricos ni de la fuerza o coordinación motriz de la que dispone una persona. Por ello, a menudo se dice que el ámbito de aplicación de estas “habilidades blandas” va mucho más allá el trabajo, dado que resultan útiles tanto en el contexto profesional como en la vida privada, y si una persona es capaz de aplicarlas en uno también puede hacerlo en el otro.
A su vez, debido a su naturaleza dinámica, flexible y no dependiente de contenidos memorizables, para las empresas resulta muy complicado desarrollar herramientas de evaluación sistemática de las soft skills; es por eso que el método más utilizado para estudiar su presencia o ausencia en los candidatos a un puesto de trabajo o a un ascenso, por ejemplo, es la evaluación personalizada por parte de profesionales con experiencia en los RRHH y/o en el departamento de la organización correspondiente.
Por supuesto, para que esta clase de procesos de evaluación sean eficaces es necesario tener antes una noción de lo que son las habilidades blandas y cuáles son las más relevantes en un contexto determinado, ya que por desgracia, de otro modo la tentación de tener en cuenta únicamente los criterios “objetivos” y cuantificables de manera sencilla será la opción por defecto.
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Hábitos para potenciar las soft skills aplicadas al trabajo
A pesar de que las habilidades blandas no surjan a partir de la educación formal (por ejemplo, de las clases de universidad), eso no significa que no puedan ser aprendidas e interiorizadas. Lo único que ocurre es que en este caso el proceso de aprendizaje estará más adaptado al estilo de vida y a la manera de ser de la persona, al no quedar reducida a apuntes de clase y ejercicios a realizar con un ordenador.
Dado que las soft skills emergen en contextos de trabajo e interacción social reales asociados a la cotidianidad, el modo de entrenarlas también se basa en pasar por determinadas situaciones que tienen que ver con el día a día de los problemas que debemos aprender a solucionar: en este caso, la teoría y la práctica se fusionan y debemos aprender a dominarlas a la vez. Esto puede ser fomentado a través de iniciativas de las empresas como por ejemplo programas de entrenamiento en habilidades sociales, cursos y talleres, etc. Pero no es la única manera: uno mismo también puede poner de su parte para, como individuo, llenar su día a día de situaciones que “fuercen” en nosotros ese aprendizaje y refuerzo de las soft skills.
Por eso, a continuación nos centraremos en esta segunda vía y haremos un breve repaso por hábitos que te pueden ayudar a potenciar las habilidades blandas.
1. Adopta un rol de arbitraje en las discusiones
A muchas personas les cuesta no perder los papeles en las discusiones, algo con repercusiones negativas tanto en el trabajo como en la vida privada. Para evitarlo, es importante aproximarse a los conflictos adoptando la perspectiva de un personaje o “actor” cuya tarea es reconocer el motivo del malestar de ambas partes y buscar puntos en común desde una perspectiva relativamente distancia que permita ver el conjunto. De este modo, el objetivo no será “ganar” o ver cómo “nuestro bando” vence al otro, sino superar una crisis que afecta a un grupo de personas.
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2. Escribe cada día
Parece mentira, pero muchos problemas comunicativos pueden corregirse aprendiendo a escribir bien. El hábito de redactar frases y párrafos de relativa complejidad nos ayuda a estructurar mejor las ideas y proposiciones en nuestra mente, de modo que no solo se nos dé mucho mejor escribir mails y documentos (algo ya de por sí indispensable en muchos puestos de trabajo) sino también hablar de un modo compresible y convincente.
3. Delega y da instrucciones habitualmente
No tienes que asumir que cuantas más tareas y responsabilidades cargues sobre tus espaldas mejor se te dará su trabajo. Muchas veces, perdemos la capacidad de darle mucho valor añadido a nuestro perfil profesional por el simple hecho de no ser capaces de delegar y de entrenar a los demás explicándoles la teoría y la práctica de lo que deben hacer.
Para que se te dé mejor, en tu día a día delega tareas y asegúrate de que la otra persona tendrá toda la información necesaria para realizar esos trabajos casi del mismo modo en el que los realizarías tú. Esto te forzará a no dar por supuesto que todo el mundo sabe lo que tú sabes, algo básico para liderar y para organizar equipos.
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4. Divide todas tus metas en sub-metas
Este principio tan aparentemente sencillo es fundamental para rendir bien, y puede ser aplicado a prácticamente todas las responsabilidades con las que te encuentras en tu día a día. No solo te servirá para tener claro en todo momento qué debes hacer; además, te ayudará a priorizar tareas, lo cual es necesario para tener una perspectiva orientada a la resolución de problema (evitarás caer en las tan habituales dinámicas de centrarse solo en ideas abstractas y desconectadas de lo que de verdad se necesita).
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5. Pregunta yendo más allá de tu rol objetivo
Ganar la capacidad de adaptación requiere ver más allá´de las metas objetivas ligadas a nuestro puesto de trabajo: es importante comprender el porqué de lo que ocurre en la organización. Para ello, aprovecha el potencial de tu curiosidad: haz preguntas a los que saben. De este modo se te dará mejor anticiparte a las necesidades de tu equipo, empresa o departamento.
6. Prepara tu espacio de trabajo
Algo tan sencillo como preparar nuestro escritorio eliminando posibles distracciones hará que hagamos un mejor uso del tiempo del que disponemos para trabajar y que, por otro lado, tengamos más recursos y energía para aprender acerca de lo que pasa a nuestro alrededor.
7. Asegúrate de estar en comunicación constante con tu equipo
Cada vez es más frecuente que el trabajo en equipo esté mezclado con el trabajo individual, gracias a las nuevas plataformas de chat, de videollamada, etc. Por eso, es fundamental que tengas como hábito encender siempre estos canales de comunicación e irlos revisando periódicamente. Este tipo de rutinas te abrirán mucho más a trabajar yendo más allá de tu individualidad.
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