El encéfalo humano no es una masa amorfa y homogénea, sino que en él pueden encontrarse un gran número de estructuras y subestructuras con grandes diferencias entre sí, que funcionan con distintos neurotransmisores y que poseen diversas funciones.
Si bien algunas de estas estructuras del encéfalo son conocidas por mucha gente, como la amígdala o el hipocampo, otras resultan más desconocidas a pesar de tener un importante papel a la hora de regular nuestra conducta. Por ejemplo, contribuyendo a regular las hormonas y a seguir los ritmos circadianos. Este es el caso del epitálamo, del cual vamos a hablar en este artículo.
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¿Qué es el epitálamo?
El epitálamo es una relativamente pequeña estructura que forma parte del diencéfalo y que puede encontrarse justo por encima del tálamo y tocando el techo del tercer ventrículo. Se trata de una estructura principalmente vinculada al sistema límbico, siendo relevante en la gestión del instinto y las emociones.
También se encuentra asociada al sistema neuroendocrino a través de la glándula pineal, una de las principales estructuras que forma parte del epitálamo que también forma parte de dicho sistema. Estamos ante una estructura con una amplia gamma de conexiones con el resto de regiones del encéfalo, incluida el sistema olfativo (teniendo también relación con la percepción y reacción a los olores) y otras muchas estructuras del encéfalo.
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Partes del epitálamo
El epitálamo está configurado por un conjunto de estructuras de gran importancia para el ser humano. Al margen de las estrías medulares, fibras nerviosas que establecen conexiones con otras regiones del cerebro, podemos encontrar dos grandes estructuras, las cuales son las más relevantes y conocidas del epitálamo.
Epífisis o glándula pineal
La estructura más conocida del epitálamo es la glándula pineal. Se trata de un elemento conocido desde hace la antigüedad (concretamente las primeras informaciones que se han hallado al respecto datan del siglo III antes de Cristo), proponiendo Descartes la existencia en ella de espíritus animales relacionados con las emociones.
Inervada por el sistema nervioso autónomo y estando conectada con otros núcleos como los septales, la glándula pineal es una importante estructura cerebral reguladora del sistema neuroendocrino, participando en funciones como la regulación de la energía y la sexualidad.
Uno de los aspectos más importantes de la glándula pineal es el hecho de que es la encargada de secretar melatonina a partir de la serotonina, cuando la iluminación es inexistente o muy baja. De este modo la epífisis es imprescindible en la regulación de los ritmos circadianos y del sueño y la vigilia.
También se encuentra implicada en la síntesis de endorfinas y hormonas sexuales como la hormona luteneizante, así como en el crecimiento y maduración sexual (la cual su actividad retrasa).
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Habénula o núcleos habenulares
Además de la glándula pineal, la otra gran estructura del epitálamo es la habénula o núcleos habenulares (ya que en realidad hay dos estructuras). Se encuentra unida a la anterior, y resulta de gran relevancia a la hora de recibir y enviar conexiones núcleos del sistema límbico y la formación reticular. Los núcleos habenulares son elementos que, al contrario que epífisis, no tienen funciones endocrinas.
Actúa en gran medida como puente entre diversas áreas cerebrales (incluyendose además de las anteriores los núcleos talámicos, los del prosencéfalo o área preóptica) aunque precisamente por estas conexiones también parece estar implicada en la motivación a no actuar, el miedo y las valoraciones negativas de los hechos semejantes a los que en el pasado pudieron causarnos daño. Por último, también se encuentran vinculadas a la capacidad de dotar de información emocional a los olores.
Sus funciones
Como hemos indicado anteriormente, aunque el epitálamo no es especialmente conocido su existencia y funcionamiento en el encéfalo es de gran relevancia para el ser humano, teniendo funciones importantes para nuestra adaptación y supervivencia.
Como parte del sistema límbico, participa en la gestión de la emoción y la motivación. En este sentido puede explorarse su papel en diferentes trastornos como la depresión o la ansiedad anticipatoria.
Una de estas funciones es la gestión de los ritmos circadianos, nuestro reloj biológico que regula en qué momentos del día disponemos y empleamos más o menos energía. En este sentido también tiene gran importancia en la gestión del sueño, debido a que la glándula pineal presente en el epitálamo reacciona a la ausencia de luz produciendo melatonina y disminuyendo los niveles de energía, facilitando el sueño.
También participa en el crecimiento y maduración sexual, ajustando el ritmo biológico en el cual nos desarrollamos y nos transformamos en adultos. Por último, sus conexiones con las vías olfativas las hacen relacionarse con la capacidad de percibir los olores y otorgarles un significado emocional.
Referencias bibliográficas
- Kandel, E.R.; Schwartz, J.H. & Jessell, T.M. (2001). Principios de neurociencia. Cuarta edición. McGraw-Hill Interamericana. Madrid.