Psicología en la serie 'Westworld': consciencia, identidad y narraciones

Una mirada psicológica (sin spoilers) sobre una de las mejores series sobre la naturaleza humana.

La serie Westworld es uno de los mayores éxitos recientes de la televisión. Esta combinación de ciencia-ficción y western explora temas como la memoria, la identidad y la consciencia, así como las funciones que tienen las narraciones en distintos ámbitos de nuestra vida, incluyendo la mental.

En 1973 Michael Crichton, cocreador de la saga Jurassic Park, escribió y dirigió la película “Westworld”, que en España fue titulada “Almas de metal”. Le siguieron una secuela, “Futureworld”, y una serie de televisión, “Beyond Westworld”, que aparecieron en 1976 y en 1980 respectivamente.

Westworld nos sitúa en un futuro indeterminado en el que el progreso tecnológico ha facilitado mucho la vida. La inteligencia artificial ha alcanzado la complejidad de la mente humana. En un parque temático que emula el Salvaje Oeste, los visitantes pueden interactuar con androides cuasi humanos del modo que deseen por tal de cumplir sus fantasías.

El ser humano como máquina

Como lo han hecho antes un gran número de obras de ficción, entre ellas las películas Blade Runner y Ghost in the Shell, Westworld utiliza la figura del androide como herramienta para explorar la naturaleza humana: cuando lo inanimado adquiere una consciencia de sí mismo, las concepciones tradicionales sobre la mente y la vida quedan cuestionadas.

Los androides de Westworld, que en el parque son conocidos como “anfitriones”, se comportan tal y como les dicta su programación. El código de los anfitriones sustituye a los genes humanos, así como a las influencias ambientales. Estos son los determinantes básicos de nuestra conducta, una vez se ha excluido el concepto del alma.

Estas ideas no se alejan de algunos planteamientos clásicos de la filosofía. Ante el debate sobre la existencia del alma o de la mente como entidades separadas del cuerpo, se han hecho propuestas que defienden que existe un dualismo y otras posturas, las monistas, que afirman que lo que entendemos como “consciencia” es un subproducto de la materia.

En el mundo de Westworld los androides están empezando a adquirir consciencia. En consecuencia surgen temas que pueden llegar a afectarnos de forma directa en un futuro no muy lejano, como la posibilidad de que la inteligencia artificial supere a la humana (lo que se conoce como “singularidad tecnológica”) o los derechos de los androides en tanto que seres sensibles.

La personalidad de los anfitriones

En los humanos la personalidad no es rígida ni provoca la conducta de forma directa, sino que existe una relación bidireccional entre el medio externo y los rasgos de personalidad, constructos hipotéticos que se asocian con nuestro organismo. Cambiamos al interactuar con nuestro entorno, mientras que los anfitriones dependen del código y por tanto de los programadores.

Como se revela en una escena de la serie, la personalidad de los anfitriones consiste en 15 rasgos, en los cuales se les asigna una puntuación del 1 al 20. Esta clasificación recuerda a las teorías estructurales de personalidad, como la del psicólogo Raymond Cattell, pero también a los juegos de rol -al fin y al cabo, el parque de Westworld es una especie de videojuego macabro.

Los rasgos que aparecen en la serie son los siguientes:

  • Sinceridad
  • Vivacidad
  • Coordinación
  • Docilidad
  • Humildad
  • Crueldad
  • Autopreservación
  • Lealtad
  • Empatía
  • Perseverancia
  • Valentía
  • Sensualidad
  • Carisma
  • Humor
  • Apercepción (asimilación de experiencias)

La teoría de la mente bicameral

En uno de los capítulos de Westworld el Dr. Ford, creador y director del parque temático, hace mención a la hipótesis en la que se basaron él y su compañero fallecido, Arnold, al concebir la mente de los anfitriones: la teoría de la mente bicameral, descrita por Julian Jaynes en su libro El origen de la consciencia en la ruptura de la mente bicameral (1976).

Jaynes afirmó que, en el pasado, los seres humanos concebían la mente como dos entidades separadas. Una de ellas, que se manifestaría en forma de voces frecuentemente atribuidas a dioses, daba órdenes a otra más pasiva, con la que las personas se identificaban. Así, según esta teoría la adquisición de la consciencia es un hito evolutivo posterior.

El Dr. Ford explica que la programación inicial de los anfitriones incluía un monólogo interno con la voz de Arnold; el objetivo de éste era que desarrollaran su propia “voz”, es decir, que adquirieran consciencia y por tanto una mente autónoma.

Jaynes se refirió como “ruptura de la mente bicameral” al momento en que los humanos pasamos a ser conscientes de nosotros mismos, hace 3 milenios. Este autor se refiere a la ruptura de la mente como la transición que nos hizo pasar de obedecer a las voces internas a ignorarlas. Para los anfitriones esto equivaldría a liberarse de los creadores y autodirigirse.

Según la teoría de la mente bicameral, una de las aptitudes de la mente consciente es la narrativización. La capacidad de situarnos en el núcleo de nuestras experiencias y de asimilarlas en una autobiografía mental coherente una vez han acontecido permite la aparición del sentido de identidad.

Narración, memoria e identidad

En la actualidad las perspectivas filosóficas y teóricas que conceptualizan nuestra percepción de la realidad como un resultado del lenguaje son muy populares. En particular, el construccionismo se centra en la creación colectiva de significados a través de la comunicación, y el constructivismo analiza los productos de la interacción social y lingüística.

En psicología las narraciones que creamos para dar sentido a nuestras experiencias tienen una gran importancia. Un gran número de psicoterapias, desde el psicoanálisis freudiano hasta la terapia narrativa, se focalizan en ayudar al cliente a desarrollar una nueva historia vital más satisfactoria que permita un cambio profundo en la personalidad.

En Westworld se plantea también otro tema psicológico clásico: el de la memoria como narración. Las personas recordamos las experiencias de nuestro pasado de modo imperfecto y principalmente mediante un código verbal, como historias, y las recreamos cada vez que volvemos a pensar en ellas. Esta narración continua constituye nuestra identidad.

El código de los anfitriones incluye un falso recuerdo traumático que actúa como “piedra angular” de su memoria. La identidad de los androides se constituye en torno a estas narraciones nucleares, que les hacen creer que su forma de ser tiene una explicación basada en sus experiencias, ignorando que están dirigidos por su programación.

Los recuerdos de los anfitriones quedan registrados de forma mucho más fiel que los de las personas, y aunque los programadores intentan borrarlos nunca consiguen hacerlo completamente. Las inteligencias artificiales de Westworld no sólo se parecen a nosotros, sino que son una versión aumentada de las propiedades que caracterizan a nuestra mente.

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