La capacidad de superar el trauma es un aspecto fascinante y complejo de la mente humana. Tras experiencias difíciles, algunas personas logran mantenerse estables emocionalmente o se recuperan con el tiempo, mientras que otras enfrentan un impacto duradero en su bienestar.
La psicología ha investigado en profundidad estas respuestas, identificando patrones como la resiliencia, recuperación, cronicidad y aparición tardía.
Un estudio de Galatzer-Levy, Huang y Bonanno revela que la resiliencia es la respuesta más común, presente en más del 60% de los casos. Pero ¿qué permite a ciertas personas adaptarse mejor a las adversidades? ¿Está la mente humana diseñada para superar el trauma, o aprendemos a lidiar con él a través de nuestras experiencias y vivencias cotidianas?
¿Qué significa realmente “superar” un trauma?
En general, wl concepto de “superar” se asocia a la capacidad de una persona para conseguir seguir adelante tras un evento adverso o complicado, recuperando su bienestar y adaptándose a la vida cotidiana. Sin embargo, esta idea puede abarcar desde regresar a un estado de calma y estabilidad emocional, hasta desarrollar una mayor resiliencia y aprendizaje tras la experiencia.
La investigación de Galatzer-Levy, Huang y Bonanno propone cuatro tipos de respuestas o trayectorias, que describen la forma en que las personas suelen reaccionar tras eventos traumáticos: resiliencia, recuperación, cronicidad y aparición tardía. La resiliencia es una respuesta más común, y se caracteriza por una estabilidad emocional a lo largo del tiempo, incluso después de experimentar un trauma. Por otro lado, la recuperación describe a quienes pasan por un periodo de malestar significativo, pero eventualmente logran retomar su bienestar.
Existen también personas que enfrentan una respuesta de cronicidad, en la que los síntomas emocionales y psicológicos asociados al trauma persisten de forma duradera, dificultando el regreso a un estado de normalidad. Finalmente, la aparición tardía se refiere a los casos en los que los efectos del trauma emergen tiempo después del evento, a veces de forma inesperada.
Estos términos ayudan a entender que no hay una única forma de superar el trauma; las respuestas varían en función de factores personales, contextuales y temporales.
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Principales respuestas psicológicas ante eventos traumáticos
Los estudios recientes sobre cómo las personas responden a eventos traumáticos han identificado cuatro trayectorias principales: resiliencia, recuperación, cronicidad y aparición tardía. Cada una de estas trayectorias describe un patrón común de respuesta ante el trauma y refleja la variabilidad en la capacidad que tienen las personas para lidiar con experiencias adversas.
1. Resiliencia
La resiliencia es la respuesta más común, identificada en aproximadamente el 65.7% de los casos analizados. Este patrón se observa en personas que mantienen una estabilidad emocional considerablemente alta antes, durante y después de un evento traumático. Para estos individuos, el impacto del trauma no altera su funcionamiento diario, ya que poseen mecanismos de afrontamiento efectivos y un entorno de apoyo que facilita su bienestar. La resiliencia se considera el “estado ideal” de respuesta, mostrando que muchas personas son capaces de adaptarse sin experimentar un malestar prolongado.
2. Recuperación
La recuperación es la segunda respuesta más frecuente, presente en alrededor del 20.8% de los casos. A diferencia de la resiliencia, las personas que se recuperan experimentan una fase inicial de malestar o impacto significativo debido al trauma, lo cual puede incluir síntomas de ansiedad, tristeza o estrés. No obstante, con el tiempo, logran regresar a su nivel de bienestar previo. Este proceso puede tomar semanas o meses y suele depender de factores externos como el apoyo familiar, la terapia o el tiempo para procesar la experiencia.
3. Cronicidad
Por otro lado, la respuesta de cronicidad ocurre en el 10.6% de los casos, y representa una situación en la que los síntomas derivados del trauma persisten de manera prolongada. Las personas que enfrentan esta trayectoria pueden experimentar síntomas duraderos como ansiedad intensa, depresión o estrés postraumático. Estos síntomas tienden a interferir en sus actividades diarias y pueden requerir intervención psicológica o psiquiátrica. La cronicidad es una respuesta menos común, pero es una de las más debilitantes y dificulta la adaptación al trauma.
4. Aparición tardía
Finalmente, la aparición tardía es observada en el 8.9% de los casos, y describe una situación en la que los síntomas no se presentan de inmediato tras el evento traumático, sino que surgen después de un tiempo, a veces meses o incluso años más tarde. Esta respuesta es menos comprendida, pero se cree que puede estar relacionada con factores como el estrés acumulado o nuevos eventos que reactivan el recuerdo del trauma inicial. La aparición tardía puede ser particularmente difícil de tratar debido a su imprevisibilidad.
¿Por qué algunas personas son más resilientes que otras?
La resiliencia ante el trauma no es una respuesta uniforme; algunas personas logran recuperarse rápidamente, mientras que otras experimentan efectos duraderos. Diversos factores contribuyen a esta variabilidad en las respuestas. Entre los más destacados se encuentran el apoyo social, la genética, las experiencias previas y las habilidades de afrontamiento.
El apoyo social es uno de los elementos más importantes. Las personas que cuentan con redes de apoyo consolidadas, como familiares, amigos o comunidades, tienden a enfrentar mejor el trauma. Estos vínculos proporcionan un sentido de seguridad y contención emocional, lo cual puede reducir la intensidad del estrés y facilitar la recuperación. Los estudios han demostrado que el acompañamiento cercano puede marcar una diferencia significativa en cómo se procesa el trauma.
Los factores genéticos también juegan un papel. La investigación sugiere que ciertas predisposiciones biológicas, como una respuesta hormonal más adaptativa al estrés, pueden ayudar a algunas personas a manejar mejor los eventos adversos. Sin embargo, aunque la genética es un factor importante, no determina de manera absoluta la resiliencia; la experiencia y el entorno también son cruciales.
Las experiencias previas moldean en gran medida la respuesta al trauma. Aquellas personas que han enfrentado adversidades en el pasado y han desarrollado estrategias efectivas para afrontarlas suelen mostrar una mayor capacidad para lidiar con nuevos eventos traumáticos. La capacidad de aprender de experiencias pasadas crea una especie de “memoria de resiliencia” que puede fortalecerse con el tiempo.
Finalmente, las habilidades de afrontamiento son esenciales. Estrategias como el autocuidado, la búsqueda de ayuda profesional y la regulación emocional son habilidades aprendidas que influyen en la resiliencia y su desarrollo. Trabajar en estas capacidades permite que, ante el trauma, las personas pueden adaptarse de forma más efectiva.
El papel de la evolución: ¿estamos hechos para superar el trauma?
La resiliencia ante el trauma podría no ser solo una capacidad individual, sino una adaptación evolutiva que ha permitido a los seres humanos enfrentar la adversidad. La respuesta de resiliencia, siendo la más común entre las trayectorias, sugiere que nuestra mente y cuerpo sí están programados, en cierta medida, para sobrellevar el dolor emocional y adaptarse a situaciones difíciles.
Desde una perspectiva evolutiva, la capacidad de recuperación tiene sentido: en entornos en los que las amenazas eran constantes (depredadores, condiciones climáticas extremas, conflictos entre grupos sociales…), los humanos que podían mantener su funcionamiento mental y físico pese a las dificultades tenían más posibilidades de sobrevivir y transmitir sus genes. Así, la resiliencia pudo haber surgido como una ventaja evolutiva, protegiendo no solo el bienestar del individuo, sino también el de la comunidad, que dependía de miembros mentalmente estables para seguir adelante.
Sin embargo, la resiliencia no es universal. Pese a que muchos logran adaptarse, otros desarrollan síntomas crónicos o experimentan respuestas tardías. Esto también puede entenderse desde una perspectiva evolutiva: distintas respuestas al trauma podrían reflejar una estrategia de adaptación en función del entorno y los recursos disponibles.
Aunque la resiliencia es la respuesta predominante, la diversidad de reacciones al trauma muestra que cada individuo cuenta con mecanismos únicos de respuesta. En resumen, la capacidad para superar el trauma es parte de nuestra naturaleza, pero los factores personales y contextuales juegan un papel clave en la forma en que esta capacidad se manifiesta.
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