En los últimos años se ha hecho viral la palabra “procrastinar”. Esta hace referencia al acto de dejar para más tarde algo importante, ya sea por pereza o por ansiedad. No es una buena estrategia pues, haciendo que se nos acumulen las cosas, lo único que conseguiremos es tener que hacerlas en el último momento llenos de estrés.
Uno podría pensar que hacer las cosas lo antes posible es lo saludable. Cierto que para muchas cosas es mejor tenerlas listas cuanto antes pero, ¿y si darse prisa nos supone tanto estrés, pérdida de tiempo y de energías como la procrastinación?
Ha llegado la hora de hablar de la otra cara de la moneda, del hermano gemelo de la procrastinación: la precrastinación.
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¿Qué es la precrastinación?
Todo el mundo está familiarizado con la procrastinación, el mal hábito de posponer tareas que sabemos que deberíamos hacer lo antes posible, la tentación de dejar para más tarde algo que sabemos que, de postergarlo más, nos va a suponer más estrés y trabajo a largo plazo. Procrastinar implica sufrimiento y pérdida de productividad con lo que uno pensaría que lo contrario, esto es, hacer las tareas lo antes posible, sería saludable y positivo. Realmente, eso puede ser igual o más pernicioso que la propia procrastinación. Hablamos de la precrastinación.
La precrastinación se da cuando nos esforzamos y damos prisa para tener nuestros quehaceres hechos lo antes posible, antes de lo que es realmente necesario. Esto se traduce en, por ejemplo, contestar a todos los e-mails, incluso los menos importantes, nada más levantarnos por la mañana; sacar la pasta del cazo antes de que esté hecha o retirar la bolsita de té antes de que haya impregnado el agua con su sabor. Precrastinar es hacer las cosas antes de tiempo por el simple deseo de querer tener las cosas hechas antes.
Este término es relativamente nuevo, aunque el fenómeno detrás de él siempre ha existido y seguramente todo el mundo ha precrastinado alguna vez en su vida. La “precrastinación” es una palabra acuñada por el grupo investigador del profesor de psicología David Rosenbaum en un estudio publicado en 2014. De acuerdo a él, la precrastinación se puede definir como la tendencia de hacer las tareas lo antes posible, aun si eso implica tener que hacer más trabajo, perder más tiempo o que se produzca un coste extra que, de haberse esperado un poco, no se hubiera dado.
Rosenbaum, junto con sus colegas Lanyun Gong y Cory Adam Potts pudieron estudiar este fenómeno en una serie de experimentos. En su estudio pidieron a estudiantes que recorrieran un callejón a lo largo de cual encontrarían dos cubos llenos de agua, a diferentes distancias del final. La tarea consistía en recorrer el callejón sin detenerse, cogiendo uno de los dos cubos y dejándolo al llegar al final del recorrido. Tenían total libertad para escoger el cubo de agua que quisieran.
A pesar de dárseles la opción de coger cualquiera de los dos cubos, la tendencia observada fue que la mayoría de los estudiantes prefería coger el primer cubo que encontraban, aún si eso implicaba tener que recorrer una mayor distancia cargados con él y, por lo tanto, un mayor esfuerzo. Cuando se les preguntó por qué habían escogido el primer cubo, la mayoría de los estudiantes respondían: “porque quería terminar la tarea lo antes posible”.
La conclusión a la que llegaron Rosenbaum y compañía era que, tomando el primer cubo, sus sujetos experimentales sentían alivio al tachar mentalmente la tarea de recoger el cubo. A la hora de tomar la decisión de qué cubo coger, la sobrecarga mental que implica tener ese asunto como pendiente sin resolver suponía un obstáculo a la hora de elegir la opción más eficiente, que era la de coger el cubo más cercano a la meta para no ir tanto tiempo cargados. Optaron por trabajar más en vez de trabajar de forma inteligente.
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Ejemplos cotidianos de precrastinación
La precrastinación es un problema más común de lo que mucha gente cree. Es algo que la humanidad ha hecho a lo largo de toda su historia. Todos hemos precrastinado alguna vez, lo que pasa es que como este fenómeno todavía no había recibido un nombre, ha pasado desapercibido por mucho tiempo. Aquí hablamos de algunos ejemplos de precrastinación cotidianos:
Comprar en el supermercado de forma ineficiente
Muchas personas van al supermercado con una lista de la compra hecha, lo cual es siempre recomendable. Una de las cosas más habituales es ir cargando el carrito de la compra a medida que vamos pasando por los pasillos, en vez de ir haciendo varios viajes yendo a recoger cada cosa. De primeras esto tendría sentido y hasta podría verse como algo lógico, sin embargo, se vuelve un problema en función del tipo de producto.
Por ejemplo, si la sección de las aguas resulta que es la primera nada más entrar en el supermercado y tenemos que cargar cuatro garrafas de 5 L, cogerlas lo primero es una muestra de precrastinación. Las cogemos para tacharlas de la lista lo antes posible, pero sin caer en la cuenta que lo mejor habría sido cogerlas al final porque pesan mucho, y ahora las vamos a ir cargando durante todo el rato.
Otro ejemplo sería el de los congelados. Si tenemos que comprar congelados y resulta que su sección está cerca de la entrada, cogerlos nada más entrar al supermercado no nos sale para nada a cuenta. Como son congelados, cuanto más tiempo los llevemos encima más riesgo corremos de que se rompa la cadena del frío y se pongan malos, por eso lo ideal es cogerlos justo antes de pasar por caja.
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Listas de tareas mal cumplidas
Otro ejemplo de precrastinación es tener una lista de tareas y empezar haciendo las más simples nada más levantarnos. Nos comportamos así porque se siente muy bien tachando tareas que son fáciles de hacer, porque da la sensación de que estamos siendo productivos.
El problema es que estamos dedicando tiempo y energías a unas tareas poco importantes, mientras que deberíamos invertirlos en las más complejas, sobre todo por la mañana que es cuando solemos tener más energía. Dejar lo más difícil para la tarde puede ser un problema porque, quizás, ya no tengamos energías y hagamos esas tareas mucho peor.
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¿Cuáles son las causas de la precrastinación?
Irónicamente, la causa principal de la precrastinación es la misma que la de la procrastinación: deshacerse de una emoción desagradable.
Centrémonos un momento en la procrastinación, con "O". Si prestamos atención, lo que hace que procrastinemos suele estar acompañado de una emoción fuerte e incómoda. Puede que sea ansiedad, aburrimiento, vergüenza… sea lo que sea, es algo que no nos gusta sentir. Y, precisamente, dejar las tareas para después es una buena forma para deshacerse temporalmente de las emociones negativas. En otras palabras, cuando procrastinamos, estamos tomando una decisión basada en qué nos hace sentirnos bien en ese momento, en vez de pensar en cuál es nuestro interés más beneficioso a largo plazo.
En la precrastinación, con "E", se da un proceso muy similar, casi idéntico. La diferenica es que en este caso la ansiedad, el aburrimiento o la vergüenza, entre otras emociones, surgen de la sensación de no tener las tareas hechas y de que se deberían hacerlas lo antes posible, aun si eso supone mayor esfuerzo o coste. El objetivo es dejar de sentir ansiedad u otra emoción negativa. Así pues, como con la procrastinación, la precrastinación implica tomar una decisión basada en qué nos haría sentirnos mejor en ese momento en vez de pensar en qué nos interesaría o beneficiaría a largo plazo.
Pero, añadido a la causa principal de la precrastinación, podemos observar otras causas comunes que explican por qué muchas veces las personas hacemos una tarea antes de lo que sería ideal.
1. Satisfacción barata
La ciencia ha visto que tendemos a obtener un placer más intenso cuando completamos tareas pequeñas y fáciles de lograr, con plazos fijos, que las más importantes pero de mayor dificultad y duración poco clara. Es más adictivo hacer cosas sencillas y rápidas que no complicadas y lentas porque las primeras nos generan un placer casi inmediato.
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2. Instinto de supervivencia
A lo largo de nuestra historia evolutiva como especie, buscar las cosas fáciles y al alcance de la mano suponía más ventajas que posponerlas para obtener recompensas a largo plazo. El ser humano primitivo vivía en un mundo hostil, en el que corría peligro a la más mínima, con lo que renunciar a beneficio inmediato podía significar escoger morir.
Por ejemplo, explorar una cueva oscura a ver si hay algo de comida no suena tan bien si uno piensa en la posibilidad de que podría encontrarse un oso que lo matara. Tampoco tendría mucho sentido embarcarse en un gran viaje para buscar un lugar con más comida si no se tiene la certeza de que se vaya a encontrar.
Debido a que nuestros cerebros fueron sometidos a esa circunstancias durante miles de años de evolución y solo llevamos un par de cientos de años en un mundo relativamente seguro, posponer las pequeñas cosas fáciles y de recompensa inmediata va en contra de nuestro instinto de supervivencia.
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3. Gestión del tiempo y gestión de la energía
Muchas personas son educadas para que piensen en el trabajo y la productividad en términos de gestión del tiempo adecuadamente. Por ejemplo, si un estudiante solo tiene una hora para hacer un examen, le parecerá que tiene sentido empezar con las preguntas más fáciles y después ir a por las más complejas. Sin embargo, realmente la estrategia más inteligente suele ser saber gestionar mejor la energía, no el tiempo.
Por ejemplo, y relacionado con uno de los ejemplos que hemos comentado antes, si somos personas con más energía por la mañana que por la tarde nos sale más a cuenta hacer las tareas más complejas nada más levantarnos. Si, por el contrario, somos más productivos por la tarde, es mejor dejar las tareas simples para cuando no tengamos tantas energías ni tiempo.
4. Meticulosidad
Las personas que tienden a ser más diligentes, atentas y trabajadoras suelen precrastinar más que procrastinar. Si se tiene por regla general la de hacer las cosas cuanto antes mejor, es más fácil comenzar a hacerlas pronto sin detenerse en considerar si vale el esfuerzo y el tiempo tanto como otras tareas.
Ser concienzudo y hacer el trabajo lo antes posible es, generalmente, un rasgo positivo. No obstante puede convertirse en problemático si no se controla o si se hacen las tareas más pronto de lo que debería y por tanto no se está siendo inteligente con la gestión de la energía ni del tiempo.