En los países hispanos es difícil imaginar la Navidad sin los tres Reyes Magos. En muchos de estos países Melchor, Gaspar y Baltasar son los encargados de traer regalos a los niños en la noche del 5 de enero, la mágica Noche de Reyes. Tampoco es posible imaginar un belén sin estas tres figuras, que generalmente aparecen adorando al Niño y trayéndole tres regalos: oro, incienso y mirra.
Sin embargo ¿fue siempre así? La historia nos demuestra que no, que la representación de los Reyes (e incluso su edad y el número de ellos) ha ido variando considerablemente a lo largo de los siglos. Y es que, en realidad, la Biblia nos da muy poca información acerca de estos tres personajes. Para empezar, en el único Evangelio canónico en el que se habla de la infancia de Cristo, el Evangelio de Mateo, no se especifica que fueran tres, y sólo se habla de unos “magos” que fueron a adorar al Niño.
¿Sientes curiosidad? Acompáñanos a través de este recorrido por el origen y el desarrollo de estos personajes navideños, desde su raíz bíblica hasta sus más recientes representaciones.
Historia de los tres Reyes Magos de Oriente: ¿reyes o magos?
Al tratarse de figuras ligadas al cristianismo, es lógico pensar que la fuente principal de estos tres personajes sea la Biblia. Pues bien, tal y como ya hemos apuntado, en los Evangelios poca cosa se dice acerca de ellos. Mateo sólo cuenta que unos “magos” acudieron a ver al Niño y que lo adoraron y le trajeron como regalos oro, incienso y mirra, lo que ha hecho que, a pesar de que el apóstol no especifique su número, tradicionalmente se haya considerado que eran tres, uno por cada regalo.
Fijémonos, además, que Mateo habla de “magos”, no de reyes. La palabra “mago” viene del persa antiguo mogu, que, en realidad, quiere decir astrólogo. Es decir, que Mateo presenta a tres astrólogos que, al ver brillar una estrella atípica en el cielo, comprenden que algo milagroso y trascendente está a punto de ocurrir. Puede que los astrólogos fueran reyes a su vez, pero el evangelista no deja claro este punto. ¿Cuándo empiezan, pues, a relacionarse estas figuras con la realeza?
Todos los reyes se postrarán ante él
Para aclarar este punto, debemos viajar más atrás en el tiempo y tomar el Salmo 72 del Antiguo Testamento, donde podemos leer que vendrá un rey ante el que “todos los reyes se postrarán” y al que, además “servirán todas las naciones”. He aquí el germen de la iconografía posterior, que convierte a los magos en “reyes” que se postran ante Jesús, el Rey de Reyes, y le traen presentes. Además, en su simbolismo universal (puesto que los tres Reyes Magos simbolizan los tres continentes conocidos entonces) hacen a su vez realidad la profecía de que al nuevo rey lo adorarán y servirán “todas las naciones”; o sea, el orbe entero.
Está claro el intento de relacionar la venida de Cristo con las antiguas profecías bíblicas, una ligazón que pretende convertir a Jesús de Nazaret en la continuación de la fe judaica y, por tanto, en la promesa de Dios renovada. Esto no sólo se ve en el caso de los magos posteriormente convertidos en reyes, sino también en otros elementos como el nacimiento de Cristo en Belén, mucho más adecuado que el que probablemente fuera su pueblo natal, Nazaret. Recordemos que, en el Antiguo Testamento, el lugar de natalicio del Mesías tenía que ser Belén: “Oh tú, Belén Efrata, eres la más pequeña entre los miles de Judea, de ti saldrá hacia mi aquel que será el gobernante en Israel” (Miqueas, 5:2).
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¿Eran tres los Reyes Magos?
Ya hemos comentado cómo Mateo menciona a unos “magos”, en general, y no se detiene a especificar el número. Sólo a partir de los presentes que traen al Niño (oro, incienso y mirra) se dedujo mucho más tarde que los magos serían tres, en alusión, además, a los tres continentes entonces conocidos (África, Europa y Asia). En las primeras representaciones cristianas el número de magos-reyes varía dependiendo del lugar y el momento. En algunas catacumbas del siglo IV son entre dos y cuatro, pero en muchas representaciones del cristianismo copto (de la zona de Egipto y Etiopía) el número de personajes se eleva hasta doce, en un claro paralelismo entre estos reyes adoradores y los apóstoles de Jesús. No encontramos la consolidación del número hasta Orígenes (185-253), un teólogo cristiano romano que deja por escrito que, efectivamente, los magos eran tres.
El número casa perfectamente con el número de regalos que, además, adquirieron pronto una simbología propia. El oro simbolizaría la realeza de Cristo (en tanto que Rey de Reyes). El incienso, su condición divina, puesto que esta esencia se utilizaba desde antiguo en las celebraciones religiosas. Y, por último, la mirra haría referencia a su humanidad, porque era con este aceite con el que se ungía a los cadáveres antes de ser enterrados.
Relacionado con esta idea, surge más tarde el concepto de los tres presentes como símbolo de la Trinidad: el oro era del Padre, el Señor de todo; la mirra del Hijo, en cuanto a hombre; y el incienso, del Espíritu Santo, ente purificador.
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¿Cómo se llamaban en realidad los Reyes Magos?
Melchor, Gaspar y Baltasar; estos son los nombres canónicos de los Reyes Magos. Es evidente que, antes de la consolidación del número tres, los magos adoradores de Cristo carecían de nombres. E incluso cuando se determinó que habían sido tres los personajes que habían acudido a ver al Niño, la tradición no se puso de acuerdo con sus nombres. Para los griegos cristianos, eran Apellicon, Amerim y Serakin; para los coptos etíopes y egipcios, los nombres eran Ator, Sater y Paratoras.
Los nombres latinos que se consolidaron finalmente provienen del llamado Evangelio de Armenia, uno de los evangelios apócrifos, escrito en el siglo VI. Los evangelios apócrifos son textos que relatan aspectos de la vida de Jesús que no fueron admitidos en la recopilación final del Nuevo Testamento, por diferentes y variados motivos. Sin embargo, muchos de ellos nos aportan información muy valiosa acerca de la infancia de Jesús (recordemos que, en los evangelios canónicos, se habla muy poco sobre ella y sólo en el Evangelio de Mateo).
Este Evangelio de Armenia habla de Melkión, monarca de Persia; Gaspar, rey de India; y Baltasar, monarca de los árabes. Además de especificar sus nombres (que son los que han sobrevivido hasta nuestros días, con algunos cambios), este evangelio apócrifo dice que son magos, pero también reyes, en uno de los primeros textos donde se afirma que los astrólogos del Evangelio de Mateo pertenecen también a la realeza.
La representación iconográfica de los Reyes Magos en la historia
Con tantas variantes y tantos cambios, es lógico pensar que la representación plástica de los Reyes Magos ha sido diversa. En los primeros siglos cristianos, especialmente en la parte oriental del imperio romano, se les empezó a representar con gorro frigio y con los característicos pantalones persas de colores, una alusión clara a su origen oriental que, además, relacionaba el advenimiento de Jesús con ritos orientales de renovación solar como el mitraísmo. De esta guisa los vemos en el famoso mosaico de San Apolinar Nuevo (siglo VI), en Rávena, donde, además, aparecen también sus nombres “oficiales”: Melchor, Gaspar y Baltasar.
También en esta época es habitual representar a los Reyes Magos como símbolo de las tres edades del ser humano, es decir: juventud, madurez y senectud; probablemente, en referencia a Cristo como principio y fin de los tiempos. Habitualmente, Melchor está representado como un anciano de barba y cabellos blancos (en alusión a la vejez), Gaspar como un hombre adulto (la madurez) y Baltasar como un muchacho (la juventud). En San Apolinar Nuevo lo vemos con total claridad, pero nos llama la atención que los tres personajes son blancos. De hecho, la figura del rey Baltasar como africano no aparecerá en la iconografía hasta la segunda mitad del siglo XV y, más genéricamente, a principios del siglo XVI.
El tema de la diversidad de etnias (relacionada con los continentes y, por tanto, con aquello de que “será servido por todas las naciones”) se complicaba por el hecho de que, en el siglo XV, los europeos habían descubierto un “nuevo” continente, el americano, pero los reyes eran tradicionalmente sólo tres. En algunos lugares se empezó a representar a Baltasar como un hombre nativo americano, tal y como se puede ver en el retablo de la Catedral de Viseu. Sin embargo, esta iconografía no cuajó, y la tradición siguió viendo a Baltasar como un personaje proveniente de África.
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El origen de la festividad de Reyes
La celebración de la Epifanía (6 de enero en el calendario occidental) es muy antigua, pues, según algunas fuentes, data al menos del siglo III d.C. Sin embargo, la tradición de los Reyes Magos que traen regalos a los niños la noche del 5 al 6 de enero es bastante moderna. En España empezó en el siglo XIX, por lo que es de las más recientes, especialmente si la comparamos con la de San Nicolás (el germen de Santa Claus), que data de los siglos medievales.
Sea como fuere, la Noche de Reyes sigue siendo una noche mágica para los niños. Según la tradición, los que se han portado bien recibirán lo que han pedido previamente en sus cartas, pero los que han tenido una actitud más traviesa y desobediente encontrarán carbón en sus zapatos. Eso sí, la comida y la bebida habrán desaparecido, pues tanto los camellos como los Reyes Magos darán buena cuenta de ellas durante su visita.
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