La veintena puede ser vista como una época vital repleta de oportunidades. Especialmente si la comparamos con otras edades, podemos pensar en ella como un momento de juventud, energía, diversión y/o experimentación en ausencia de responsabilidades propias de la adultez tardía (hijos, hipotecas...).
Sin embargo, los llamados “millenials” (nacidos entre 1981 y 1999) no siempre sienten emociones tan positivas como cabría esperar ante este escenario.
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¿Qué es la crisis del cuarto de vida?
La psicóloga estadounidense Abby Wilner y la periodista Alexandra Robbins acuñaron el término “crisis del cuarto de vida” en su libro con el mismo nombre, publicado en 2001.
Ambas se refieren con este término al estado de confusión y los sentimientos de estar perdido/a y atrapado/a que pueden aparecer en la veintena y llevar al replanteamiento del estilo de vida, incluyendo cambios en amistades, parejas y vocaciones.
¿Por qué podemos vivir una crisis al llegar a los 25 años?
La incertidumbre económica y social, la toma de conciencia de las dificultades para independizarse de la familia de origen y ser autónomo/a, las posibles decepciones ante la inmersión en el mundo laboral, las diferencias entre la vida que se creía que se iba a tener a esta edad y la que realmente se tiene, las dudas sobre el propio rendimiento y habilidades ante las demandas sociales de perfección y éxito... Estos son algunos de los aspectos que se han relacionado con la vivencia de una crisis al llegar a la etapa de entre los 25 y los 30 años.
La sociedad en la que vivimos, muy mediatizada y expuesta en redes sociales, ha establecido modelos de “vida perfecta” accesibles 24 horas/día con sólo disponer de un móvil con conexión a Internet. Disponemos de modelos respecto a cómo vestir, cómo peinarnos, cómo debe de ser nuestro cuerpo, cómo debemos divertirnos, qué tenemos que comer, dónde debemos trabajar y adónde viajar para ser aceptados y considerados exitosos/as.
Esto puede llegar a generar una presión muy grande, la cual podemos manejar mejor en momentos más tardíos de nuestra vida. De hecho, existen estudios que han confirmado que la presencia de emociones de afecto negativo (ansiedad, tristeza, estrés, angustia, etc.) es mayor en los jóvenes que en los más mayores.
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¿Cuáles son los aspectos fundamentales de la crisis del cuarto de vida?
Estas son las señales y síntomas típicos de este fenómeno psicológico:
1. La búsqueda de un trabajo perfecto
Los estudios han detectado que los jóvenes están especialmente centrados en lograr una situación laboral perfecta. Esto incluye la búsqueda de nuevos trabajos, mejor remunerados, con menos horas, con mayor estatus, mejores relaciones con los compañeros y con menos estrés. Esto puede llegar a suponer un continuo estado de tensión, ansiedad y preocupación.
2. La conciencia e implicación en temas sociales y de salud
Los expertos coinciden en afirmar que los jóvenes están muy mentalizados de las problemáticas que existen en la sociedad y de aquellas a las que deberán hacer frente tanto a nivel económico, como social e, incluso ecológico, en el futuro.
También se ha señalado que los jóvenes son plenamente conscientes de su propio estado de tensión y tratan de reducir el estrés a través de actividades concretas, como son el yoga, la meditación, acudir al gimnasio o, simplemente, descansar un rato en la cama y dormir.
3. La priorización de la independencia
En comparación con personas de mayor edad, los estudios sugieren que los veinteañeros dan especial importancia a su independencia. Esto supone desarrollar habilidades individuales que permitan una autonomía a todos los niveles, si bien se corre el riesgo de caer en la individualidad extrema.
Los expertos han detectado que los millenials describen las relaciones personales como un ámbito a fomentar para lograr su satisfacción personal con menor frecuencia que las personas que se encuentran en la década de los 40 ó los 50 años. Lograr una carrera exitosa parece haberse convertido en la prioridad frente a la creación de una familia, en comparación con generaciones anteriores. Además, los datos apuntan a que los jóvenes no salen ni quedan con sus iguales tanto como lo que cabría esperar e, incluso, en relación con personas de mayor edad.
4. La falsa espiritualidad
Los estudios han detectado que el interés en aspectos espirituales (entendidos como la necesidad de trascender y de autorrealización) aparece a edades más tardías. Además, señalan una tendencia actual a buscar la satisfacción en aspectos materiales y rápidos, cuando no fugaces. Este aspecto contrasta con la espiritualidad basada en aspectos vinculares y profundos, y que sólo se puede alcanzar a largo plazo.
Conclusión
En resumen, la crisis de los 25 años (o del cuarto de vida) es más común de lo que a priori pueda parecer. Está relacionada con aspectos generacionales, pero también con la situación social, económica y ecológica del mundo actual.
La forma y duración de la transición a la vida adulta ha cambiado en los últimos años y puede dar lugar a decepciones y frustraciones si lo que esperábamos que iba a ser nuestra vida no coincide con nuestra realidad. Además, la falta de certezas, la incertidumbre y la conciencia de todos los problemas que se tendrán que enfrentar en el futuro, pueden influir también en la aparición de un estado de tensión y ansiedad.
Ante esto, podemos quedarnos bloqueados/as o podemos tratar de resignificar este estado de crisis como una oportunidad para hacer los cambios necesarios para que nuestra vida se acerque a lo que deseamos. Las crisis son un buen momento para replantearnos nuestras prioridades y valores. Además, a la luz de los estudios, puede ser especialmente relevante evaluar hasta qué punto nos estamos centrando en aspectos laborales, dejando para más tarde aspectos relacionales (ya sean en torno a la pareja, la familia o las amistades) y aspectos de tipo espiritual vinculados a la satisfacción y autorrealización.
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