El cerebro es uno de los órganos más fundamentales para el ser humano, rigiendo tanto los procesos mentales y capacidades cognitivo-emocionales como los diferentes sistemas y órganos del cuerpo, incluyendo el control de los constantes vitales.
Se trata pues de un órgano fundamental e imprescindible para la vida, siendo necesaria cierta protección ante cualquier posible daño que pudiera provenir del exterior. El cráneo es una excelente barrera de protección, pero sin embargo no es la única barrera presente.
Existen una serie de membranas llamadas meninges entre cráneo y cerebro que sirven también, entre otras cosas, como protección al encéfalo y al conjunto del sistema nervioso. Una de ellas es la duramadre.
La duramadre: la más externa de las meninges
Las meninges son una serie de tres membranas llamadas duramadre, aracnoides y piamadre que rodean y protegen el encéfalo. Dichas membranas se sitúan entre el cráneo y el cerebro, estando situadas una tras de otra y circulando entre ellas diferentes vasos sanguíneos y fluidos como el líquido cefalorraquídeo. Su presencia no se da únicamente en el cerebro, que recubren en su totalidad, sino que además de éste están presentes en gran parte de la médula espinal.
La más externa de las tres y a la que se dedica el presente artículo es la duramadre. Se trata de la meninge más gruesa y resistente, en estrecho contacto con el cráneo. Su rigidez y las diferentes prolongaciones que tiene recubriendo el cerebro hacen éste conserve su forma y consistencia interna. Además contiene gran parte de las venas que recogen la sangre utilizada por el cerebro y la devuelven al corazón. La duramadre recubre con gran precisión la mayor parte del sistema nervioso, llegando desde el cerebro hasta las vértebras sacras de la médula espinal.
Tanta la duramadre como el resto de las meninges contienen y están conectadas por diferentes fibras nerviosas, poseyendo múltiples receptores de presión y dolor. En la propia duramadre destacan la presencia de los nervios trigémino y vago, así como los tres primeros nervios espinales. Es, en definitiva, una capa de las meninges que hace de "puente" entre el sistema nervioso central y los elementos del organismo que están más allá.
Estructura anatómica de la duramadre
Si analizamos la duramadre y su composición, podemos observar como esta meninge posee y está compuesta principalmente por dos grandes capas, la capa perióstica y la capa meníngea, partiendo desde la última cuatro grandes tabiques que dividen la cavidad del cráneo en diferentes partes o celdas.
1. Capa perióstica
La primera de las capas de la duramadre es la llamada capa perióstica o endóstica, siendo esta la parte de la meninge que se encuentra adherida al cráneo. Es en esta capa donde se pueden encontrar la mayoría de vasos sanguíneos que irrigan el cerebro. Se encuentra únicamente a nivel craneal, no estando presente en la médula espinal.
2. Capa meníngea
Posteriormente se puede encontrar la capa meníngea, de gran fortaleza y con gran contenido de colágeno. Es desde esta capa donde se prolongan una serie de tabiques, que son los que contribuyen a dar forma al cerebro manteniendo los límites entre las distintas estructuras.
Dichos tabiques de la duramadre, que dividen la cavidad craneal en diferentes celdas, son los siguientes.
2.1. Hoz del cerebro
El nombre de hoz de este tabique se debe a que corta o divide en dos partes la fosa cerebral. Se sitúa en la parte media del cráneo, de manera vertical.
2.2. Tienda del cerebelo
Este tabique de la duramadre separa los lóbulos occipitales y el cerebelo. Protege el mesencéfalo. También delimita y protege el nervio trigémino.
2.3. Hoz del cerebelo
Al igual que en la hoz del cerebro, este tabique mantiene dividido en dos mitades una de las estructuras del cerebro. En este caso, este tabique mantiene separados los dos hemisferios cerebelosos.
2.4. Tienda de la hipófisis
Se trata de un tabique que envuelve la silla turca, parte del cráneo donde se aloja la hipófisis, a la cual protege.
Funciones principales
La existencia de la duramadre es una gran ventaja para la supervivencia humana. Las funciones principales de esta membrana, si bien se han podido entrever anteriormente, son las siguientes.
1. Protege el cerebro y la médula
La función principal de la duramadre y de las otras meninges es la de proteger el sistema nervioso. Dicha protección se da tanto a nivel biológico, ya que actúa como un filtro que dificulta la entrada de agentes nocivos externos, como a nivel físico, puesto que entre la presencia del cráneo, la propia membrana y el líquido cefalorraquídeo se dificulta que los golpes puedan afectar y dañar al cerebro.
2. Contribuye a mantener la forma del cerebro
La división en celdas de la cavidad craneana, que se da gracias a los tabiques de la duramadre, permite que se mantenga la estructura de las diferentes localizaciones y partes del encéfalo, así como su forma general.
3. Evita el movimiento de la masa cerebral
La presencia de las meninges hace que el cerebro se mantenga en su sitio, limitando el desplazamiento que podría darse ante el mero movimiento del cuerpo.
4. Irrigan el cerebro
En la duramadre se encuentran una gran cantidad de vasos sanguíneos, especialmente los encargados de devolver al corazón la sangre de la cual el cerebro ya ha consumido los nutrientes, es decir las venas. Así pues, esta capa de las meninges cumple una importante función a la hora de hacer que buena parte del sistema nervioso central funcione como debe y pueda evacuar la sangre sobrante.
Sin embargo, esta función de la duramadre también la expone a riesgos en forma de patologías, como por ejemplo aneurismas muy peligrosos, infecciones del estilo de la meningitis o isquemias.
5. Percepción de dolor y tensión cerebral
Tanto la duramadre como el resto de las meninges están inervadas por diferentes nervios, conteniendo una gran cantidad de receptores. Estos receptores suponen un mecanismo de detección fisiológica de problemáticas de índole cerebral. Permiten por ejemplo percibir el dolor asociado a la presión del cerebro contra el cráneo, e incluso son las principales responsables de que suframos cefaleas.
Esta función es especialmente vital para la supervivencia, dado que el propio encéfalo no posee receptores que puedan avisar de la ocurrencia de un mal interno. Dicho de otro modo, sin la presencia de meninges no seríamos capaces de detectar dolores de cabeza que nos pueden avisar de problemas y darnos tiempo a reaccionar poco antes de que queden dañadas zonas muy delicadas del sistema nervioso.
Referencias bibliográficas:
- Kandel, E.R.; Schwartz, J.H.; Jessell, T.M. (2001). Principios de Neurociencia. Madrid: McGraw Hill
- Martínez, F.; Mañana, G.; Panuncio, A. y Laza, S. (2008). Revisión anatomo-clínica de las meninges y espacios intracraneanos con especial referencia al hematoma subdural crónico. Revista Mexicana de Neurociencia: 9 (1): 17-60.