Hay quienes asumen que el ser humano perfecto es el que se guía principalmente a través de la racionalidad y la lógica. De hecho, no son pocos los filósofos que a lo largo de los siglos han visto a las emociones como un obstáculo que nos impide vivir de manera totalmente virtuosa; como si el hecho de emocionarnos y experimentar sentimientos intensos fuese tan solo una distorsión de nuestra capacidad para comprender lo que nos rodea.
Sin embargo, hoy en día la Psicología y las ciencias del comportamiento en general ya se han desarrollado lo suficiente como para hacernos comprender que las emociones forman parte de lo que nos permite adaptarnos a los retos y dificultades del día a día, y que normalmente juegan en nuestro favor. Ahora bien, eso no significa que no podamos aprender a sacar provecho de sus aspectos beneficiosos y a mitigar sus efectos cuando juegan en nuestra contra. Por eso, en este artículo encontrarás algunos consejos para afrontar de manera adecuada las emociones dolorosas cuando estas se enquistan demasiado en tu manera de pensar o te restan capacidad para buscar soluciones a tus problemas.
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¿Qué son realmente las emociones negativas?
Normalmente, el término “emociones negativas” hace referencia a aquellas emociones que producen malestar en nosotros en el momento inmediato en el que emergen en nosotros, independientemente de si a corto, medio o largo plazo nos ayudan a adoptar una actitud o unos patrones de comportamiento que jueguen en nuestro favor. Es decir, que una emoción negativa es la que nos lo hace pasar mal por el simple hecho de sentirla, como por ejemplo la tristeza o el asco.
Si bien el componente subjetivo de las emociones negativas se asocia a todo aquello que no nos gusta, la posibilidad de sentirlas suele resultar ventajosa, ya que nos permite aprender cuáles son las situaciones a las que no deberíamos exponernos más o las acciones que no deberíamos repetir en un contexto determinado. Es decir, que forman parte de mecanismos psicológicos y biológicos innatos que nos permiten corregir nuestros patrones de comportamiento.
Ahora bien, del mismo modo en el que algunos elementos de nuestro cuerpo naturales y normales en el ser humano pueden dar lugar a enfermedades o a experiencias desagradables en algunas situaciones, esta predisposición a sentir emociones desagradables también puede dar lugar a problemas o experiencias innecesariamente incómodas o dolorosas. Es por eso que merece la pena aprender a detectar estas situaciones para canalizar mejor nuestras emociones y sentimientos.
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4 claves para afrontar bien las emociones dolorosas
Tal y como hemos visto, aunque en la mayoría de los casos las emociones nos ayudan, a veces pueden encaminarnos hacia situaciones problemáticas que podríamos haber evitado, porque no hay ningún mecanismo de adaptación al medio que nos permita “acertar” siempre. ¿Qué hacer para afrontar la emociones cuando estas nos hacen sentir mal de una manera que no nos ayuda a aprender? Veamos un resumen.
1. Acostúmbrate a asociar a palabras las emociones que sientes
No se trata de intentar reducir todas tus emociones a aquello que puede ser entendido verbalmente, sino de, asumiendo que tu lado emocional siempre desbordará el mundo de las palabras, trates de comprenderlas mejor a través de estas. De este modo no caerás tantas veces en confundir unas emociones con otras, se te dará mejor identificarlas, y podrás gestionarlas de un modo más especializado.
Para conseguirlo hay varias estrategias eficaces; una de las más utilizadas en psicoterapia consiste en ir rellenando un diario de emociones, en el que vayas anotando con frecuencia cómo te sientes y en qué situaciones han surgido esas emociones y sentimientos.
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2. Aprende a combatir la rumiación con actividades que te estimulen
La rumiación es esa tendencia a darle vueltas una y otra vez al mismo tipo de pensamientos, de manera que al final es la propia anticipación de esos pensamientos la que los atrae hacia nuestra consciencia. Es algo que ocurre habitualmente con recuerdos emocionalmente dolorosos, como por ejemplo cuando nos acordamos de un momento en el que quedamos en ridículo delante de alguien importante, o cuando perdimos una mascota.
Para combatir esta dinámica de círculo vicioso, lo mejor es no intentar bloquear esos pensamientos, sino orientar nuestra atención hacia actividades que nos estimulen psicológicamente. De este modo nuestra consciencia quedará “encarrilada” por una ruta totalmente diferente que atrapará nuestra atención durante el tiempo necesario para debilitar la rumiación.
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3. Estructura tus actividades con un horario
Si en tu día a día te expones mucho a esas situaciones en las que no sabes qué hacer, es más probable que termines atrayendo una y otra ve a tu consciencia esas emociones dolorosas que te han estado afectando. Por eso, es recomendable planear de antemano cómo se estructurará tu día, cuál será la secuencia de actividades que realizarás.
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4. Aplica técnicas de relajación
Aquellas emociones desagradables que estén ligadas al estrés y la ansiedad pueden ser gestionadas a través de técnicas de relajación (como por ejemplo la respiración controlada o la relajación muscular progresiva de Jacobson). Estas te permitirán volver a un estado de actividad cerebral normal y prevenir esas situaciones en las que empiezas a estresarte por la posibilidad de tener estrés.
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