Muchas veces se habla acerca de las habilidades sociales como si estas se redujeran a nuestra capacidad de hacer llegar a los demás nuestro mensaje, hacer que nuestras ideas y puntos de vista prevalezcan al dialogar con los demás. Si embargo, creer esto es perderse buena parte de lo que de verdad supone desarrollar buenas habilidades sociales y comunicativas en general.
De hecho, la capacidad de escucha es un elemento clave para mejorar nuestras relaciones y establecer vínculos más estables con nuestros interlocutores, independientemente de si forman parte de nuestra vida personal o de nuestra vida laboral. Veamos por qué.
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Saber escuchar nos permite conectar emocionalmente
No son pocos quienes caen en la trampa de asumir que, en la mayoría de los casos, el tiempo que dedican a escuchar lo que les dice la persona con la que mantienen una conversación es, en realidad, tiempo perdido. Esta sensación ocurre cuando creemos que ya sabemos de antemano lo que el otro dirá, cuando nos da la sensación que se nos da bien captar las ideas e intenciones que hay tras el discurso de nuestro interlocutor: asumimos que lo que estamos oyendo podría ser resumido mucho más, reducido a menos información textual.
Sin embargo, esta clase de experiencias son un espejismo que nos lleva a subestimar la escucha, principalmente por dos razones.
La primera es que nunca somos capaces de saber al instante y en todo momento lo que piensa y quiere otra persona. La creencia de que sí podemos “leer la mente” se fundamenta en un sesgo cognitivo, el sesgo de confirmación, que nos predispone a ver como una confirmación de nuestras ideas preconcebidas lo que ocurre a nuestro alrededor (en este caso, nuestra hipótesis sobre los procesos mentales de otro individuo).
Puede que se nos dé relativamente bien “leer entre las palabras” porque a fin de cuentas el Homo sapiens es un animal social, pero nunca seremos perfectos en ello; lo peor no es cometer estos errores, sino no esperar que se produzcan o no saber detectarlos cuando se han producido. Sobrevalorar nuestra capacidad para adelantarnos a lo que va a decir el otro nos puede salir muy caro, al causar malentendidos o generar ofensas.
La segunda es que mantener una conversación es mucho más que intercambiar información por turnos, como si se tratase de una tarea que se lleva a cabo secuencialmente; debemos adaptar nuestras ideas y nuestra perspectiva de lo que ocurre. Al relacionarnos no solo estamos volcando hacia afuera lo que nos pasa por la cabeza, también aprendemos de los demás, pero se nos dará peor hacerlo si no tenemos una actitud abierta y humilde en las conversaciones. Ver el diálogo como una experiencia más simétrica, en la que ambos dan y reciben en el proceso comunicativo, nos ayuda a vivir relaciones más llenas en matices y ricas.
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Principales beneficios de la escucha al mejorar las relaciones
Hay que tener en cuenta que no debemos valorar mucho la capacidad de escucha solo por lo que representa moralmente. No es que saber escuchar nos acerque más a la idea de “el bien”; es que realmente, desde un punto de vista pragmático, también resulta muy beneficioso saber escuchar, nos ayuda a establecer vínculos saludables con los demás tanto en el trabajo como en nuestra vida privada. Podría decirse que la escucha es la cara visible de la empatía, y la empatía es el pilar básico de las relaciones que mantenemos en el día a día.
Así pues, los beneficios de aplicar nuestra capacidad de escucha a las interacciones sociales tienen varias ramificaciones a tener en cuenta, y las principales son estas:
- Hace posible la empatía y vivir relaciones más significativas y agradables, lo cual hace fácil estrechar vínculos y tener una vida social satisfactoria en lo personal.
- En las negociaciones, nos ayuda a comprender las motivaciones e intereses de los posibles clientes, lo cual nos permite darles lo que buscan.
- Promovemos una comunicación fluida en la que a la otra persona le sea fácil comunicar malas noticias que, aunque incómodas, deben ser transmitidas para evitar que el problema se haga más grande.
- Hace posible adoptar estrategias de liderazgo flexibles y abiertas a la cooperación y participación de varias personas.
- Ofrece a los demás nuestro lado más humilde, lo cual hace que no se pongan a la defensiva ni adopten una posición hostil.
- Nos ayuda a abordar los conflictos con una actitud más abierta y una mayor capacidad de entender qué hemos hecho mal o qué podríamos haber hecho mejor.
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