Tanto la ansiedad como la depresión forman parte de dos de los problemas con los que la salud mental se da de bruces con más frecuencia. A fin de cuentas, tanto la sobrecarga emocional y laboral como los trastornos del estado de ánimo afectan a millones de personas y pueden manifestarse en prácticamente cualquier tipo de situación vital.
Sin embargo, también es cierto que no siempre es fácil, para la persona que no es experta en el tema, saber reconocer los síntomas de una y otra alteración. En este artículo veremos, como información orientativa, cuáles son las principales diferencias entre la ansiedad y la depresión, dos estados psicológicos con la capacidad de hacernos sufrir mucho, aunque por distintas vías.
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Las diferencias entre la depresión y la ansiedad
Para poder detectar cuáles son las características típicas de la ansiedad y de la depresión, toma como referencia las siguientes claves.
1. El grado de motivación
Las personas que presentan depresión acostumbran a experimentar un síntoma conocido como abulia. La abulia es, fundamentalmente, la ausencia de ganas para hacer cosas, de iniciativa. Es decir, que en las principales variantes de depresión, quien sufre ente estado no siente motivación por hacer nada, aunque se le proponga realizar actividades aparentemente divertidas y que no exigen esfuerzo.
En cambio, las personas que experimentan ansiedad no cumplen con la anterior característica. Es posible que su estado de agotamiento mental las hace más propensas a cansarse enseguida, pero en muchas ocasiones tienen problemas a la hora de descansar y, en vez de eso, intentan buscar un entretenimiento para mantenerse ocupadas y no tener que pensar en lo que les preocupa.
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2. Sus causas
Las causas de la ansiedad pueden responder a una variedad casi infinita de factores que, por el hecho de estar presentes en el día a día, nos llevan hacia este estado: la falta de sueño, el abuso de sustancias, ciertos problemas sociales o económicos, etc.
La depresión, en cambio, frecuentemente aparece de forma endógena, sin que haya una causa clara que la explique. Cuando el inicio de los síntomas coincide con un evento concreto, este suele ser puntual, y el simple paso del tiempo no tiene por qué hacer que la “vuelta a la normalidad” haga desaparecer la depresión.
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3. La presencia o ausencia de preocupaciones
Las personas con ansiedad se caracterizan por mantenerse en un estado de preocupación casi constante. La rumiación, que es el hábito de darle vueltas al mismo pensamiento todo el rato (por negativo que este sea) es un círculo vicioso del que difícilmente pueden escapar.
Esto es así porque la razón de ser de la ansiedad es mantenernos en un estado de alerta muy útil cuando hay cierto peligro pero que, si se cronifica, da problemas.
En la depresión, sin embargo, hay pocas preocupaciones, o directamente casi ninguna, en los casos más severos. Este tipo de trastornos no son una extensión de un mecanismo de activación útil desde un punto de vista evolutivo, sino que su origen es mucho más misterioso y, por el momento, se sabe poco sobre él.
El sentimiento de malestar que se experimenta en la depresión tiene que ver no tanto con la consciencia de que hay peligro cerca como, por el contrario, por una sensación de melancolía y de pérdida de motivos para levantarse de la cama.
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4. La capacidad para disfrutar
Otra de las más importantes diferencias entre la depresión y la ansiedad es que las personas con depresión suelen perder la capacidad de disfrutar, incluso si no se trata de un placer psicológico sino más ligada a la estimulación física. Se trata de un síntoma conocido como anhedonia.
Las personas con ansiedad, en cambio, no presentan anhedonia, aunque es cierto que su capacidad de disfrute también puede verse perjudicada debido, entre otras cosas, a que les cuesta dejar de pensar en lo que les preocupa, por un lado, y a que su estado físico no es el óptimo, por el otro, debido al desgaste que sufren en el día a día por falta de sueño o por mala gestión de los tiempos de trabajo.
En la depresión, pues, esta incapacidad para sentir placer es de tipo más bien endógeno, dado que hay desajustes en los niveles de neurotransmisores y en los patrones de activación de partes específicas del cerebro. Sin embargo, en la ansiedad, si bien también hay cambios en el sistema nervioso, las causas de estas dificultades para disfrutar tienen que ver más bien con el estado de alerta constante, es decir, depende de la interacción con el entorno.
5. Grado de predisposición hacia el cumplimiento de metas
Ni la depresión ni la ansiedad son estados en los que las personas se orienten hacia el cumplimiento de metas. Sin embargo, la falta de esta predisposición es mucho más pronunciada y notoria en el caso de los trastornos depresivos.
En la ansiedad, muchas veces postergamos aquellas tareas que pueden conducirnos hacia la resolución de lo que nos preocupa, dado que la simple idea de afrontar de nuevo esa tarea nos asusta. Sin embargo, lo más común es que, una vez se ha empezado a trabajar, todo fluya con mayor normalidad.
En la depresión, sin embargo, ni siquiera nos planteamos si hay algo que debemos hacer: es como si las obligaciones dejasen de existir. De hecho, si se aspira a algo es a volver a vivir los momentos en los que la depresión no había aparecido. Esto es así porque mientras que las personas con ansiedad piensan mucho sobre el futuro, para aquellos pacientes que tienen depresión no importa nada más que la situación presente.