No es ningún secreto que los seres humanos tenemos una gran predisposición a establecer relaciones de colaboración con el resto de miembros de nuestra especie; solo así se explica que seamos capaces de componer sociedades que albergan millones de personas conviviendo en relativa armonía, algo inaudito si nos fijamos en el modo de vida del resto de mamíferos.
En teoría, esta tendencia a mantener vínculos amistosos o incluso amorosos con los demás es una manera en la que nos procuramos una red de apoyo social, así como la capacidad de ser felices al participar en la vida del resto de personas, que nos ayuda a impulsar nuestro desarrollo personal y a descubrir nuestras propias cualidades. Insisto: en teoría.
Porque en la práctica, no son raros los casos en los que incluso las relaciones personales más fundamentadas en años de trato constante se convierten en una fábrica de ansiedad y estrés, algo que desgasta nuestro bienestar emocional pero que, a la vez, no nos sentimos capaces de dejar ir o de intentar gestionar para que deje de afectar negativamente a nuestra calidad de vida. Aquí veremos cuáles son las características de estas formas de apego ansioso y disfuncional con las que te puedes sentir identificado/a, y algunos consejos para gestionarlas.
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Las principales variantes de apego ansioso
A continuación veremos cuáles son los principales y más frecuentes factores psicológicos pueden llevar a las personas a establecer vínculos que generan ansiedad al relacionarse con sus amigos/as, sus familiares, sus parejas, etc.
1. Relaciones basadas en las ganas de transformar al otro
Este tipo de relación generadora de ansiedad surge cuando experimentas la necesidad de tener una conexión profunda con la otra persona, pero nunca sientes que el/la otro/a conecte contigo a nivel emocional o intelectual: tiene una escala de valores muy diferente a la tuya, sus intereses son tan distintos que nunca hace las preguntas adecuadas para comprender cómo te sientes, no te da el apoyo emocional que esperabas a la hora de afrontar tus problemas, etc.
En casos así, se da una diferencia significativa entre las expectativas que has puesto en esa relación, y lo que la relación te proporciona realmente, y además, es probable que te cueste plasmar en palabras por qué ese vínculo con la otra persona no te satisface, lo cual te puede llevar a culparla a ella o a culparte a ti mismo/a (aunque en realidad nadie tenga por qué tener “la culpa” de nada).
Esta clase de situaciones llevan a las personas a obsesionarse con cambiar a la persona con la que han establecido una relación, intentando que “esté a su nivel”. La falta de resultados en estos intentos unilaterales hacen que surja la ansiedad tanto a causa de la frustración, como a causa del clima de negatividad que se apodera de esa relación (dado que la otra persona no termina de entender lo que está pasando y se siente injustamente criticada).
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2. Relaciones basadas por el miedo al rechazo
Este tipo de relaciones generadora de ansiedad no se mantienen a causa de la felicidad que nos proporcionan, sino a causa del miedo a que terminen. Ocurren cuando estás constantemente preocupado/a porque lo que hagas o digas no le vaya a gustar a tu pareja, familiar o amigo/a y temes que la relación pueda romperse por tu culpa.
Además de dar lugar a la dependencia emocional, esta clase de dinámicas pueden favorecer que la otra persona, sin darse cuenta, adopte un rol de liderazgo absoluto en todos los aspectos de la relación, y se acostumbre a no contar con nuestro punto de vista u opinión, lo cual aún alimenta más el círculo vicioso del miedo al rechazo.
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3. Relaciones basadas en las pruebas de amor o afecto
Este tipo de relaciones tienen algunas características en común con aquellas que tienen que ver con la dependencia emocional, pero en este caso, surge una actitud pasivo-agresiva que lleva a pedir constantemente pruebas de que el vínculo amoroso o afectivo sigue vigente, y la falta de comportamientos no-ordinarios que lo demuestren es considerada una señal de que algo va mal. Es decir, se entra en una mentalidad de “no me quiere hasta que se demuestre lo contrario”.
Dicha dinámica de comportamiento se a socia a la necesidad de preguntar constantemente si todavía te aman o te ven como alguien especial. Además, en muchos casos, incluso si la respuesta es positiva, surgen sospechas y quien pone a prueba a la otra persona no acaba creer en la sinceridad de sus respuestas, aunque esta intente consolarla y dar la seguridad de que la relación va bien.
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4. Relaciones basadas en los celos y en las ganas de controlar al otro
Desafortunadamente, este tipo de relaciones son muy comunes incluso hoy en día, y en muchos casos son tan severos que llegan a constituir una forma de maltrato psicológico (cuando la persona celosa o controladora no es consciente de que lo que ocurre es su problema, y no un problema por parte de la otra persona).
Cuando esto ocurre se da un comportamiento posesivo, celoso, que lleva a intentar tomar decisiones por la otra persona, como si fuese una posesión y no un ser humano. Dicha necesidad de control podría ser alimentada por el miedo al abandono, y en realidad termina alejando a la persona, generando el efecto de profecía autocumplida.
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¿Qué hacer?
Estos son algunos consejos que deberías tener en cuenta si notas que estás participando en relaciones generadoras de ansiedad.
1. No asumas que alguien tiene la culpa de lo que ocurre
En muchas ocasiones, las relaciones pasan a ser insatisfactorias o emocionalmente dañinas sin que nadie tenga la culpa de ello; es lo que pasa cuando se da una incompatibilidad entre formas de personalidad muy distintas, por ejemplo. Por eso, no des por sentado que hay que adoptar una actitud hostil ante la otra persona.
2. Ten claro cuáles son los límites a respetar
Debes saber marcar los límites que la otra persona no debe sobrepasar al tratar contigo, y también cuál es la línea roja que no debes cruzar para respetar los derechos y la dignidad de la otra persona. Solo de esa manera podréis gestionar la situación adecuadamente, ya sea para mejorar la relación o para terminarla en buenos términos.
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3. Aprende a identificar el maltrato en todas sus formas
Debes tener en cuenta que el maltrato no solo es físico; puede ser psicológico y muy sutil, y es importante que si se da lo identifiques rápidamente para no dejar que desde esa dinámica caigas víctima de una estrategia de manipulación emocional. Y si existe maltrato, es muy importante no intentar mejorar la relación: la prioridad absoluta debe ser cortar el contacto y pasar a estar seguro/a.
4. Aprende a establecer un diálogo fluido basado en asertividad y escucha activa
El equilibrio entre escucha activa y asertividad os preparará para ser capaces de expresaros de manera honesta y a la vez hacer lo posible porque la otra persona también sea capaz de hacerlo. No hay que dejar temas tabú sin tratar si son relevantes para mejorar la calidad de la relación.
5. Si el problema surge a causa de afrentas pasadas, es necesario reparar el daño
Si se ha dado una situación injusta, o más de una, es imprescindible que se reconozca el daño causado, que tenga lugar una disculpa, y que se dé una iniciativa para intentar reparar el daño causado en la medida de lo posible. De esta manera será más probable que empecéis de cero, rompiendo con el círculo vicioso de la actitud pasivo-agresiva, el cuestionamiento de las intenciones del otro, etc.
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Leticia Martinez Val
Leticia Martinez Val
Psicóloga Sanitaria
Mi nombre es Leticia Martínez Val y soy psicóloga sanitaria especializada en la atención a la población adulta y adolescente. Ofrezco sesiones presenciales en mi consulta de Zaragoza y también en modalidad online por videollamada.
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