Durante siglos, el ser humano ha estado más o menos esclavizado por la moda y por los cánones de belleza. Y, a pesar de que ambos géneros han sufrido las consecuencias, diversos estudios han confirmado que, aún hoy, las mujeres siguen siendo las personas que más presión tienen (especialmente de los medios) por tener un “cuerpo normativo”; es decir, un cuerpo que “encaje” con los cánones de belleza imperantes.
Esta es la idea que está detrás de los dos movimientos principales de rechazo a esta esclavitud estética: el body positive y el body neutrality. Sin embargo, y a pesar de que ambos combaten las presiones de la belleza normativa, poseen diferencias significativas que es necesario conocer para decidir con cuál sintonizamos mejor. En el artículo de hoy hablamos del body positive y el body neutrality y realizamos una comparación de las dos corrientes actuales que defienden el cuerpo no-normativo.
¿Cuál es el mejor enfoque, el body positive o el body neutrality?
Por supuesto, para responder a esta pregunta debemos saber en qué consisten exactamente ambas corrientes. Porque, a pesar de que las dos luchan contra la presión que la sociedad (y, en concreto, los medios de comunicación e internet) ejerce sobre las personas en cuestión de estética, sus características son notablemente diversas.
Tanto el body positive como el body neutrality beben de una fuente común, que no es otra que la lucha por la aceptación de los cuerpos con toda su diversidad. En realidad, se pueden rastrear sus inicios (en especial, los del body positive) en la década de 1960, cuando, inspirados en la lucha por los derechos civiles de Estados Unidos, un grupo de hombres y mujeres empezaron a reivindicar los derechos de las personas gordas.
El movimiento adquirió un impulso importante en la década siguiente, cuando, en 1973, apareció el Fat Underground. Todo ello cristalizó en la fundación, en 1969, de la NAAFA (National Association to Advance Fat Acceptance), que se enfocaba en la discriminación que sufrían las personas gordas e intentaba garantizar su derecho a una vida digna.
Como podemos ver, en estos primeros años de reivindicación los activistas se centraron en la gordura y en los prejuicios que acerca de ello tenía la sociedad. Más adelante, con la aparición del concepto body positive (directamente relacionado con estas reivindicaciones de los 60 y 70) se incluyó en la lucha a todas las personas que no se sentían identificadas con la estética imperante.
El body positive o el amor (incondicional) hacia nuestro cuerpo
El movimiento body positive ha adquirido gran impulso en los últimos años, especialmente desde que grandes marcas como Victoria’s Secret o Calvin Klein apostaron por incluir en su publicidad todo tipo de cuerpos. Se trata de la reivindicación de una “belleza real” en lugar de la “belleza ideal” con la que se presionaba (y se presiona) a la población.
Así, el body positive pretende la inclusión de todos los cuerpos; pero no sólo eso, sino que también apuesta por promocionar un amor incondicional hacia el propio cuerpo. La filosofía de esta corriente es, pues, que debes amar tus “defectos” y abrazarlos de forma plena y segura.
Pero, como suele suceder, la idea original se ha ido desvirtuando. Actualmente, no son pocos los que critican al body positive de haberse “vendido” a la sociedad consumista y haberse “mercantilizado”. No solo eso; también se le acusa de haber creado una nueva presión en las mujeres, esto es: amarse a toda costa, a pesar de no conseguirlo.
La respuesta al body positive: el body neutrality o la aceptación del cuerpo
En respuesta a la presión que empezaba a ejercer el body positive en algunas mujeres apareció el body neutrality, abanderado por la actriz Jameela Jamil y que pregona la plena aceptación del propio cuerpo, pero de una forma neutral. En otras palabras: no tienes que amar tus defectos si no lo quieres, pero que no te turben ni te minen la salud mental.
Según la actriz británica, es necesario “aprender a escapar del cuerpo” y “dejar de pensar en él”. Así lo declaraba a Vogue España en 2021, contundente y firme. El body neutrality no es, pues, amar a tu cuerpo incondicionalmente, sino más bien no focalizar las horas de tu día en él.
La idea es interesante, más teniendo en cuenta el resultado de ciertas investigaciones. Según un estudio del movimiento Rebelión del Cuerpo, realizado en 2017, las mujeres pasan una media de 3,6 horas al día pensando en su cuerpo, lo que equivale a… ¡casi dos meses al año! El estudio también confirmó que el 89% de las mujeres reconocen que su aspecto físico afecta a su satisfacción vital, y que 1 de cada 2 niñas tienen problemas con la autopercepción de su cuerpo.
En conclusión, pensamos demasiado en nuestro cuerpo y en su “normatividad”. En eso se centra el body neutrality: no tanto en amarlo sobre todas las cosas, sino en no enfocarnos en él como si fuera la cosa más importante del mundo a nivel estético. Para abanderadas como Jamil, lo más importante es la funcionalidad del cuerpo, no su estética.
Entonces, ¿cuál es el mejor enfoque?
Hemos visto cómo ambas corrientes proceden de una reacción contra la belleza normativa y la presión que esta ejerce sobre las personas y, en concreto, sobre las mujeres. En este sentido, la intención es buena, pero ¿son ambas opciones igual de efectivas?
El body positive tiene varias desventajas. La primera es que es imposible sentirnos a gusto de verdad con toda nuestra apariencia. Y la segunda (y esta es quizá la más preocupante), es que, a nivel psicológico, esta opción puede causar todavía más presión al imponer un amor que puede que no siempre podamos sentir.
Por otro lado, el body neutrality propone una solución más natural: aceptar que somos así y punto, y no dar más importancia a nuestra apariencia de la que en realidad tiene. Y es que el cuerpo en cuanto a algo estético es algo que se encadena con la sociedad del momento, por lo que es la sociedad la que le otorga la importancia que, en realidad, no tiene.
De cualquier forma, cada persona debe escoger la opción con la que más cómoda se sienta. En este sentido, no existen reglas: lo más importante es no presionarse y decidir con total libertad con cuál de las dos ideas encajamos. Y en esto (como en tantas cosas) la sinceridad es fundamental.
Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad