El duelo silencioso: un dolor que casi nadie entiende

¿Te has sentido abrumado por una tristeza que parece no tener explicación? ¿Te preguntas por qué, a pesar de tu aparente fortaleza, el dolor sigue presente en tu interior? ¿Has vivido una pérdida o cambio importante y sientes que nadie puede comprender realmente lo que atraviesas? ¿Cuando explicas tu dolor le restan importancia?

Estas preguntas son comunes y revelan la complejidad de un proceso emocional que muchas veces se vive en silencio. En este artículo, encontrarás respuestas y herramientas para comprender y transformar ese sufrimiento interno, a través de un enfoque terapéutico integrador que aborda todas las dimensiones de tu experiencia, comprendiendo, en definitiva, lo que es un proceso de duelo silencioso.

¿Qué es el duelo silencioso?

El duelo silencioso es el proceso de sufrir una pérdida que socialmente no es comprendida, por lo que no se suele poder expresar abiertamente el dolor.

Esto puede ocurrir por diversas razones. En algunas culturas mostrar vulnerabilidad se percibe como debilidad. Muchas personas sienten la necesidad de mantenerse fuertes para sí mismas o para otros. El temor a ser juzgado o a no recibir el apoyo esperado puede llevar a reprimir emociones.

Aunque el dolor no se exprese a simple vista, sus efectos pueden ser profundos. Todas las emociones propias del duelo se mantienen en el interior, provocando un dolor aún más intenso.

Evitar compartir lo que se siente por temor a la incomprensión, lo que puede agravar la sensación de soledad. Puede haber manifestaciones físicas: fatiga, alteraciones en el sueño o cambios en el apetito, ansiedad o ideación suicida, como reflejo de un malestar interno incomprendido.

El papel social

El contexto social influye notablemente en cómo vivimos y expresamos nuestro dolor. Las expectativas culturales y los estigmas sobre la vulnerabilidad pueden llevar a las personas a ocultar su sufrimiento, considerándolo incompatible con la imagen de fortaleza que se espera en determinados entornos.

Asimismo, existen muchos tipos de pérdida que, socialmente, tendemos a infravalorar. Cuando hacemos esto, con el propósito de ayudar a nuestro ser querido, decimos frases como “no es para tanto”, “tranquilo, solo fue…”, “no te preocupes, puedes volver a quedarte embarazada”, “sonríe, si solo erais amigos, no llegasteis a más”, lo que no nos damos cuenta es que lejos da ayudar, lo que hacemos es general más sufrimiento a nuestro ser querido ya que, por una parte, no le estamos mostrando escucha activa y empatía, con lo que se va a sentir incomprendido y, por otra parte, fomentamos que se guarde sus emociones, esas emociones (igual de intensas a las de un duelo socialmente reconocido) que necesita expresar y gestionar.

Reconocer este condicionamiento social es esencial para abrir espacios de comprensión y empatía, donde cada persona se sienta respaldado para expresar su duelo de forma genuina y sin juicios.

Los tipos de duelo silencioso más comunes

Aunque cada experiencia de duelo es única, se pueden identificar algunas situaciones que se presentan frecuentemente:

• Duelo por pérdida de una relación o cambio de vida: rupturas sentimentales, divorcios o la pérdida de una amistad importante pueden llevar a vivir un duelo silencioso, donde el temor a no sentirse entendido impide expresar abiertamente el dolor.
• Duelo anticipado: ocurre cuando el dolor se vive antes de la pérdida definitiva, como en el caso de enfermedades terminales (cáncer, demencias, etc.). Esta anticipación del final puede generar sentimientos intensos de tristeza y ansiedad, que a menudo se mantienen en el interior.
• Duelo por pérdidas no reconocidas socialmente: algunas pérdidas, como la de una mascota o la sensación de haber perdido una parte de la identidad o el futuro soñado, suelen no ser validadas por el entorno.
• Duelo en el ámbito laboral o social: cambios en el entorno profesional o social, como la pérdida de empleo o la transformación de roles, pueden desencadenar un duelo silencioso.
• Duelo por aborto: la interrupción de un proyecto de vida o la confrontación con emociones contradictorias, pueden generar un dolor interno que no siempre se expresa abiertamente. Factores como el estigma social, la polarización de opiniones y la presión por minimizar el sufrimiento, a menudo llevan a reprimir los sentimientos.
• Duelo en personas con discapacidad: las personas con discapacidad también pueden experimentar un duelo silencioso, derivado de pérdidas que van más allá de lo evidente. Estas pérdidas pueden estar relacionadas con cambios en su autonomía, la adaptación a nuevas realidades o incluso la pérdida de relaciones significativas. Además, el estigma social y la falta de accesibilidad a apoyos adecuados pueden intensificar la sensación de aislamiento, haciendo que el dolor se viva de manera aún más interna y silenciosa.

Cómo afrontar un duelo silencioso

Permítete sentir sin juzgarte. El dolor es parte del proceso de duelo. Hablar con alguien de confianza, ya sea un amigo, familiar o profesional, puede marcar la diferencia. Si tu circulo social no te comprende, ¡busca personas que hayan pasado por tu misma pérdida, te comprenderán!

Dedica tiempo a actividades que te reconforten: ejercicio, meditación o aficiones. Un psicólogo sanitario puede ofrecerte herramientas y estrategias para procesar el duelo de manera saludable, especialmente desde un enfoque integrador que aborde todas las dimensiones de tu experiencia.

El proceso terapéutico desde un enfoque integrador combina diversas técnicas y corrientes psicológicas para abordar de manera holística el duelo silencioso. Este enfoque se adapta a las necesidades particulares de cada persona, considerando que el dolor se manifiesta en aspectos emocionales, cognitivos y físicos.

Al integrar estrategias de la terapia cognitivo conductual, la terapia humanista, la terapia sistémica y otros modelos, el psicólogo ayuda a identificar y validar emociones reprimidas, facilitando la construcción de herramientas para procesar la pérdida. Este enfoque promueve un espacio seguro y flexible, donde se fomenta el autoconocimiento, la expresión genuina del dolor y el desarrollo de mecanismos de resiliencia, contribuyendo así a transformar el sufrimiento en un proceso de aceptación y crecimiento personal.