La palabra mito es frecuente en nuestro vocabulario actual. Hablamos de mito cuando nos referimos a algo que no es verdad, o del que no existen pruebas que lo verifiquen. Probablemente, no tenemos tan claro el concepto logos. ¿Puede que tenga algo que ver con la lógica? ¿Quiere decir entonces que la diferencia entre mito y logos radica en que el primero no se puede demostrar, mientras que el segundo sí?
Pues sí, y no. Las diferencias entre mito y logos no son tan claras, como veremos a continuación. Además, ambos conceptos comparten una serie de características comunes. Vamos a acercarnos un poco más a cada uno de ellos para comprender mejor su significado y sus diferencias.
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¿Qué son el mito y el logos?
La palabra mito proviene de la raíz indoeuropea meudh o mudh, que significa algo así como relatar. Por su parte, el vocablo griego que evoluciona de esta palabra es mythos, que significa también palabra, relato. Ambos conceptos nos dan una serie de pistas acerca de qué es un mito y cuál fue, en origen, su función.
Para los griegos, el mito no era un hecho falso o inexistente. Esa es la acepción actual de la palabra. En la Antigua Grecia, un mito era una explicación del mundo; estaba relacionado con el origen del cosmos, de la humanidad, y daba significado a los misterios de la existencia. Todas las culturas arcaicas, sin excepción, poseen una cultura más o menos rica en mitos, generalmente relacionados ya no solo con el origen del mundo, sino con el de su propia comunidad. Así, el mito no solo da respuestas sobre cuestiones generales, sino que también da sentido a la existencia del ser humano y su papel en la tierra.
Como conclusión, podemos definir mito como un relato atemporal, situado en un lugar y en una época imprecisos, que trata de dar sentido a algo del presente, ya sea un fenómeno, un hecho, o una colectividad. El mito carece de lógica y utiliza la fantasía para desarrollar sus explicaciones.
La palabra logos viene del verbo griego legein, cuyo significado se puede equiparar a diversos verbos: recoger, contar, enumerar. En la etimología de la palabra vemos clara la idea de experiencia y raciocinio; recoger (recolectar pruebas empíricas), contar (que tiene relación con el juicio, la reflexión), y enumerar (poner en orden una serie de conceptos). Así, podemos definir logos como la palabra razonada, es decir, no un habla cualquiera, sino medida y argumentada.
Queda entonces clara la principal diferencia que separa al logos del mito: mientras que este es, como ya hemos apuntado, un relato, una ficción, el logos es un razonamiento, un juicio, una conclusión en base a una serie de indagaciones o reflexiones.
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¿Cuáles son los puntos de unión entre mito y logos?
A pesar de ello, encontramos también puntos en común entre ambos conceptos, como veremos a continuación.
1. El mito y el logos son patrimonio exclusivo del ser humano
Ambos conceptos son humanos. Esta es la característica que comparten tanto el mito como el logos: los dos son expresiones exclusivas de la humanidad; el mito relacionado con la imaginación, y el logos, con el razonamiento.
En su libro Breve historia del mito, Karen Armstrong sostiene que la mitología no es solo propia de los Homo sapiens, nuestra especie humana actual, sino que los Neandertales ya habían creado una serie de mitos para explicar los misterios de la vida y de la muerte. Según esta autora, el hallazgo de una serie de evidencias rituales en tumbas neandertales atestigua que estos primeros grupos humanos ya habían diseñado una serie de explicaciones para dar sentido a la muerte.
Por lo tanto, podemos afirmar sin ningún género de duda que tanto mito como logos son patrimonio exclusivo del ser humano.
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2. Mito y logos tienen una meta en común
Existe otra característica común, y no es otra que su objetivo, su meta. Tanto el mito como el logos quieren interpretar, quieren dar significado al mundo que nos rodea. El mito ayuda al ser humano a comprender cuál es su lugar en la tierra, en el cosmos, en la creación, y plantea soluciones acerca de la vida y de la muerte que, por lo general, no pueden encontrarse mediante la simple lógica. Por su parte, el logos, más ligado a la reflexión y a la experiencia empírica, intenta a su vez desentrañar estos misterios mediante la observación y el razonamiento.
Las diferencias entre mito y logos
Vamos a concretar un poco más cuáles son las diferencias entre ambos conceptos para que resulten más claras.
1. El mito usa la fantasía, el logos, el razonamiento
El mito utiliza la fantasía y la imaginación para explicar el mundo. Son relatos fantásticos, que recopilan leyendas e historias transmitidas de generación en generación. En cambio, el logos tiene como principal vehículo la lógica y el razonamiento.
2. El mito se transmite de generación en generación; el logos es una experiencia individual
El mito es patrimonio de la cultura de una comunidad y, como tal, se transmite de generación en generación. Forma parte de su folklore y de sus raíces. En cambio, lo que se obtiene mediante el logos se verifica constantemente. Al ser producto de un raciocinio, no basta con que un concepto se haya transmitido de padres a hijos. La persona que lo recibe debe comprobar por sí misma que el contenido es verídico, y para ello usa su propio pensamiento y su propia lógica. En general, todo lo advertido a través del logos es frutode una experimentación y un proceso de razonamiento individual, no de una tradición de antepasados.
3. El mito no se cuestiona, el logos sí
De hecho, y como ya hemos comentado en el punto anterior, el logos está en constante proceso de cuestionamiento. El mito no; el mito es patrimonio de los antepasados, forma parte de la cultura de la comunidad, es una verdad aceptada por todos. Nadie se cuestiona la veracidad del mito.
4. El mito usa un lenguaje simbólico; el logos, no
El mito usa un lenguaje altamente simbólico para transmitir sus enseñanzas. Al tratar conceptos que están más allá del razonamiento humano (la muerte, la divinidad, el ideal de justicia…), su lenguaje debe construirse sobre una base simbólica; de lo contrario, es imposible transmitir los conceptos que el mito pretende comunicar. Esto lo hemos observado constantemente en la historia de la humanidad. Incluso ahora lo seguimos haciendo: cuando intentamos explicar las consecuencias de un acto, cuando establecemos una moraleja, a menudo usamos una fábula o un cuento. Cuando hacemos esto, estamos usando el mito.
El origen del mito y el logos
Como ya hemos apuntado más arriba, el mito es tan antiguo como la humanidad. Todas las comunidades humanas han desarrollado una mitología para explicar su existencia y la del mundo, y para dar respuestas a una serie de misterios que no podían comprender (como, por ejemplo, la muerte).
Por su parte, el logos como vía de acceso a estas respuestas es mucho más reciente, y los expertos coinciden en situar el nacimiento del logos en la Antigua Grecia; concretamente, con los llamados filósofos presocráticos. Veamos un poco más detenidamente cuál fue este proceso.
Las grandes monarquías y sus grandes mitos
Las grandes mitologías antiguas están estrechamente relacionadas con las monarquías orientales, como Babilonia, Persia o Egipto. Son las llamadas ideologías reales, y todas tienen en común el situar a la figura del rey, del soberano, como eje alrededor del cual gira toda la cosmogonía.
En efecto, estas culturas conciben el universo como un ciclo de caos/orden/caos que nunca tiene fin. El caos sigue al orden, igual que el orden sigue al caos, y así eternamente. El rey es, pues, la figura sagrada que tiene como misión garantizar este orden; por ello, en culturas como la babilónica o la egipcia, cada final de año, cuando el caos regresaba al mundo, el soberano debía pasar por una serie de rituales que garantizaban el regreso a ese orden que él mismo simbolizaba.
¿Por qué explicamos todo esto? Porque solo entendiendo esto se puede comprender el motivo de que, en un lugar del Mediterráneo, se rompiera con la vía del mito y se empezara a seguir la del logos para explicar el mundo. Lo vemos a continuación.
Grecia y el logos
Como todas las culturas antiguas, el pueblo que estaba asentado en lo que ahora es Grecia poseía también su propia mitología. Ya en época clásica, autores como Homero o Hesíodo recopilaron toda esta riqueza mitológica y nos dejaron por escrito las aventuras de Zeus, Hércules o Atenea.
La cultura micénica, la que vivía en la Grecia continental antes de la llegada de los dorios, era una monarquía que seguía, en gran medida, los modelos orientales de mitología, lo que hemos llamado, siguiendo a Miguel Morey, ideologías reales. Pues bien, con la llegada de los dorios, Grecia se sumió en un periodo oscuro (que los expertos llaman, precisamente, Época o Edad Oscura) del que no ha quedado casi información, puesto que la escritura desapareció por completo. No es hasta el siglo VI a.C cuando el territorio heleno empieza a resurgir, pero su realidad ya es muy diferente.
Estos cambios sociales que surgieron con el renacimiento de Grecia tienen mucho que ver, según algunos autores, con el paso del mito al logos, es decir, el paso de una concepción mitológica de la realidad a una comprensión basada en el razonamiento. Para empezar, la Grecia que renace, a pesar de tener obviamente una religión, carece de castas sacerdotales fuertes como sí lo son las de Egipto. Segundo, la recuperación de la escritura hace que los textos, al quedar fijados, puedan ser analizados y comparados y, por tanto, sean más susceptibles de ser discutidos (cosa que, en la tradición mitológica oral, esto no era posible). Y por último, encontramos el nacimiento de las polis o ciudades estado, cuya estructura es muy diferente a las ciudades de las monarquías orientales, en las que toda la ciudad giraba alrededor del palacio sagrado donde vivía el monarca.
El logos empieza con los presocráticos
Jonia, en Anatolia (la Grecia asiática) y, concretamente, la ciudad de Mileto, constituía en la época que referimos un auténtico cruce de caminos. Nace allí una escuela filosófica (la Escuela de Mileto) de la que formarán parte filósofos de la talla de Tales de Mileto, Anaximandro o Anaxímenes, incluidos en el muy genérico grupo de los presocráticos (anteriores a Sócrates). Este grupo de filósofos serán los primeros en tratar de entender el mundo mediante el discernimiento. Los presocráticos intentarán encontrar aquello que es común y permanente en la materia, y afirmarán que la realidad está conformada por muy pocos elementos. Tales, por ejemplo, sostenía que “el agua es el principio de todas las cosas”.
Actualmente nos puede parecer un razonamiento un tanto tosco, pero es importante darse cuenta del paso que suponía ir más allá del mito e intentar adentrarse en la realidad de la materia y de la vida. Tales ya no presupone la creación del mundo a manos de un dios, sino que establece un elemento real, tangible (el agua) como origen. Es por ello que el trabajo de los presocráticos resulta crucial en el paso del mito al logos y, por tanto, en nuestro mundo moderno, heredero de este logos.
Vigencia de mito y logos en la actualidad
Actualmente, se tiende a considerar el mito como poco más que un relato infantil. Es más, se mide el grado de “evolución” de una cultura en base a sus creencias mitológicas. En nuestro mundo, todo lo que se aleja del logos, o sea, del raciocinio y la observación, es absurdo, incoherente e, incluso, sinónimo de ignorancia. Sin embargo, y como siempre, no todo es blanco o negro.
No podemos olvidar que figuras como Freud y Jung se apoyaron en el mito para entender al ser humano; y es que, en verdad, el mito es mucho más que un relato: es un reflejo de la psique humana. Cada vez está más claro el papel que el llamado inconsciente colectivo ha tenido en la elaboración de los mitos; por ello, son cruciales para entender la naturaleza y el comportamiento humanos.
Efectivamente, el mito es mucho más que un mero cuento de hadas. Como sostiene Hans-Georg Gadamer en Mito y razón, el mito es portador de una verdad propia, inalcanzable para la explicación racional del mundo. En otras palabras: el mito llega donde la razón no alcanza. Además, el ser humano entiende a base de símbolos, de fábulas. Los conceptos son difíciles de comprender si no son ilustrados con ejemplos. Así, hasta el mismísimo Platón tiró del mito para explicar sus teorías: famosos son el Mito de la caverna y el Mito del carro alado, claves en su filosofía.
En conclusión, podemos decir que mito y logos, a pesar de sus diferencias, en realidad se complementan, y que probablemente no podrían ir muy lejos el uno sin el otro.
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