En alguna ocasión, seguramente te habrás fijado que ciertas personas consiguen realizar cosas en apariencia muy difíciles y además en un tiempo récord.
De modo que conocerás alguna persona que trabajando pocas horas al día gana mucho dinero o que obtiene unos resultados académicos invirtiendo poco tiempo en el estudio; o que además de estudiar trabaja con un rendimiento muy superior en comparación a sus compañeros y únicamente dedicando dos o tres horas al estudio (sin incluir fines de semana).
El Principio de Pareto: un truco para comprender el éxito y el fracaso
¿Cómo lo consiguen?, ¿Cuál es el truco? Debes saber una cosa: tú también puedes hacer igual que ellos, ¿de qué forma?, pues aplicando el Principio de Pareto.
El nombre de este método se debe a Vilfredo Pareto, economista y sociólogo del siglo XX. En Italia, por aquel entonces, el 20% de la población acaparaba el 80% del capital económico. Este mismo fenómeno se puede extrapolar, en la actualidad, al resto del mundo, sin embargo la pauta sigue siendo la misma: pocos acaparan mucho mientras la mayoría tiene muy poco.
Un ejemplo para comprender la regla 80/20
Voy a explicaros mi experiencia personal aplicando este sistema. Anteriormente, yo dedicaba una ingente cantidad de tiempo en el trabajo y la única pega no era solamente las horas invertidas, sino además el esfuerzo que suponía. Podría decirse que era el que llegaba primero a la oficina y se marchaba el último, no me quedaba más remedio que dedicar la noche y los fines de semana a trabajar.
A pesar de mi gran esfuerzo diario, no destacaba en cuanto a méritos. El mérito lo obtenían otros que aparentemente trabajaban mucho menos. Esto me producía una frustración enorme, me decía a mí mismo que no estaba esforzándose lo suficiente pero seguidamente aunque me esforzara mucho más, si cabe, ocurría lo mismo, igual que en el mito de Sísifo, este acarreaba una roca hasta la cima de la montaña para que justamente casi al llegar, esta rodará a abajo teniendo que volver a subirla todos los días uno tras otro.
En ese momento me dí cuenta que había algo que no funcionaba. No podía ser que empleando todo ese tiempo y esfuerzo no obtuviera los mismos logros que otros compañeros, aún siendo igual de inteligente. Pensé, hay algo que debo cambiar, y así era, comencé a fijarme en este conjunto de personas. Comencé a fijarme en cómo hacían las cosas y a compararlo con la forma que yo las hacía. Estas personas hacían exclusivamente lo que debían, pero no solo esto, sino que también lo hacían como se debía. Hacían las cosas bien, de forma eficiente.
Sin embargo, yo lo hacía justamente al revés, me excedía en lo que debía hacer y en consecuencia lo que debía hacer no lo hacía como se debe. Por ejemplo, a la hora de realizar un informe, añadía innumerables detalles y lo adornaba de modo que fuese agradable de leer. Noté que este grupo de personas hacían justamente lo contrario, se ceñían a anotar lo estrictamente necesario sin adornos ni florituras de manera que ahorraban esfuerzo y tiempo.
Me gustaría continuar con muchos más ejemplos pero de esta forma no acabaría nunca. No obstante, sí quiero añadir que al aplicar el Principio de Pareto mi situación dio un cambió de 180 grados. De esta manera me introduje en este grupo de privilegiados. El Principio de Pareto no es aplicable en exclusividad al ámbito laboral sino que además sirve en los estudios y en muchos otros ámbitos de nuestra vida.
¿En qué consiste exactamente el Principio de Pareto?
Este principio es conocido también como “principio del factor de parquedad” o la “regla del 80/20”. No es que en todas las ocasiones se aplique la regla del 80/20, en ocasiones puede variar al 90/10 o al 70/30... De todas maneras, nosotros tomaremos la referencia del 80/20.
Esto es: el 20% de lo que empleas genera el 80% de lo que se obtiene y en el sentido inverso, el 80% de lo que inviertes genera únicamente un 20%.
Por ejemplo: con los compañeros de mi vecindario yo jugaba a baloncesto, me lo tomaba muy en serio, quería ser el mejor jugando, me entrenaba muy duro incluso le dedicaba horas extra en solitario. Sin embargo, eran otros los que marcaban canastas y obtenían el éxito. Yo me esforzaba mucho, corría sin parar, robaba balones y hacía pases magistrales, no era mal jugador sino todo lo contrario, se diría que mi nivel iba más allá que el de un equipo de barrio. Pero a pesar de todo, eran otros los que recibían ovaciones y siempre en función de los tantos marcados.
Sucedía que el 80% de lo que hacía al prepararme se relacionaba exclusivamente en la posesión del balón, a la asistencia a los compañeros de equipo y la forma física. ¿Y qué obtenía? pues el 20% del éxito. ¿Por qué? Pues porque no hacía canastas.
La diferencia entre la personalidad gregaria y el líder
¿Cómo lo hacía esa persona o par para liderar el equipo y llevarse los laureles? No corrían demasiado y no se esforzaban al 120% como yo cuando entrenaban. No obstante, hacían canastas y, en definitiva, era la puntuación en el marcador lo que determina la victoria en una competición. No vengo a referirme a ser un egoísta y a acaparar el balón aunque esto suponga dejar escapar una oportunidad de canasta por no querer pasar el balón. Lo que quiero decir es que no me concentraba en aquello que producía los resultados que yo deseaba. Casi siempre pensaba en hacer buenos pases pero no en ser yo el que marcara la canasta, y aunque hacer buenos pases no es algo malo, no conseguía de esa manera lo que yo anhelaba.
Para acabar diré que en las últimas temporadas que jugué, me divertí inmensamente más que en todas las anteriores y además me convertí en el jugador que marcaba más tantos. No porque fuera el mejor de todos sino porque pensaba en hacer canastas y en ello concentraba mi esfuerzo. No es que las encestara todas, pero sí que encestaba un buen número de puntos durante cada partido. No me centraba en correr más que los demás ni en hacer el máximo de pases sino simplemente en buscar buenas posiciones para encestar. Si veía una oportunidad iba a por ella al máximo. Y así, corriendo menos, realizando menos pases y cansándome mucho menos, obtenía mejores resultados.
Ejemplos cotidianos del principio de 80/20
- Usas solo el 20% de las funciones de tu smartphone, el 80% sobrante está pero no lo utilizas.
- Inviertes un 80% en navegar por Internet y obtienes un 20% de la información que te interesa o que desconocías. Solo es útil el 20% de tu tiempo dedicado.
- Únicamente comes dulces antes del entrenamiento porque piensas que es la forma más rápida de ingerir hidratos de carbono y por tanto energía, pero al poco tiempo esta energía se ha esfumado, te sientes cansado y debes volver a ingerir dulces. Según el Principio de Pareto, el 80% de los pastelitos que comes solo te da el 20% de la energía que necesitas (80/20).
- Inviertes el 80% de tu salario en comprar ropa nueva y el 20% de tu armario es lo que utilizas para vestirte.
- Al tomar una cerveza, el 20% de lo que bebes sirve para algo, el 80% restante es desechado por tu cuerpo. Seguramente sería mejor aplicar una proporción del 95/5.
Sacando rendimiento al Principio de Pareto en tus estudios
- Si reuniéndote con el profesor consigues solucionar dudas a la vez que te das a conocer, demostrando así interés por la asignatura... ¿Por qué no vas a hacerlo?
- Si en clase te recomiendan 10 libros de los cuales puedes obtener la información necesaria para obtener la nota máxima en una asignatura, pero sabes que en dos de ellos se halla toda la información para aprobar dicha asignatura, concéntrate únicamente en estos dos y en el caso que te sobre tiempo empléalo en los demás.
- Si dedicas 4 horas a correr y hacer pesas cada semana, y con ello tienes suficiente para mantenerte en forma y sentirte ágil. ¿Por qué no hacerlo en lugar de apuntarte al gimnasio, ir a la piscina y tomar complejos vitamínicos? Hazte la idea de que además del tiempo que dedicas en el gimnasio y a la piscina, estás invirtiendo bastante tiempo en ir y después volver, esto te supone 8 horas a la semana. A esto nos referimos.
- El 80% de la nota de un examen depende de un texto por escrito que debes presentar, y el 20% de la nota resulta de los cuatro libros recomendados en la bibliografía de la asignatura. No centres tus esfuerzos tanto en los libros y dedícate más al documento.
- Si vas a invertir tu dinero en una prenda de vestir que seguramente, por la razón que sea, no vas a utilizar casi nunca, ¿por qué invertir tu dinero de esta forma?
¿Cómo aplicar de forma adecuada esta máxima?
Como hemos podido ver, el Principio de Pareto es algo similar a la ley del mínimo esfuerzo. Nos permite focalizar nuestros esfuerzos en aquello que realmente nos es productivo; nos ayuda a optimizar nuestro tiempo y nuestros recursos.
Allá van tres consejos extra para aplicar correctamente este principio:
- Observa con atención cómo lo hacen los demás para conseguir esos resultados excelentes.
- Observa en tu interior, fíjate en aquello que te proporciona un buen resultado, focaliza tus esfuerzos en este punto y prescinde de todo lo demás.
- ¡Practica! Pon en práctica aquello que a los demás les da resultado y de igual modo haz lo mismo con lo que a ti te funciona.
¡Ahora solo debes esperar a que los resultados lleguen por sí mismos aplicando esta regla del 80/20!