El concepto inteligencia humana sigue siendo, aún hoy en día, objeto de controversia dentro de la ciencia. Teóricos e investigadores no terminan de ponerse de acuerdo sobre qué es y cómo puede medirse.
No obstante, hay cierto consenso en que la inteligencia se relaciona con la capacidad para buscar y usar en nuestro beneficio la información que necesitamos para poder resolver los problemas a los que nos enfrentamos.
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Curiosidades sobre la inteligencia humana
Veamos ahora cinco cosas que probablemente no sabías sobre la inteligencia humana.
1: Los test no miden la inteligencia en términos absolutos
A lo largo de la historia, se han desarrollado muchos test para medir las habilidades cognitivas inherentes a la inteligencia. Dos de estos instrumentos son el Test de Inteligencia de Weschler, y el Test de Matrices Progresivas de Raven. Ambos tienen la particularidad de que poseen una amplia literatura científica que los respalda y poseen además, una buena correlación entre sí. Esto último significa que ya sea que nos tomen un test o el otro, los dos mostrarán resultados muy similares.
Por el contrario, aquellos test que muchas veces ofrecen las revistas de actualidad o que circulan por Facebook o algunos sitios web para comprobar cuan inteligente somos, no han sido estudiados científicamente, y por lo tanto no tienen ningún valor.
Sin embargo, ningún test sirve para medir nuestra inteligencia en términos absolutos, sino en términos relativos. Esto quiere decir que lo que el resultado muestra es cuan inteligente somos en relación al resto de la población de nuestra misma franja etaria; es decir, nos compara con los demás y nos posiciona dentro de una escala jerárquica.
2: La inteligencia está asociada a la memoria operativa
A principios del siglo 20, el psicólogo inglés Charles Spearman propuso a través de un exhaustivo análisis factorial que la capacidad intelectual de las personas se encuentra sujeta a lo que él llamó factor G de inteligencia.
Según su hipótesis, el factor G representaría un componente básico y específico para la inteligencia general, dependiente de la integridad cerebral y susceptible de ser medido por medio de los test.
Investigaciones más recientes han encontrado asimismo una correlación entre el factor G de Spearman y el índice de memoria operativa.
Se puede definir a la memoria operativa como el conjunto de procesos mentales que nos permiten la manipulación temporal de la información que necesitamos para la correcta realización de tareas cognitivas como la lectura, las habilidades matemáticas e incluso la comprensión del lenguaje. Un ejemplo clásico es cuando vamos al supermercado y decidimos llevar un cálculo mental aproximado de lo que vamos gastando a medida que agregamos productos al carrito de compras.
Es decir, cuanto mayor es la cantidad de ítems o información que una persona puede mantener circulando en su memoria operativa, mayor será su capacidad intelectual. Esto tiene sentido, ya que para poder resolver con eficacia cualquier problema, necesitaremos poder contemplar y manipular mentalmente la mayor cantidad de variables que intervienen en el mismo.
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3. Hay científicos que proponen que la inteligencia no es un concepto unidimensional
Soy consciente de que esta afirmación contradice el punto anterior, pero lo cierto es que la Teoría de las Inteligencias Múltiples, propuesta por el psicólogo Howard Gardner, sostiene básicamente que quien es inteligente en algún sentido, puede ser un completo tonto en otro.
Este investigador defiende la idea de que no existe algo específico llamado “inteligencia”, y que por el contrario, la inteligencia de las personas puede manifestarse de muchas formas diferentes.
Atendiendo a la definición que dimos al principio, alguien que se gana la vida tocando con pericia el piano o jugando al básquet, no puede decirse precisamente que no sea inteligente porque carezca de capacidades matemáticas o no se le dé muy bien la resolución de problemas lógicos.
“Si alguien como Lionel Messi gana millones gracias a su habilidad con la pelota, lo último que podríamos decir de él es que es estúpido”, podría decirnos Gardner sin inmutarse.
Este concepto ha ganado mucha popularidad entre la gente porque propone esencialmente que todos somos potencialmente inteligentes para algo. Sin embargo, hay científicos que lo critican alegando que ciertas cualidades personales no pueden ser consideradas como sinónimo de inteligencia, sino más bien “áreas” de buen desempeño.
Incluso algunos investigadores han llegado a la conclusión de que en la base de las distintas disciplinas que conformas las “inteligencias múltiples” se encuentra el factor G del que hablamos anteriormente, como una especie de cimiento o núcleo duro sobre el cual se construyen las inteligencias múltiples de acuerdo a las diferencias individuales. Es decir, el factor G sería en este caso el común denominador a los distintos tipos de inteligencia que propone Gardner.
4: La inteligencia tiende a ser estable a lo largo del tiempo
Todos sabemos que cuando ejercitamos mucho una habilidad concreta, como jugar ajedrez o resolver crucigramas, eventualmente terminamos convirtiéndonos en expertos en esa destreza en particular. Es cierto que la práctica hace al maestro, pero no hay que confundir el ser muy bueno en alguna disciplina en particular con la inteligencia general.
Por supuesto, la cantidad y calidad de información que vayamos adquiriendo a lo largo de la vida será lo que finalmente configure nuestro bagaje de conocimientos. Pero con independencia de cuanto estudiemos, cuantos idiomas aprendamos, cuantos deportes practiquemos, el factor G de inteligencia tiende a permanecer más o menos inmutable, ya sea que tengamos 20 o 60 años.
Dicho en otros términos, los aprendizajes específicos quedan restringidos a su área de actuación en particular. No se extrapolan ni generalizan.
Es precisamente esta característica la que hace confiable a algunos instrumentos de evaluación de la inteligencia, como los que mencionamos al principio.
5: No existe un gen de la inteligencia
A la fecha no se ha detectado ningún gen que sea enteramente responsable de la inteligencia humana tal cual la conocemos. Y esto tiene sentido, ya que la capacidad intelectual más bien parece ser el resultado de muchos procesos diferentes que interactúan entre sí, los cuales requieren a su vez la involucración de muchísimos genes.
Así como cuando escuchamos una sinfonía no podemos afirmar que la calidad de la música que llega hasta nuestros oídos es el resultado de un instrumento en particular, no tiene sentido pensar que la inteligencia es el resultado de un solo factor.
Tampoco podemos separar la inteligencia de la cultura en la que estamos inmersos. No vivimos aislados en una campana de cristal, sino en un mundo complejo configurado por infinitas variables. Desde que nacemos, o incluso antes, estamos expuestos a un medio ambiente que interactúa y moldea permanentemente nuestra predisposición genética.