¿Qué es lo primero y lo último que haces en el día? Hace unos 20 años, la respuesta a esta pregunta hubiera sido muy diferente a la que una gran cantidad de personas darían hoy.
Para empezar, nadie hubiera contestado “mirar las redes sociales en el celular” en el año 2002. Pero sí lo harían en estos días, especialmente jóvenes y adolescentes, muchos de los cuales no recuerdan una vida sin smartphone.
Los teléfonos inteligentes nos brindan, de forma casi ilimitada, una gran cantidad de estímulos que pueden hacer que la vida real nos parezca, un poco, sin gracia.
No es raro ver personas que prefieren mirar sus redes sociales cuando otras personas les hablan (fenómeno conocido como “phubbing”), cuando están en reuniones de trabajo o familiares, en eventos religiosos, en funerales... O incluso cuando están conduciendo.
Si te identificas con alguno de estos comportamientos que he ido nombrando, es posible que estés padeciendo lo que se conoce como síndrome FOMO.
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¿Qué es el Síndrome FOMO?
FOMO, por sus siglas en inglés “Fear Of Missing Out” (Miedo a perderse de algo), es un síndrome que se ha ido popularizando a lo largo de los últimos años en la bibliografía especializada en salud mental.
Se trata, de acuerdo a Franchina et. al., de aquellos sentimientos de ansiedad que surgen al pensar que otras personas pueden estar o haber disfrutado de ciertas experiencias enriquecedoras de las que uno no es parte.
Al brindarnos las redes sociales un acceso sin límites a las publicaciones de otras personas, muchos caen en la trampa de la comparación constante con estas. Y lo que es peor, uno está comparando su “gris” y “triste” vida no con las vidas reales de otros, sino con lo que estos deciden mostrar o proyectar, por lo que tampoco tenemos acceso a una visión real de las experiencias ajenas.
Alguien puede presumir en Instagram de sus maravillosas vacaciones, de lo bien que lo pasó con sus amigos, pero puede ocultar que quizás llovió todos los días o que el grupo de amigos que parece tan unido, en realidad, no se llevó tan bien durante esa semana en la playa, ni está tan unido en el día a día. Aunque decidan mostrar lo contrario.
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El impacto psicológico del FOMO
FOMO ha sido señalado por algunos autores, como Haidt y Allen, como una de las principales razones que explican el uso compulsivo de las redes sociales, y explicaría, al menos en parte, la crisis en salud mental que se ha experimentado sobre todo en adolescentes y jóvenes durante los años en los que se universalizó el acceso a estas plataformas, especialmente en países del primer mundo.
Este síndrome se asocia, de acuerdo a Pérez-Elizondo, además de a mayores niveles de ansiedad, con síntomas depresivos, frustración, un sentimiento de soledad creciente y a una mayor cantidad de estrés.
El problema se agrava por el hecho de que quien lo padece entra en una especie de círculo vicioso: siente un gran malestar emocional por el hecho de que otras personas puedan estar disfrutando de ciertas actividades o experiencias de las que no es parte. Esto genera que, de manera obsesiva, esté pendiente de sus redes, para controlar si esto sucede o no, lo que le quita el tiempo y la motivación necesarios para vivir sus propias experiencias, dejando el smartphone de lado y centrándose en realizar actividades más satisfactorias en el largo plazo.
Varchetta et. al. opinan que es muy posible que FOMO sea la principal motivación del uso descontrolado de las redes sociales. Aunque, de acuerdo a Franchina y sus colegas, se asociaría más a las plataformas en las que los usuarios comparten su día a día mediante fotos o videos (como Instagram, Facebook o Snapchat) y no tanto a otras más privadas y con menos dependencia de las imágenes, como puede ser Twitter.
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¿Qué hacer?
De acuerdo a la psicóloga e investigadora Jeanne Twenge, la utilización de pantallas (y más aún de las redes sociales) se asocia con una peor salud mental, lo contrario a lo que ocurre con la realización de actividades al aire libre o al interactuar de manera más recurrente con personas de carne y hueso. Twenge recomienda a los padres ser conscientes de los efectos negativos que puede tener el acceso ilimitado a las redes sociales.
Un estudio realizado por Hunt et. al. en el año 2018, ha mostrado que al disminuir o eliminar la cantidad de horas al día que los participantes destinaban a las redes, los síntomas de FOMO disminuían considerablemente y también podían percibirse mejoras en la salud mental en general. Estos resultados coinciden con las hipótesis señaladas previamente acerca de los efectos de un uso descontrolado de las redes.
En ese sentido, un modelo de tratamiento psicológico efectivo para uso problemático de las redes sociales puede ser el desarrollado por Echeburúa y de Corral, que consiste de dos partes: una primera fase de shock, donde el sujeto se abstiene completamente de utilizar las redes por unas tres semanas, con el fin de descondicionar el comportamiento, para luego pasar a una fase de exposición paulatina donde, progresivamente, el individuo genera nuevos hábitos de utilización de las redes de manera controlada.
Aún queda mucho por descubrir para conocer el alcance de los efectos de las redes en nuestra salud mental. Como psicólogos, es importante ayudar a concienciar a la sociedad acerca de las consecuencias de ciertos comportamientos, que podemos identificar como neutrales o benignos, pero que pueden tener un lado negativo.