La ketamina es uno de esos ejemplos que muestran hasta qué punto el mundo de los psicofármacos puede ser contraintuitivo. En primer lugar, porque tal y como ocurre con otros productos psicoactivos, esta sustancia es tanto un medicamento como una droga utilizada con fines recreativos, dependiendo del contexto y de su modo de uso. Y en segundo lugar, porque los efectos sedantes y anestésicos que tiene sobre el cuerpo pueden convertirse en parte del tratamiento de personas que sufren una patología caracterizada por la falta de activación del sistema nervioso: la depresión.
Para comprender mejor las características de esta droga utilizada ante trastornos del estado del ánimo, en este artículo haremos un breve resumen acerca de los efectos de la ketamina y el modo en el que puede ser utilizada en pacientes con síntomas de tipo depresivo.
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¿Qué es la ketamina?
Tal y como hemos avanzado, la ketamina es una droga de uso relativamente frecuente en el ámbito de la medicina. Se trata de un producto caracterizado por sus propiedades anestésicas, analgésicas y sedantes, y también porque produce un estado de disociación que produce distorsiones en la manera de percibir la realidad. Además, sus efectos aparecen y desaparecen de manera muy rápida, sobre todo si es administrada por vía intravenosa. Esto, como veremos, es parte de lo que la convierte en un recurso interesante en el tratamiento de trastornos depresivos.
Desde que fue sintetizada en laboratorios para utilizarlo sobre todo como anestesia en el tratamiento de enfermedades y en procedimientos quirúrgicos, la utilización tanto médica como ilegal de esta droga se ha generalizado a nivel internacional. En su formato como droga recreativa, suele ser llamada “special K” o simplemente “keta”, y es utilizada en forma de polvo o líquido por sus efectos disociativos e inductores de alucinaciones, así como por la sensación de relajación que aporta a muy corto plazo.
Ahora bien, como pasa con las drogas con este tipo de propiedades tan potentes, la utilización de la ketamina fuera de las indicaciones médicas conlleva muchos riesgos y tiene un efecto dañino sobre el cuerpo.
Además de facilitar la aparición de una adicción (si bien su potencial adictivo es moderado, algo más bajo que el de otras sustancias consumidas habitualmente en el mundo del ocio nocturno), puede producir alteraciones severas en el sistema renal y en el hígado. En dosis más bajas e incluso tras una sola toma, pueden surgir efectos secundarios como la confusión o desorientación, la euforia, alucinaciones muy intensas que llevan a perder el control de lo que se hace, o incluso amnesia (lo que, junto con el resto de síntomas, han convertido esta sustancia en una de las drogas utilizadas para violar).
Por otro lado, como sus efectos desaparece de manera relativamente rápida, esto facilita que se termine cayendo en una espiral de abuso de sustancias. Además, puede interactuar de un modo indeseado con otros fármacos, sobre todo anestésicos y sedantes. El abuso de ketamina puede producir la muerte si la dosis es muy alta por sus efectos directos sobre el cerebro (el sistema nervioso queda tan inhibido que se detiene la respiración), pero sí que se producen muertes a causa de su impacto en los patrones de comportamiento de quien la consume: accidentes de tráfico, suicidios, ahogamientos en masas de agua, etc.
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¿Por qué la ketamina puede ser útil al tratar la depresión?
Diversas investigaciones han mostrado que la ketamina tiende a mejorar la calidad de vida de las personas que sufren los tipos principales de trastornos del estado de ánimo: la depresión mayor y el trastorno bipolar en su fase depresiva. El mecanismo neurobiológico exacto por el que esto ocurre aún no se conoce bien, pero lo que resulta más interesante sobre la ketamina como psicofármaco para personas deprimidas es que puede producir efectos antidepresivos a muy corto plazo, en cuestión de pocas horas tras la toma de la primera dosis.
Esto es importante, porque la mayoría de antidepresivos tan solo producen un efecto significativo tras varios días de tomas periódicas, e incuso semanas, ya que necesitan que se produzca un cambio acumulativo en el sistema nervioso del paciente. Y esto puede ser un problema ante patologías tan severas como el trastorno bipolar y la depresión mayor, teniendo en cuenta que en muchos casos hay un alto riesgo de intentos de suicidio.
Así pues, mientras que otros fármacos antidepresivos mitigan los síntomas de la depresión tras algunas semanas (en las que además hay que hacer lo posible por lograr que el paciente se implique en el tratamiento y tome el fármaco en las dosis y periodos indicados), la ketamina puede hacer que la persona empiece a sentirse mejor en un periodo que va de 4 a 12 horas tras la toma, y los efectos suelen mantenerse en niveles muy altos unas 24 horas. En muchos casos, además, esta mejoría sigue estando presente tras una semana, aunque con efectos más moderados.
Por otro lado, es muy importante que la utilización de la ketamina se realice siempre siguiendo las indicaciones el médico, y también es fundamental que no se use esta sustancia si no se está aplicando un tratamiento que lo requiera. Como hemos visto, los efectos adversos son una posibilidad real, y también lo es el riesgo de desarrollar una adicción.
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