Las políticas en sanidad se centran cada vez más en prevenir para que después no se tenga que curar. Es lo que explica, por ejemplo, las campañas de concienciación contra el tabaquismo y a favor de una conducción responsable. Sin embargo, también es lógico pensar que, al igual que se puede utilizar la propaganda para cambiar hábitos para mejor, también puede suceder lo contrario.
Niños obesos: ¿qué papel juega la publicidad?
Y es que, al igual que muchos productos culturales como los videojuegos o la música son frecuentemente acusados (de manera infundada) de inducir a conductas no deseadas, la idea de que la publicidad nos afecta en aspectos que van más allá de nuestras preferencias de compra no parece descabellada. ¿Podría ser que los spots publicitarios modificasen nuestra manera de ser y que lo hicieran para peor?
Un reciente estudio indica que esto puede estar sucediendo con la influencia que tienen los anuncios de comida industrial poco saludable sobre los más pequeños.
¿En qué consiste la investigación?
La investigación de la cual se ha sacado esta conclusión es un meta-estudio realizado a partir del análisis de los datos obtenidos por 18 estudios ya publicados. El equipo que impulsó el estudio quería obtener una visión global de los resultados a los que llegaron otros científicos para poder saber si los anuncios de comida poco saludable modifica los hábitos de consumo de niños y adultos y permitir así tener una base para implantar ciertas regulaciones sobre la publicidad en caso de que haya una influencia indeseada.
De este modo, todos los estudios de diseño experimental que se seleccionaron para el meta-análisis tenían que ver con la relación entre la exposición a anuncios de comida industrial y el consumo de comida. De este modo, se usaron muestras de niños y adultos expuestos a publicidad sobre este tipo de comida, se recogieron datos sobre la cantidad de comida que ingerían, y se compararon estos datos con los de los individuos a los que no se les hacía ver esta publicidad.
Los resultados
Los datos obtenidos muestran que este tipo de publicidad sí tiene un efecto significativo, aunque pequeño o moderado, en la cantidad de alimentos que los niños y niñas comen, mientras que no parece suceder lo mismo con la población adulta.
Esto refuerza la idea de que la exposición puntual a publicidad sobre comida induce a los pequeños a comer más cantidad de comida, lo cual puede tener implicaciones sociales y políticas.
¿Tienen sentido estas conclusiones?
En realidad, sí. Las personas más jóvenes son especialmente propensas a verse influidas por todo tipo de estímulos, y esto se refleja muy bien en el modo en el que imitan y adoptan hábitos que ven en otras personas o en corrientes de moda. Además, aunque los anuncios estén diseñados para que se compre un producto en concreto, esto no significa que no puedan tener un espectro de posibles efectos mucho más amplio que la simple compra continuada de una sola marca, de modo que los menores intenten satisfacer las necesidades sobre las que ponen énfasis los anuncios a través de todo tipo de conductas relacionadas (pero no iguales) a las que se ven en la publicidad.
Los efectos de esto no repercuten sobre el volumen de ventas de las compañías interesadas, pero sí tienen un impacto en la vida de los jóvenes y en los sistemas de salud pública. Regular más poniendo un mayor control en lo que se muestra en este tipo de anuncios puede ser complicado, pero a la luz de estos datos es un camino que podría merecer la pena ser emprendido, teniendo en cuenta lo omnipresente de la publicidad no solo en la televisión sino también en Internet, un espacio en el que se desenvuelven como pez en el agua los más jóvenes.
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