Es del todo normal (y también funcional) sentir nervios antes de realizar un examen. Pueden ser más o menos intensos, pero la inquietud a la hora de afrontar unas pruebas importantes es una señal de que somos conscientes de la relevancia que tiene esto en nuestra vida. O sea, significa que somos personas conscientes y sanas emocionalmente.
Es frecuente también que nos sobrevenga la sensación de que no nos acordamos de nada, a pesar de que llevemos semanas estudiando. Aunque, quizá, lo más “temible” sea el miedo de quedarse en blanco en el momento crucial. En resumen; los nervios ante un examen no son patológicos, pero pueden convertirse en un problema si son suficientemente fuertes. Si quieres saber cómo afrontar adecuadamente estos nervios, sigue leyendo.
¿Cómo afrontar los nervios ante los exámenes?
Ya lo hemos comentado: los nervios ante una prueba importante son del todo normales. Además del estado de incertidumbre causado por la duda de cómo nos va a ir, existe también el estrés de la preparación del examen, que requiere una elevada concentración y una cierta renuncia a otras actividades que nos puedan resultar placenteras.
Entonces ¿cómo afrontar los nervios y el estrés?
Las pruebas y el estrés
Los nervios y el estrés que causa la cercanía de un examen no tienen nada que ver con una falta de capacidades, ya que estos aparecen aunque llevemos la asignatura perfectamente bien. Sin embargo, un elevado índice de estrés puede provocar lapsus de memoria, bloqueos y mala asimilación de contenidos.
Así, una correcta gestión de nuestro estado emocional es clave a la hora de preparar y afrontar una prueba. El estrés es algo funcional, que nos ayuda a avanzar y a ser resolutivos y, siempre que no se convierta en algo patológico o disfuncional, es absolutamente normal sentirlo en momentos importantes de nuestra vida. Sin el estrés funcional, no reaccionaríamos ante los estímulos vitales y no podríamos llevar a cabo ninguna decisión.
En principio, el rendimiento y el estrés ante los exámenes se presenta en curva. De esta forma, cuanto más estrés sintamos en un inicio, más activos y volcados estaremos en nuestra preparación, y seremos más capaces de renunciar a otras actividades en pro del estudio.
Más tarde, cuando se rebasa un punto concreto, la curva cambia de sentido; cuanto más estrés, peor rendimiento. En otras palabras, el arousal (la capacidad de estar atentos y reactivos) disminuye considerablemente, y nuestra mente se vuelve incapaz de procesar información. Para empeorar la situación, la sensación de no avanzar y estar perdiendo nuestro tiempo puede provocarnos un sentimiento de frustración y empeorar nuestra autoestima, y esto en nada nos ayudará.
En conclusión, podemos decir que la falta de estrés es anormal y problemática, pero el exceso también lo es. ¿Cómo conseguir, pues, un nivel de estrés funcional? La gestión de las emociones es la clave.
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La gestión emocional durante la preparación de una prueba
A continuación, te presentamos algunos consejos que pueden ayudarte a afrontar tus exámenes debidamente y con el estrés justo y necesario.
1. Pon por escrito tus miedos
A menudo, lo que nos causa mayor estrés es no saber qué estamos sintiendo. Para poder identificarlo, es muy útil anotar en un papel las emociones que nos sobrevienen, tanto las positivas como las negativas. Especialmente importante es apuntar los miedos que nos bloquean o nos causan inquietud.
Por ejemplo, si lo que anotamos es “miedo a suspender”, podemos preguntarnos: ¿Qué probabilidades hay de que ocurra eso? ¿Hemos acudido a clase? ¿Hemos estado atentos a las explicaciones? ¿Hemos estudiado convenientemente a lo largo del curso? Estas preguntas nos ayudarán a ser más realistas y a distinguir la situación real de nuestros miedos.
Si resulta que apenas hemos acudido a las lecciones, es normal que sintamos inquietud. Entonces, lo más práctico es ponernos a estudiar inmediatamente. Sentir miedo y regodearnos en él no nos va a ayudar a aprobar.
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2. Planificar el estudio
Tras entender qué nos da miedo y concienciarnos de que es un escenario todavía irreal, es hora de pasar al plan de acción. Es altamente necesario planificar nuestro estudio; de otro modo, nuestra preparación resultará caótica y sólo nos producirá más miedo y frustración.
Esta programación puede pasar por concretar qué temario estudiar diariamente, qué resúmenes realizar y cuándo, qué horas del día le vamos a dedicar al estudio, etc. Es importante también no repartir el tiempo por igual y detenernos especialmente en los temas que no nos hayan quedado tan claros o de los que tengamos dudas.
Los beneficios de una correcta planificación no son sólo poder afrontar mejor el examen y tener más posibilidades de aprobar, sino que también obtendremos una mejora de nuestra autoestima, puesto que tendremos una sensación de control sobre nuestras acciones.
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3. Pregunta… pero escoge bien a quién
Mal de muchos, consuelo de tontos, dice el refrán. Y, aunque no es solución, puede resultar terapéutico darte cuenta de que no eres el único que sufre estrés ante la prueba. Preguntar a tus compañeros puede resultar útil en este sentido. Además, puede que algunos puedan aconsejarte sobre qué técnicas seguir para disminuir el nerviosismo.
Pero ¡cuidado! Mira bien a quién le preguntas. Dirigirse a las personas que saben gestionar sus emociones es muy beneficioso, pero preguntar a quienes no saben gestionar su estrés puede conducirte al mismo pozo sin fondo. Así que pregunta, pero escoge bien a quién.
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4. Evoca lo que has aprendido
Estudiar no sólo es hacer resúmenes y esquemas. Resulta muy útil evocar lo que ya se ha estudiado, para comprobar si, efectivamente, lo has interiorizado adecuadamente. Puedes hacer que alguien te pregunte sobre el tema, o puedes realizar un resumen del contenido y luego comprobar si lo que has escrito es correcto. Piensa que la evocación es una técnica óptima para estimular al cerebro a recordar e implantar información.
La evocación nos permitirá reducir considerablemente el estrés, ya que veremos qué sabemos y en qué temas nos hace falta todavía un repaso, lo que nos dará seguridad y control.
Es un examen, no el fin del mundo
Y recuerda: a pesar de que el examen que vas a afrontar es, por supuesto, importante y como tal debes prepararlo, no se trata del fin del mundo. La mayoría cuentan con segundas oportunidades u otras alternativas, así que intenta no exagerar ni dramatizar.
Psicología Y Psicoterapia Miguel Ángel
Psicología Y Psicoterapia Miguel Ángel
Centro sanitario de Psicología
Lo más importante es saber que suspender un examen no significa que seamos un fiasco ni nada parecido; simplemente, somos seres humanos con altibajos y momentos mejores y peores y que, por supuesto, nos equivocamos.