Posromanticismo: qué es y cómo es este movimiento cultural

Te contamos en qué consistió una de las corrientes artísticas clave de finales del siglo XIX.

Posromanticismo

En realidad, si decimos que el posromanticismo fue una de las corrientes más influyentes, es porque está compuesto de diversos movimientos importantísimos para el desarrollo del arte europeo, especialmente en la literatura. Sin embargo, debemos ir con mucho cuidado con la nomenclatura, puesto que, de forma parecida a lo que sucede con muchos “ismos”, el posromanticismo es, en realidad, un “cajón de sastre” al que se han arrojado movimientos con características muy diferenciadas.

En el artículo de hoy vamos a examinar brevemente en qué consiste esta corriente artística y cuáles son sus autores más importantes.

¿Qué fue el posromanticismo?

Como hemos comentado en la introducción, la denominación de “posromanticismo” engloba a una serie de corrientes estéticas que surgieron a partir de mediados del siglo XIX; precisamente, cuando la corriente romántica lanzaba sus últimos respiros. Por tanto, es plausible hablar de “posromanticismo” si nos referimos a los movimientos que surgieron cronológicamente después del Romanticismo.

Sin embargo, a la hora de analizar las características de estos movimientos, nos encontramos con serias contradicciones, que analizamos en el siguiente apartado.

Las contradicciones de las características del posromanticismo

¿Por qué hablamos de contradicciones cuando nos referimos a la “corriente posromántica”? Precisamente, por lo que hemos hablado anteriormente, aspecto sobre el que debemos insistir: se trata de una denominación un tanto “artificial” (como también lo es, por ejemplo, la de “prerrománico”) que sirve de cajón de sastre para ubicar un sinnúmero de corrientes en las que se han querido ver características comunes.

Entre las características que supuestamente comparten estas corrientes “posrománticas” está, por ejemplo, el intento de conciliar al romanticismo previo con el naciente realismo. Recordemos que, en la década de 1850 (cuando empieza a triunfar el parnasianismo en Francia, uno de los movimientos del posromanticismo) el tipo de lenguaje que triunfaba en literatura era el realista, de manos de autores como Gustave Flaubert (1821-1880), cuya obra maestra, Madame Bovary (1856), sentó las bases de los preceptos realistas, además de suponer un auténtico escándalo por el tema tratado (el adulterio femenino). A pesar de ello, Flaubert es considerado en muchas fuentes como autor posromántico.

Gustave Flaubert

Más plausible es incluir a Charles Baudelaire (1821-1867) en el movimiento posromántico, puesto que el “poeta maldito” por excelencia aprovecha la intimidad romántica del yo subjetivo para realizar, a su vez, una denuncia de la sociedad parisina de la época. Baudelaire también se corresponde con otra de las características del posromanticismo, la del escritor “solitario y atormentado” que se ahoga en las drogas y el alcohol, pero que, sin embargo, también era típico de los románticos “canónicos” de principios del siglo XIX.

Por otro lado, el cultivo de ambientes sobrenaturales y cargados de misterios (otra característica que se le atribuye al posromanticismo) ya lo había hecho el gran maestro del relato gótico, Edgar Allan Poe (1809-1849), antes de la década de 1840, si bien es cierto que este tipo de literatura adquirió un auge impresionante a finales del siglo XIX, con autores como Robert Louis Stevenson (1850-1894), H.P Lovecraft (1890-1937) o Guy de Maupassant (1850-1893). Lo vemos a continuación.

La pervivencia de lo terrible y misterioso

Verdaderamente, el auge de este tipo de historias se dio en la década de 1880, a pesar de que, como ya hemos apuntado, sus orígenes se encuentran en los relatos góticos del primer Romanticismo. El Horla, de Maupassant, publicado en 1887, es un escalofriante cuento que habla de la locura y la oscuridad del alma, elementos indispensables de cualquier movimiento adscrito al Romanticismo o a cualquiera de sus variantes.

Por su parte, Stevenson se hizo famoso en todo el orbe con su novela El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde (1886), una fábula que profundiza en los recovecos de la psique humana y donde se cuestiona la naturaleza del Bien y del Mal. Por otro lado, H.P Lovecraft (1890-1937) es uno de los principales referentes del relato gótico posromántico en Estados Unidos, con títulos tan escabrosos y crípticos como En las montañas de la locura (1931), cuyo título es suficientemente explícito, o La llamada de Cthulhu (1926), que tuvieron verdadero eco en las revistas pulp que triunfaban en la época.

¿Podemos considerar, pues, una característica de los autores posrománticos el relato con elementos sobrenaturales? Sí, en efecto, pero es que este tipo de literatura ya existía a finales del siglo XVIII. Recordemos que uno de los primeros relatos “góticos”, El Castillo de Otranto, de Horace Walpole, se publicó nada menos que en 1764, por lo que, si bien lo escabroso es típico de los escritores posrománticos de finales del XIX, también lo era de los autores del inicio del Romanticismo.

¿Una extensión del movimiento romántico?

Quizá podríamos considerar, tal y como sostienen algunos estudiosos, que el posromanticismo no es más que una especie de “vuelta de tuerca” al movimiento romántico precedente. En este caso, los autores vinculados a las corrientes posrománticas seguirían la estética romántica, pero llevándola más allá y dotándola de una nueva dimensión.

Una de las características que se le han adjudicado al posromanticismo es una mayor denuncia social que sus predecesores. Y, aunque no podemos negar que esto es cierto en algunos autores (sobre todo, si consideramos a Flaubert como posromántico), en otros, la afirmación incurre, de nuevo, en una contradicción. ¿Por qué incluir el parnasianismo en un posromanticismo supuestamente “crítico”, cuando lo único que quería esta corriente era exaltar la belleza, es decir, el “arte por el arte”?

De la misma forma, otros movimientos tradicionalmente incluidos dentro del posromanticismo “chirrían” de forma contundente en la clasificación. ¿Es el modernismo un movimiento posromántico? Si consideramos que recoge muchísimas ideas del Romanticismo, por supuesto que sí. Pero si nos atenemos a la característica de “denuncia social”, nos daremos de bruces contra un sinsentido.

Alphonse Mucha (1860-1939), uno de los abanderados del Art Noveau, nos dejó en su última etapa obras bastante perturbadoras y muy poco típicas de la estética a la que nos tiene acostumbrados. Se trataba de una serie de denuncias sociales al hambre y a la escasa educación infantil de la recién nacida Checoslovaquia. Sin embargo, son precisamente estas obras últimas las que menos se inspiran en el modernismo y se alejan considerablemente de su estética.

¿Autores posrománticos?

En el saco del posromanticismo se han ubicado autores de evidente factura romántica, como el español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Porque, si bien es cierto que el escritor compuso su obra en unos años en que el Romanticismo ya había dejado de estar en auge, su poesía y sus textos tienen un carácter indiscutiblemente romántico. Y romántico “canónico”, queremos decir.

Sus Rimas y Leyendas no pueden de ningún modo desvincularse del Romanticismo de las décadas previas. El único sentido que tiene inscribir a Bécquer en la corriente posromántica, a nuestro parecer, es su cronología tardía: su obra vio la luz cuando, en Francia, empezaban a hacer furor las novelas de corte realista, como la ya citada Madame Bovary.

Por todo ello, debemos insistir en el peligro que conlleva dejarse llevar por las etiquetas. Los movimientos artísticos son demasiado complejos como para caber en denominaciones genéricas. Entonces, si nos preguntamos si existió efectivamente un movimiento posromántico, deberemos contestar que hubo, en realidad, unos cuantos.

  • Feria Vázquez, M.A. (2014), La poesía parnasiana y su recepción en la literatura hispánica, Universidad Complutense de Madrid
  • Iañez, E. (1992), El siglo XIX: Realismo y posromanticismo, ed. Bosch
  • Piñeiro, A. (2019), El gótico y su legado en el terror: una introducción a la estética de la oscuridad, Bonilla Artigas Editores
  • VV. AA. (1995), Historia de la literatura española, tomo V: El siglo XIX, ed. Ariel.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

Psicólogo/a

¿Eres psicólogo?

Date de alta en nuestro directorio de profesionales

Artículos relacionados

Artículos nuevos

Quizás te interese