Muchas personas en todo el mundo sufren dolor crónico. Esta alteración se manifiesta en formas muy distintas, como dolores de cabeza, de espalda, de cuello, de muñeca… pero todos ellos comparten que no se sabe cuál es su causa orgánica.
Pese a desconocerse la causa física de estas molestias, la mayoría de los tratamientos se enfocan en tratar la supuesta causa orgánica detrás, o al menos reducir la percepción del dolor mediante fármacos como opiáceos.
Pero... ¿Y si el problema está en el cerebro? ¿Es posible cambiar la percepción del dolor? Estas son algunas de las preguntas que la terapia de reprocesamiento del dolor no solo responde, sino que trabaja con ellas para mejorar la calidad de vida de las personas con dolor crónico. Descubramos más acerca esta interesante psicoterapia.
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¿Qué es la terapia del reprocesamiento del dolor?
El dolor crónico es la realidad de muchas personas. No es difícil encontrar alguien que se aqueja de que le duele la espalda, el cuello, tiene dolores de cabeza o siente que padece alguna lesión por esfuerzo repetitivo, molestias que se disparan cada vez que tiene que hacer ciertas actividades fáciles e indoloras para la mayoría, pero que para este tipo de pacientes puede convertirse en un gran sufrimiento.
No son pocas las personas que sienten que les duele el cuerpo sin causa orgánica aparente tras realizar una tarea mundana. Por ejemplo, hay personas que le empieza a doler la espalda cuando llevan un rato caminando, el cuello tras estar sentados varias horas en la oficina o la muñeca de escribir con el teclado.
Estas mismas personas han ido a varios especialistas quienes todos les han contestado lo mismo: no encuentran la causa orgánica. Eso sí, el tratamiento sí es orgánico, recurriendo tanto a terapia ocupacional como a fármacos.
Pero... ¿y si la clave del dolor crónico no fuera física sino psicológica? Al fin y al cabo, el dolor no es más que una interpretación del cerebro de las señales que recibe de diferentes partes del cuerpo. Es la señal de advertencia de del cuerpo que avisa al cerebro que hay algún tejido u órgano dañado.
Sin embargo, en el caso del dolor crónico, esta señal de es una interpretación errónea del cerebro de una señal que percibe como dolorosa cuando no debería. A este dolor se le denomina dolor neuroplástico y es el resultado de que el cerebro se equivoque interpretando mensajes seguros desde el cuerpo.
A pesar de que el origen de este dolor es psicológico, esto no significa que el dolor neuroplástico sea imaginario. De hecho, las técnicas de neuroimagen que se han usado para abordar qué es lo que sucede en el cerebro de pacientes con dolor crónico demuestran que el dolor es bastante real. Algunas investigaciones recientes han demostrado que el dolor es a menudo el resultado de vías neurales aprendidas en el cerebro. Pero, de la misma manera que el dolor se puede “aprender”, éste también se puede “desaprender”.
Lo de que el dolor crónico de espalda, de cuello, síntomas de fibromialgia, lesión por esfuerzo repetitivo, dolores de cabeza y otras formas de dolor crónico no son el resultado de causas estructurales sino procesos psicofisiológicos ya se sospechaba. Ha sido a raíz de nuevas investigaciones y del planteamiento de una nueva terapia psicológica específicamente orientada para pacientes con dolor crónico que se ha visto que este tipo de dolor se puede revertir. Es aquí donde entra la terapia de reprocesamiento del dolor
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¿Cómo se usa en pacientes?
El grupo de Alan Gordon ha desarrollado un tratamiento denominado terapia de reprocesamiento del dolor o TRD (Pain Reprocessing Therapy, PRT). Partiendo de la premisa que el dolor crónico es el resultado de unas conexiones cerebrales anómalas que perciben como dolorosas señales seguras del organismo, el objetivo de esta terapia es “retejer” esas conexiones con la intención de desactivar el dolor neuroplástico. De la misma manera que el cerebro aprende a asociar una señal con dolor, esta se puede desaprender con el uso de las técnicas adecuadas.
La terapia de reprocesamiento del dolor incluye varias técnicas psicológicas que reentrenan el cerebro del paciente para que responda a señales corporales seguras de forma adecuada y, así, se consigue romper el ciclo del dolor crónico.
Entre estas técnicas encontramos el seguimiento somático (“somatic tracking”), que combina Mindfulness, reevaluación de la seguridad e inducción de afecto positivo. El propósito del seguimiento somático es el de ayudar a los pacientes a ver su sensación dolorosa a través de una visión distinta, más segura, y así intentar desactivar la señal de dolor.
Como hemos comentado antes, a menudo los pacientes con dolor crónico desarrollan respuestas condicionadas. Es decir, su cerebro establece asociaciones entre ciertas actividades físicas y la aparición del dolor (p. ej., caminar produce dolor de espalda, escribir provoca dolor en la muñeca, estar sentado da dolor de espalda...). Otro componente de la TRD implica ayudar a los pacientes a romper estas asociaciones para que ellos mismos puedan hacer las actividades sin sentir dolor.
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La evidencia científica sobre su eficacia
Un estudio dirigido por la Universidad de Colorado Boulder, en Estados Unidos, y publicado en la prestigiosa JAMA Psychiatry arrojó evidencia científica de la eficacia de la terapia de reprocesamiento del dolor.
Este estudio, llevado a cabo por el grupo de Yoni K. Ashar, Alan Gordon, Tor D. Wager y colegas, descubrió que cerca de dos tercios de los pacientes con dolor de espalda crónico que se sometieron a un tratamiento psicológico de cuatro semanas basado en esta terapia no sentían dolor o casi nada después de haber recibido este tratamiento. Y lo más sorprendente es que la mayoría mantuvo el alivio durante un año.
Los propios investigadores remarcan en su estudio que, durante mucho tiempo, se ha pensado que el dolor crónico se debe principalmente a problemas corporales desconocidos, idea en la que se basaban la mayoría de los tratamientos para reducir este dolor. A diferencia de los tratamientos clásicos, orientados en reducir la supuesta fuente del dolor, la TRD se basa en la premisa de que el cerebro puede generar dolor en ausencia de una lesión o después de que se haya curado, y que las personas pueden desaprender ese dolor.
Prácticamente la mayoría de los pacientes con dolor crónico de espalda (85%) tienen lo que se conoce como “dolor primario”, que significa que las pruebas médicas no pueden identificar una fuente corporal clara, como un daño en los tejidos.
Como ya hemos comentado, serían las vías neuronales anómalas las responsables de la percepción de este dolor. Diversas regiones del cerebro, entre ellas las relacionadas con la recompensa y el miedo, se activan más durante los episodios de dolor crónico que durante los de dolor agudo.
En su estudio, Wager y colegas reclutaron a 151 hombres y mujeres que tenían dolor de espalda desde hacía al menos seis meses con una intensidad de por lo menos cuatro en una escala de cero a diez. Estos participantes se dividieron en tres grupos: terapia con TRD, placebo y no terapia y se evaluó el cerebro de los sujetos antes y después del tratamiento, concretamente mediante escáneres de resonancia magnética funcional (IRMf) para medir cómo reaccionaba su cerebro ante un estímulo de dolor leve.
Tras el tratamiento, el 66% de los pacientes del grupo de tratamiento no sentían dolor o casi no lo sentían, en comparación con el 20% del grupo que recibió el placebo y el 10% del grupo sin tratamiento. Cuando las personas del grupo de la PRT fueron expuestas al dolor y evaluadas mediante neuroimagen después del tratamiento, las regiones cerebrales asociadas a procesamiento del dolor, incluyéndose la ínsula anterior y el nervio medio anterior, se habían aquietado significativamente.
Este estudio es considerado una de las pruebas más sólidas de que la terapia psicológica puede mejorar la calidad de vida de los pacientes con dolor crónico, dando unos resultados que no se han observado en otros tratamientos, con una durabilidad y magnitud de las reducciones del dolor que se observan muy raramente en ensayos con otras técnicas de tratamiento del dolor crónico.
Cabe decir, no obstante, que los autores tanto de este estudio como quienes han planteado la terapia del reprocesamiento del dolor no consideran que esta sea efectiva para lo que se conoce como dolor secundario, el que sí tiene su origen en una lesión o enfermedad aguda. El estudio de Wager se centró específicamente en la terapia de reprocesamiento del dolor para el dolor de espalda crónico, por lo que se necesitarán más estudios de mayor envergadura para determinar si se obtienen resultados tan buenos como los vistos en estos pacientes.
Sea como sea, tanto este estudio como la todavía escasa pero prometedora práctica clínica con la TRD dan fe de que se trata de una buena herramienta terapéutica para mejorar la calidad de vida de las personas que padecen dolor crónico e, incluso, eliminarlo. Viendo bajo una nueva perspectiva este dolor, entendiendo que es una señal falsa de alarma y que todo en el cuerpo va bien, entendiendo que no se debe percibir como una señal de peligro y desaprendiendo el dolor es una buena herramienta para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
La terapia de reprocesamiento del dolor se presenta muy prometedora como opción potencialmente poderosa para las personas aquejadas de dolor crónico que desean vivir libres de esta molestia.
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