La autoexigencia es una característica personal positiva siempre que se presente de modo equilibrado, es decir, siempre que se marquen unos objetivos razonables y alcanzables para el individuo.
La capacidad de exigirse a uno mismo está influida por factores biológicos, pero también ambientales, siendo la familia uno de los sistemas sociales que más contribuye en el desarrollo de los sujetos. Por este motivo, según el estilo de crianza o el modo de enseñanza al que nos hayamos expuesto, es probable que mostremos mayor o menor grado de autoexigencia. Y en algunos casos, la influencia de los padres y madres contribuye a que desarrollemos un modo de autoexigencia disfuncional, el cual nos trae más problemas que beneficios.
Un fenómeno muy vinculado con la autoexigencia disfuncional es el perfeccionismo excesivo, que nos lleva a buscar ser los mejores sin tener nunca suficiente ni reconocer o apreciar nuestros logros. Este modo de comportamiento puede derivar en afectaciones psicológicas como la ansiedad generalizada o la depresión.
En este artículo hablaremos acerca de cómo la autoexigencia disfuncional se vincula al entorno familiar en nuestros días.
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¿Qué es la autoexigencia?
La autoexigencia consiste en la capacidad de establecerse unos objetivos y luchar para conseguirlos logrando así superarnos. Así pues, esta se considera una buena característica de la personalidad, ya que ayuda al individuo a mejorar y alcanzar sus metas. El problema surge cuando estas exigencias hacía uno mismo aparecen en exceso o son desmesuradas.
Las personas tenemos unos límites tanto vinculados a nuestras capacidades y habilidades como relacionados con nuestras funciones corporales, necesitamos satisfacer las necesidades básicas como por ejemplo dormir. La capacidad de autoexigencia nos impulsa a seguir, pero puede que nos fijemos unos objetivos irracionales, imposibles de lograr que interfieran en nuestra funcionalidad y terminen perjudicándonos.
Vemos como existe una fina línea entre generar efectos positivos y repercutir negativamente, como en la mayoría de situaciones los excesos son malos, no debemos caer en la trampa de querer ser perfectos.
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Su relación con el perfeccionismo
La sociedad actual exige a los individuos conseguir ser los mejores y lograr superarse continuamente. Este pensamiento influye en el sujeto generando la creencia de que debe ser perfecto y que nunca nada es suficiente. El principal problema es que la perfección no existe por este motivo es habitual que aparezca en la persona un sentimiento de frustración repercutiendo así en su estado y en su vida.
Para conseguir mejorar y lograr los resultados deseados es necesario probar y fallar. Nos referimos que, sobre todo cuando estamos iniciándonos en algo, cuando estamos aprendiendo, es normal el ensayo-error, es decir, necesitamos equivocarnos para saber que debemos modificar para alcanzar nuestros objetivos. Pensar que todo sale bien a la primera no tiene sentido y no nos ayuda a seguir motivados para mejorar.
Querer mejorar es positivo siempre que la metas a alcanzar sean realistas, puesto que si no, no lograremos satisfacerlas y, por tanto, nunca estaremos contentos ni nos podremos recompensar por ello. La autoexigencia y el perfeccionismo en exceso pueden derivar en afectaciones del estado del sujeto incluso generando patología como ansiedad, agotamiento mental y físico, estrés o depresión.
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La autoexigencia en el ámbito familiar
Al ser una característica de la personalidad, la autoexigencia puede aparecer en cualquier ámbito social de la vida del individuo.
El sistema familiar se considera un grupo primario, que se define como un grupo pequeño de no muchos sujetos y que tienen una fuerte vinculación entre ellos, es decir, un miembro del grupo ejerce influencia sobre otro y viceversa. Así pues, podemos observar autoexigencia en los diferentes integrantes de la familia, tanto en los padres como en los hijos. Vemos como la autoexigencia no surge sólo en la edad adulta sino que también la podemos observar en niños.
Como sucede con la mayoría de rasgos personales, su presencia está influida tanto por aspectos biológicos como por aspectos ambientales, dicho de otro modo el sujeto ya tendrá una predisposición genética a la autoexigencia pero también influirá y dependerá de la influencia que reciba del exterior, como es el entorno social que le rodea. Por tanto, sí que influye el aprendizaje.
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Causas de la autoexigencia excesiva en la familia
Ejercer correctamente los distintos roles de cuidado y crianza en la familia no es fácil; no nacemos sabiendo ser padres ni comportándonos como hijos ejemplares. Por esta razón es normal que no siempre realicemos de manera óptima nuestras funciones. Así pues veremos conductas de autoexigencia disfuncional tanto en los padres (quienes se establecen como objetivo ser los mejores educando a sus hijos) como en los hijos (quienes buscan ser los hijos ejemplares).
Ser padre o madre es uno de los roles más importantes que realiza un sujeto, siendo considerado uno de los papeles más complejos. Antes de tener el niño es normal que en los progenitores surja un pensamiento o tengan una idea de cómo sucederá todo, cómo serán ellos como padres y cómo será su hijo, quieren que todo sea perfecto, ser los mejores en todo, pero alcanzar este objetivo es imposible.
Aquí veremos de qué manera surge la autoexigencia en el ámbito familiar, tanto a causa de dinámicas de crianza y de relación social problemáticas como influyendo en estas.
1. Quiere ser perfecto/a
Como ya hemos avanzado, una de las causas de autoexigirse en exceso es querer conseguir ser perfecto en todo. Si nos marcamos metas imposibles que se alejen de nuestras posibilidades y capacidades será imposible que las logremos y nunca nos parecerán suficientes los resultados.
Este perfeccionismo lo vemos en los padres cuando quieren lograr ser los mejores, no solo en el ámbito familiar sino también en el trabajo, en el grupo de amigos… y en los niños que desean convertirse en el hijo perfecto, del mismo modo en distintos ámbitos como la familia, la escuela, las actividades extraescolares…
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2. Se compara con otros siempre
Compararse es una conducta muy habitual que no aporta nada bueno al individuo, puesto que la mayoría de veces tendemos a fijarnos en los rasgos o características donde la otra persona destaca y nos supera, valorando solo el resultado y no teniendo en cuenta el proceso que ha realizado el otro sujeto para alcanzar ese fin, ni cuáles son sus habilidades. Es decir, descontextualizados la comparación sin tener en cuenta variables esenciales que justifiquen las diferencias.
Estas comparaciones las pueden mostrar los padres, quienes valoran su comportamiento teniendo presente el de otros padres. Vivimos en un entorno social y, por tanto, es normal tener influencia de otras personas; pero no debemos olvidar que cada uno somos distintos y que las conductas o modos de actuación que van bien a unos no tiene por qué funcionar con todos, existen distintas formas de crianza siendo todas igual de válidas.
En los hijos también podemos observar tendencia a compararse con otros niños, ya sean compañeros del cole o hermanos. Del mismo modo, esta corporación tampoco les beneficia, ya que sus circunstancias puede que no sean las mismas que las del otro niño y creen en él una sensación de inferioridad donde continuamente se esté exigiendo mejorar en unas características o variables que no son propias, en vez de centrarse en trabajar sus propias habilidades.
Estas comparaciones también pueden ser externas, es decir, puede ser otro individuo quien realiza la comparación como por ejemplo la madre en el caso de los niños o un amigo en el caso de los padres.
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3. Padres excesivamente exigentes y restrictivos
Como ya hemos dicho la autoexigencia también se desarrolla por influencia externa, de este modo si nuestros padres han sido o son muy exigentes y estrictos con nosotros es probable que terminemos adoptando esta necesidad de hacer todo bien y conseguir siempre todo. Es habitual observar que los padres que son exigentes es porque ellos mismos han tenido padres muy exigentes, es decir, se repite el patrón. Del mismo modo, es frecuente que los niños muy autoexigentes reciban una crianza muy estricta.
4. No reconoce sus logros
En las familias con un elevado grado de autoexigencia hay tendencia a sólo considerar y resaltar las cosas que se hacen mal y deben mejorarse, por este motivo es común observar el castigo o el autocastigo. En cambio, no se valoran las conductas y resultados positivos que consiguen los sujetos, se consideran como algo normal que no deben ser destacados y, por tanto, no se recibirá recompensa o premio por ello. Vivirán siempre pensando en el futuro en lo que deben conseguir y no disfrutarán de lo que ya han logrado.
5. Dependencia de la aprobación de los otros
En ocasiones observamos que la autoexigencia aparece como necesidad de ser reconocidos y valorados positivamente por los demás, por las personas de nuestro entorno, en este caso por nuestros familiares. Asimismo la exigencia excesiva dirigida a uno mismo tendrá el objetivo final de obtener refuerzo externo. Comprobamos cómo hay familias que refuerzan la necesidad de gustar al otro más que el gustarse. De este modo aumenta la autoexigencia vinculada a recibir la aprobación de los miembros de mi familia.
6. Solo destaca los resultados negativos
No es extraño que en el entorno familiar solo se destaquen los aspectos o variables negativas. Es decir, podemos observar cómo los padres prestan mucha más atención a lo que hace mal el niño señalando todo lo que debe mejorar. Del mismo modo, entre la pareja también pueden aparecer reproches solo teniendo en cuenta cuando el otro actúa mal.
Parece que no nos enseñan a valorar lo que hacemos bien y solo destacan las cosas malas. Esta conducta, contrariamente a lo que esperamos, no ayuda al progreso y al desarrollo, ya que pueden generar en el individuo una sensación de frustración, de hacerlo todo mal y como consiguiente una autoexigencia excesiva por nunca ser suficiente.
7. Todo es blanco o negro
La concepción de que las cosas están bien o están mal es un pensamiento bastante común en las personas autoexigentes y es adquirida principalmente de nuestro entorno familiar. Se enseña a no contemplar intermedios “o está bien hecho o está mal”, “o eres bueno en algo o eres malo”. Así pues, es habitual que se desarrolle una autoexigencia excesiva para lograr ser el mejor, ya que lo contrario supondrá ser malo.
8. No tolera los errores
Como ya apuntamos el error no es malo, ni significa fracasar, es parte de un progreso que debemos pasar para conseguir alcanzar los logros. En familias donde no se permiten los errores es normal que sus miembros desarrollen una autoexigencia disfuncional, intentando siempre hacer las cosa bien y no concebir o tolerar equivocarse o que algo salga mal, este hecho derivará también en frustración.
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