Si bien la celiaquía o enfermedad celíaca se remonta a los inicios de la agricultura, y por tanto de la civilización, en los últimos años se ha producido un llamativo aumento en la concienciación en torno a esta enfermedad, hasta el punto de que muchos profesionales han advertido del riesgo de sobrediagnóstico asociado a la baja fiabilidad de las pruebas.
En este artículo describiremos los principales síntomas y signos celíacos, que afectan tanto al sistema gastrointestinal como a otras funciones del organismo. También hablaremos de las causas de esta enfermedad y de los modos mediante los que se puede manejar, a pesar de que no existe un tratamiento que resuelva las alteraciones que subyacen a los síntomas.
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¿Qué es la celiaquía?
La enfermedad celíaca es un trastorno autoinmune que se caracteriza por la inflamación de la mucosa y el acortamiento de las vellosidades del intestino delgado en respuesta al consumo de gluten, un conjunto de proteínas que se encuentra en cereales como el trigo, la avena, la cebada y el centeno.
Se trata de un trastorno relativamente poco conocido por la población general; sin embargo, se cree que afecta en algún grado a 1 de cada 100 o 200 personas. En este sentido es importante tener en cuenta que el número de diagnósticos se ve influido por lo estricto de los criterios que se utilicen y por la concienciación en torno a la enfermedad.
La celiaquía también puede ser difícil de diagnosticar por el hecho de que en muchos casos no hay síntomas o bien estos son leves: muchas personas celiacas refieren sólo ligeras molestias gastrointestinales. Se cree que sólo se diagnostica aproximadamente el 20% del total de casos de esta enfermedad, y que afecta en mayor medida a las mujeres y a los caucásicos.
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Síntomas celíacos principales
Las reacciones autoinmunes características de la celiaquía interfieren en la absorción de ciertos nutrientes y pueden dañar la mucosa que recubre el intestino si la persona afectada consume gluten de forma habitual. Estos problemas se manifiestan en síntomas y signos como la sensación de fatiga, la anemia, la diarrea, la pérdida de peso y la hinchazón por gases.
En adultos es habitual que aparezcan signos no asociados al sistema digestivo, en particular los dolores de cabeza, las úlceras bucales, la aparición de erupciones y picor en la piel, el dolor en las articulaciones y la disminución de la densidad de los huesos (osteoporosis) y la anemia por falta de hierro. También pueden darse lesiones en el sistema nervioso.
En cambio, cuando la persona afectada tiene menos de 2 años los signos más significativos son la aparición de vómitos y diarrea crónicos, la disminución del interés por la comida, la hinchazón del vientre y la atrofia de los músculos. En niños algo mayores son característicos la diarrea, el estreñimiento, los síntomas neurológicos, las cefaleas o la falta de coordinación.
Además de los síntomas que hemos descrito, cuando la celiaquía se da en niñas y en niños de corta edad las alteraciones digestivas pueden provocar retrasos y déficits en el desarrollo físico que en ocasiones dejan secuelas a largo plazo. Estas complicaciones se relacionan con los vómitos, la diarrea, la falta de apetito y los problemas para absorber nutrientes.
Causas de esta enfermedad
Las lesiones en las vellosidades que recubren y protegen el intestino delgado, así como la inflamación de este segmento del sistema digestivo, alteran su capacidad de absorber determinados tipos de nutrientes esenciales para el funcionamiento correcto del organismo. En particular interfieren en la captación de vitaminas y de minerales.
Si bien se desconoce la causa específica de la enfermedad celíaca, se sabe que aparece como consecuencia de una combinación entre factores genéticos y otros de tipo ambiental. Así, algunas personas están biológicamente predispuestas a reaccionar negativamente al consumir gluten, y al hacerlo de forma más o menos regular podrían sufrir lesiones intestinales.
Dado que la celiaquía tiene un componente genético significativo, no resulta sorprendente que la probabilidad de desarrollar esta enfermedad sea mayor en personas con familiares cercanos afectados. Lo mismo sucede con otros factores de riesgo influidos por la herencia, como la diabetes mellitus tipo 1 y las enfermedades que afectan a la tiroides.
Por otra parte, diversas alteraciones que afectan al sistema gastrointestinal pueden favorecer la aparición de signos de celiaquía. Así, con frecuencia la enfermedad se empieza a manifestar como consecuencia de infecciones víricas en los intestinos, del embarazo y el parto, de cirugías invasivas y de periodos de estrés muy intenso.
Tratamiento y manejo
En la actualidad no se conoce ningún tratamiento capaz de corregir las alteraciones subyacentes a la enfermedad celíaca. Es por esto que la intervención en estos casos suele tener el objetivo de prevenir o minimizar los síntomas, y consiste principalmente en aspectos conductuales y en el cambio de los hábitos alimenticios.
Por tanto, la celiaquía se maneja evitando consumir alimentos y bebidas con gluten. Algunos de los más habituales son el pan, la bollería, las pastas italianas, la cerveza y el chocolate. Se recomienda a las personas celiacas que procuren asegurarse de que compran alimentos sin gluten; esto es especialmente relevante en el caso de los productos manufacturados.
Las personas celíacas pueden beneficiarse enormemente de llevar una dieta libre de gluten. Esto no sólo previene la aparición de síntomas y reduce la severidad de los que ya están presentes, sino que también favorece que los procesos autorreparadores del sistema gastrointestinal puedan tener lugar correctamente, aliviando la enfermedad a largo plazo.