Atarse los cordones del zapato, comer, escribir o peinarnos son actividades que para la mayoría de las personas pueden ser fáciles y automáticas. Sin embargo, la mayor parte de estas actividades suponen un conjunto de diferentes acciones y movimientos que hemos de aprender a coordinar.
Pero algunas personas padecen graves dificultades para hacerlo desde la infancia, no llegando a desarrollar esa capacidad. Se trata de las personas que padecen dispraxia.
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La dispraxia: definición del concepto
La dispraxia o trastorno del desarrollo de la coordinación es uno de los trastornos del neurodesarrollo, en el que los niños y niñas que la sufren muestran una gran dificultad a la hora de realizar actividades y movimientos coordinados, supongan gestos simples o acciones que impliquen una secuenciación de movimientos.
Síntomas
Los síntomas más evidentes son la presencia de torpeza, descoordinación y lentitud motoras, interfiriendo con la vida habitual y el desarrollo del sujeto. Es frecuente que se tengan dificultades en el mantenimiento postural y a la hora de realizar actos que requieran movilidad fina, precisando de ayuda para realizar acciones básicas.
También pueden aparecer comportamientos inmaduros y dificultades sociales. No es infrecuente que existan problemas comunicativos. Sin embargo estas alteraciones no tienen que ver con la existencia de ninguna discapacidad psíquica, teniendo quienes padecen dispraxia una inteligencia normal.
A diferencia de la apraxia, en que se pierden facultades adquiridas previamente, la dispraxia se caracteriza porque el sujeto nunca ha llegado a desarrollar la capacidad de secuenciar correctamente sus movimientos. Es frecuente que los primeros síntomas ya sean observables durante los dos primeros años de edad, siendo común que presenten retrasos en el desarrollo de la motricidad y tarden más de lo habitual en alcanzar algunos de los hitos del desarrollo.
Aunque surge durante la infancia también se observa en adultos, siendo importante iniciar el tratamiento cuanto antes de cara a disminuir el estigma social y las posibles consecuencias a lo largo del desarrollo. Tiende a haber comorbilidad con otros trastornos, tales como otros problemas motores o con TDAH.
Tipos de dispraxia
Al igual que ocurre con las apraxias, existen diferentes tipos de dispraxia en función del tipo de en qué parte del proceso de movimiento o del organismo se produzca la dificultad. Destacan especialmente cuatro tipos.
1. Dispraxia ideacional
Este tipo de dispraxia se caracteriza por el hecho de que el problema no es únicamente a nivel motor, sino que el sujeto presenta dificultades para planificar a nivel de idea la secuencia de movimientos necesarios para realizar una acción concreta.
2. Dispraxia ideomotora
En la dispraxia ideomotora la principal dificultad se encuentra de en el seguimiento de la cadena de movimientos necesarios para llevar a cabo una acción sencilla. La dificultad se da únicamente a nivel motor, pudiendo el sujeto realizar la acción correctamente en la imaginación. A menudo la dificultad se vincula a la utilización de un instrumento u objeto.
3. Dispraxia constructiva
Se trata de un tipo de dispraxia en la que quien la padece tiene dificultades para entender las relaciones espaciales y actuar conforme a ellas. Por ejemplo, un niño con este problema tendrá problemas para realizar una copia de una imagen o a la hora de organizarse.
4. Dispraxia oromotora o apraxia verbal
En este tipo de dispraxia el sujeto presenta dificultades en la coordinación de los movimientos necesarios para comunicarse oralmente, a pesar de saber qué quiere decir. Se dificulta producir sonidos inteligibles.
Causas de la dispraxia
Las causas de la aparición de la dispraxia no son totalmente conocidas, pero se sospecha de que se deben a alteraciones existentes a lo largo del neurodesarrollo que generan que las áreas cerebrales vinculadas a la integración de la información motora y su secuenciación no maduren correctamente. Estas áreas cerebrales están ubicadas en la parte posterior de los lóbulos frontales y alrededor de la cisura de Rolando.
Por lo general se debe a causas innatas, pero puede verse provocada por lesiones, enfermedades y traumatismos durante la infancia.
Tratamiento y estrategias terapéuticas
La dispraxia es un trastorno que no tiene un tratamiento curativo, si bien es posible emplear diferentes estrategias de cara a mejorar la adaptación de los afectados al medio y enseñarles a realizar las diferentes acciones. El tratamiento de la dispraxia es multidisciplinar, teniendo en cuenta tanto lo clínico como especialmente lo psicoeducativo.
De cara a ayudar a estos menores se emplean a menudo estrategias como la terapia ocupacional de cara a estimular al sujeto y contribuir a desarrollar su capacidad para el movimiento. Otro elemento a destacar es la fisioterapia.
La logopedia también suele ser imprescindible de cara a educar al menor y permitirle que desarrolle la coordinación necesaria para poder emitir palabras correctamente. A nivel educativo puede ser necesario establecer planes individualizados que tengan en cuenta las dificultades del menor.
También puede ser de gran utilidad el uso de terapia expresiva o de técnicas que permitan fomentar la autoestima del niño, que puede estar disminuido ante la percepción de sus dificultades. El entrenamiento en habilidades sociales también facilita una correcta vinculación con el medio. La psicoeducación tanto para ellos como para el entorno puede ser de gran ayuda de cara a facilitar el desarrollo normativo del sujeto y la comprensión de las dificultades en él existentes.
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