El Carnaval de Venecia y las famosas máscaras venecianas son conocidas en todo el mundo. Posiblemente es, junto al Carnaval de Río, una de las celebraciones carnavalescas más populares, que atraen a cientos de turistas cada año.
¿Cuál es el origen del Carnaval veneciano y de sus máscaras? ¿Es cierto que estas últimas están relacionadas con la Peste Negra del siglo XIV? ¿Cuándo se empezó a celebrar el Carnaval en la ciudad de los canales? En el artículo de hoy, analizamos esta celebración y rastreamos sus raíces y su desarrollo durante la historia.
Orígenes y características de las máscaras venecianas
La primera mención documental que tenemos acerca del Carnaval de Venecia es del siglo XIII; en concreto, del año 1268. Se trata de un edicto en el que se prohíbe a los hombres enmascarados lanzar huevos a las mujeres. Parece ser que esta tradición, evidente antecedente de las bombitas llenas de agua, consistía en hacer explotar en los cuerpos de las mujeres que pasaban por la calle huevos llenos de líquido. Eso sí, de un líquido muy oloroso, pues era nada menos que agua de rosas.
El Carnaval medieval: cuando las fronteras se rompen
Los orígenes generales del Carnaval debemos buscarlos mucho más atrás, puesto que la fiesta que conocemos no es más que la deformación de una antiquísima celebración que ya encontramos en la antigua Roma. En concreto, en las Lupercalia, una festividad que se remontaba a la época de la fundación de Roma y que conmemoraba la crianza de Rómulo y Remo por parte de la loba sagrada.
Los lupercos, los jóvenes escogidos para realizar la celebración, daban comienzo al festejo a través de una carcajada ritual. Una risa que conecta con otras tradiciones carnavalescas, puesto que sólo a través de la risa puede surgir la burla, la ironía y el escarnio típicos de los carnavales.
Pero, probablemente, las fiestas romanas más directamente inspiradoras del posterior carnaval medieval fueron las Saturnalia, que se celebraban en honor del dios Saturno y durante las que, por unos días, se invertía el orden social: los esclavos eran tratados a cuerpo de rey y sus propios amos les servían.
Vemos, por tanto, que la esencia del Carnaval no es otra que la destrucción de fronteras y la inversión de los roles. Son días en los que no existen leyes ni normas, en los que todo está permitido. Las Carnestolendas medievales recogen esta idea y elevan la celebración a una verdadera apoteosis del necio, del loco, del pobre, del que comúnmente se encuentra exiliado de la sociedad, e inundan la festividad con burlas hacia la autoridad, tanto civil como religiosa.
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Instrumento de cohesión y de ostentación de poder
Por tanto, es fácilmente deducible que el Carnaval medieval no se restringía al ámbito veneciano, sino que era una fiesta común en todas las regiones de la cristiandad. El motivo de que el de Venecia sea el que más ha trascendido obedece a una serie de factores. Veámoslo.
Ya hemos dicho cómo los primeros documentos que atestiguan la presencia del Carnaval en Venecia datan del siglo XIII, pero con toda probabilidad la celebración ya existía, al menos, desde el siglo XI. Algunos historiadores creen que los orígenes del Carnaval en la ciudad de los canales los debemos a las congregaciones que se dieron en la Piazza San Marcos con motivo de la victoria de la República de Venecia contra el Patriarca de Aquileia, en el siglo XII. Por otro lado, la oficialización de la festividad no se dio en la ciudad hasta finales del siglo XIII.
En los últimos siglos del Medievo, la república veneciana se alzaba como la gran potencia del Mediterráneo. Su hegemonía política en el este de Europa, así como su comercio pujante, que conectaba con los mercaderes de Asia, hacían de la Serenissima una de las mayores realidades políticas de la época.
El Carnaval, por tanto, y tal y como recoge Gilles Bertrand en su maravilloso estudio sobre la historia de esta festividad en Venecia, comenzó a significar mucho más que un divertimento popular: se convirtió en instrumento de poder. ¿Cómo? A través de la ostentación de vestuario, escenografía y riquezas, Venecia mostraba sin tapujos a sus visitantes extranjeros su extraordinario poder, tanto político como económico.
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Máscaras y esplendor barroco
Pero, aunque el Carnaval veneciano se remonte a la primera Edad Media, las máscaras que actualmente nos quedan de la tradición carnavalesca son bastante posteriores. La mayoría proceden de los siglos XVII y XVIII, cuando el Carnaval alcanzó en la ciudad de los canales su máximo esplendor.
En concreto, empezó a cobrar fuerza la llamada máscara bauta, blanca y plana, que se solía llevar con un tricornio y un tabarro (una especie de capa). El uniforme era negro, en el que resaltaba la blancura un tanto inquietante de la bauta. Este tipo de máscara se hizo especialmente famosa por Giacomo Casanova (1725-1798), el célebre donjuán, que popularizó el atuendo en sus correrías amorosas.
La fabricación de máscaras, sin embargo, está documentada en la ciudad desde mucho antes. No sólo en el siglo XIII encontramos, como ya hemos dicho, la primera alusión documental a “hombres enmascarados”, sino que, en abril de 1436, los mascherieri o fabricantes de máscaras venecianos firman el primer estatuto de su gremio. Ello nos da una idea de la gran importancia que tenía este oficio en la ciudad; en el siglo XVIII llegó a haber nada menos que doce talleres oficiales, donde se fabricaban y vendían estos accesorios tan apreciados.
Y es que el Carnaval de Venecia no sólo se extendía por los días previos a la Cuaresma, sino que están documentados otros periodos del año en los que los ciudadanos también iban enmascarados. Por ejemplo, durante la Ascensión, que abarcaba nada menos que quince días.
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Peste bubónica y el “médico de la peste”
Si nos atenemos a los trajes y a las máscaras típicas, vemos que las tonalidades predominantes eran los negros, los blancos y los plateados. Los colores vivos empezaron a usarse mucho después, hasta el punto de que hoy en día nos es imposible imaginar el Carnaval con colores apagados. Y hablando de máscaras típicas, ¿qué hay de la famosa máscara llamada médico de la peste?
El rumor de que esta máscara tiene relación con la peste bubónica es cierto, sólo que no surgió durante la temible peste del siglo XIV. Recordemos que de epidemias de peste hubo muchísimas, y muchas de ellas se dieron en el siglo XVII. Es entonces cuando los médicos empiezan a vestir un curioso atuendo, con el cuerpo tapado por completo y con una máscara picuda cubriéndoles el rostro. La explicación es sencilla: en aquella época todavía imperaba la teoría humoral de Hipócrates y Galeno, por la que se daba explicación al contagio de las enfermedades.
En otras palabras, los efectos de los patógenos no se conocían, y se creía que el mal provenía de “respirar miasmas pútridas”. En consecuencia, los médicos cubrían su cara con este tipo de máscaras que, al estar provistas de una especie de “pico”, permitían “purificar” el aire antes de que este entrara por las fosas nasales. Para mayor “eficacia”, se rellenaban de plantas aromáticas.
El declive napoleónico y la recuperación del Carnaval
El siglo XVIII fue el gran siglo del Carnaval y de las máscaras venecianas. La parafernalia escénica y los atuendos y las máscaras alcanzaron su cénit, animados por una época galante (la del rococó) en la que las mascaradas y las fiestas estaban muy en boga.
Pero con el fin del siglo XVIII llegó también el declive del Carnaval. En 1797 cae la República de Venecia y Napoleón ocupa la ciudad. Uno de sus primeros edictos fue prohibir el Carnaval, prohibición que siguió activa durante la anexión al imperio austríaco. La alegría de la celebración sólo se recuperó a finales del siglo XIX, aunque no se materializó de forma oficial hasta 1979, cuando el despegue del turismo y la incipiente economía basada en el ocio hicieron posible su renacimiento. Hasta nuestros días.
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