La autoginefilia es un concepto polémico que durante años ha ido apareciendo en el debate acerca de la relación entre el sexo y el género, y que muchas veces es usado con fines políticos.
En este artículo veremos en qué consiste y de qué manera ha sido definido en el contexto histórico en el que surgió; un tema que nos lleva a cuestionarnos hasta qué punto la ciencia puede observar los fenómenos del comportamiento humano desde una perspectiva puramente objetiva.
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¿Parafilia o expresión de identidad de género?
El sexo y el género son fenómenos esenciales para la definición que un ser humano hace de sí mismo. En el primero de los casos se alude a su realidad biológica, y en el segundo a una construcción social vinculada al modo en que se entienden la masculinidad y la feminidad en las coordenadas espaciales/temporales que le han correspondido vivir.
La orientación sexual sería la tercera variable, diferenciada de las anteriores, y a partir de la cual se fraguaría la decisión de mantener relaciones sentimentales con otra persona en razón de su sexo o con independencia de este (homo/heterosexual, bisexual, asexual etc.).
Al ser todos ellos fenómenos que guardan una cierta independencia los unos de los otros, es probable que surjan combinaciones dispares y plurales en las que no necesariamente ha de darse una direccionalidad previsible según los estándares tradicionales.
A continuación trataremos un asunto complejo y enormemente controvertido: la autoginefilia, que se postuló como una parafilia cuyo objeto sería explicar el sustrato epistemológico de la transexualidad. La polémica sobre este asunto se mantiene en la actualidad.
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¿Qué es el concepto de la autoginefilia?
La autoginefilia (autoginofilia) es un constructo profundamente controvertido. Puede dividirse en distintas unidades semánticas siguiendo su procedencia griega: "auto" (relativo o referente a uno mismo), "gine" (mujer) y "filia" (atracción o deseo); por lo que puede resumirse como la obtención de gratificación sexual que surge a partir de imaginarse a uno mismo asumiendo atributos femeninos, o simplemente haciendo uso de las vestimentas que tradicionalmente se han asignado a este género.
De esta forma, devendría una parafilia específica en la que un varón se sentiría atraído por sí mismo siempre y cuando adoptara rasgos de mujer. Eso sí, tan solo teóricamente.
Esta palabra, que no disfruta de un consenso unánime para la comunidad investigadora, fue acuñada por el psicólogo Ray Blanchard como resultado de una serie de trabajos publicados a finales de la década de los 80 e inicios de la de los 90. A través de su formulación no solo se buscaría el reconocimiento de una "nueva" patología, sino la articulación definitiva de un modelo teórico a través del cual confrontar la visión tradicional del transexual mujer (hombre de nacimiento) que lo concibiría como una "mujer atrapada en el cuerpo de un hombre" (lo que también se conoce como narrativa de la esencia femenina).
Los estudios de Blanchard se llevaron a cabo dividiendo una muestra (bastante reducida, en realidad) de transexuales mujeres en cuatro grupos, en función de su orientación sexual: androfílicos (atraídos por hombres), ginefílicos (por mujeres), bisexuales y asexuales. Lo que el autor describió en sus trabajos fue que los tres últimos grupos, a los que bautizó como no homosexuales, referían haber experimentado con mayor frecuencia excitación al imaginarse a sí mismos con apariencia o ropajes propios de las mujeres, en comparación con el grupo de androfílicos u homosexuales (75% frente a 15%). Ninguno de ellos deseaba someterse a una cirugía de reasignación.
Este hallazgo, junto al hecho de que el grupo de los no androfílicos (ginefílicos, bisexuales y asexuales) señalaba menos frecuentemente el haber mostrado cualquier atisbo de feminidad durante su niñez, le animó a concluir que: los transexuales mujer androfílicos eran personas homosexuales que buscaban modificar sus características corporales para poder atraer a hombres heterosexuales, y que el resto de los transexuales estarían afectos de una parafilia (autoginefilia) en la que su propia corporalidad devendría objeto de deseo. Esta afectaría solo a quienes se les consignó el sexo de varón al nacer, y no a transexuales mujer-hombre.
Entendido este concepto según los postulados de Blanchard, la autoginefilia describiría a un grupo amplio de transexuales según la forma en que orientan su deseo sexual, soslayando completamente la cuestión de la identidad (o subsumiéndola de manera reduccionista). Con esta forma de entender las cosas, la totalidad de los transexuales no androfílicos pasarían a ser considerados heterosexuales cuyo foco de interés quedaría desplazado, de modo que en lugar de desear a una mujer se desearían a sí mismos adoptando el rol de esta. Esto es, la propia persona devendría el objeto mismo de su parafilia narcisista.
La autoginefilia implicaría una redirección del objeto de deseo tal y como ha sido descrito en algunos casos de apotemnofilia (atracción por personas que padecen graves amputaciones y que finaliza con la resección de extremidades u otras partes del propio cuerpo). Pese a que se trata de una teoría que pasó inadvertida en la comunidad científica, fue rescatada a inicios del presente siglo por J. Michael Bailey y ha motivado un volumen sustancial de estudios a favor y en contra. Y es que es una teoría que ha sido considerada abiertamente transfóbica por la comunidad LGTB, y claramente dañina para el colectivo trans.
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Características
En primer lugar, es importante destacar que la autoginefilia no está contemplada en ninguno de los manuales diagnósticos de uso habitual (DSM-5 o CIE-10) como un fenómeno clínico, en ninguna de las categorías generales de las que estos disponen.
En cambio, sí aparece la Disforia de Identidad de Género (DIG por sus siglas), entendida como el claro rechazo que se presenta ante el hecho de tener un cuerpo con caracteres primarios de uno u otro sexo, y con el que no se siente identificación alguna. En todo caso, tampoco en el caso de la disforia de género se habla de trastorno psicológico específicamente, si bien se indica su estrecha relación con momentos de malestar que no son ajenos al modo en el que la presión social condiciona lo que debe encajar con los roles de género.
Según los defensores de la existencia de este concepto, la autoginefilia, esta particular forma de parafilia se expresaría como excitación: al imaginarse vistiendo prendas de mujer (sobre todo la ropa interior), al adoptar posturas del cuerpo atribuibles generalmente a lo femenino durante la actividad sexual, al ser reconocido como una mujer por parte de otros hombres o al imaginarse practicando un coito con algún compañero varón (por vía vaginal).
Uno de los aspectos que han generado mayor controversia respecto al asunto de la parafilia es su supuesta comorbilidad con muy diversos cuadros de la misma familia nosológica. En la obra de Blanchard se postuló la concurrencia con el froteurismo (excitación que se obtiene a través del roce deliberado y no consentido con otros cuerpos) y el voyeurismo (placer sexual a través de la observación inadvertida de otras personas practicando un coito); o incluso otros mucho más graves por su gran impacto sobre terceros, tales como la pedofilia o la zoofilia.
No obstante, el que se ha vinculado de forma más sólida a la autoginefilia (aunque siempre teóricamente) ha sido sin ningún género de dudas el masoquismo; que consiste en la obtención de placer sexual a través de la participación pasiva (o receptora) en prácticas que generan dolor, sufrimiento o humillación. No obstante, no existen evidencias empíricas que conecten tales parafilias con el hecho de ser transexual; considerándose que este lazo es ilusorio, artificioso, degradante, carente de cualquier sustrato científico y malintencionado.
En cualquier caso, los partidarios del modelo de la autoginefilia postulan que se trata de un trastorno real, y que a él subyacen muchas de las prácticas que se realizan con el objetivo de alterar la expresión física del sexo (que no del género): del travestismo a la hormonación, y pasando en última instancia por la cirugía de reasignación. En todo caso, la etiqueta solo se aplicaría a los transexuales mujeres (MtF por las siglas inglesas de "Male to Female") que no refirieran una orientación homosexual, de manera tal que la parafilia se erigiría como su motivación para el cambio (y no una cuestión de identidad).
Sobre el término autoginefilia y su impacto a nivel social
El concepto mismo de autoginefilia, sobre el cual se ha ahondado en el artículo, ha mutado en los últimos años en un arma arrojadiza con un claro tinte político. A través de su uso se ha tratado de cuestionar de forma sistemática la mera existencia de la transexualidad como una opción legítima mediante la que vivir la propia identidad y orientación sexual, enarbolando un constructo revestido de ciencia para construir juicios de valor sobre unos u otros.
Todo ello ha sido particularmente dañino para la comunidad transexual femenina que no se vivencia como homosexual, ni refiere sentirse como tal desde su más tierna infancia. Es por ello que quizá cabría una reflexión sobre cómo la ciencia puede ser utilizada ocasionalmente con fines muy distintos a aquellos para los que se concibe, que no son otros que conocer de forma objetiva la realidad y contribuir a que el conocimiento aporte valor a las vidas de todas las personas. Asimismo, el modelo mismo de la autoginefilia descarta a la comunidad trans de varones (mujeres de nacimiento), para las que sus preceptos no parecen encajar.
En los últimos años están surgiendo hipótesis que enfatizan que las fantasías concebidas en este modelo suelen surgir predominantemente en varones transexuales con anterioridad a la cirugía de reasignación, y que podrían formar parte de la construcción de un escenario en el que experimentan su sexualidad de una forma congruente con sus deseos íntimos. En esta misma línea, se observa que tal práctica suele diluirse con posterioridad a la cirugía, pues ya se habría integrado la autoimagen femenina.
En cualquier caso, la comunidad científica no es ajena al asunto y su repercusión, por lo que continúa invirtiendo sus esfuerzos para arrojar luz sobre él y desposeerlo de cualquier matiz ideológico. Solo de esta manera se alcanzará un conocimiento más preciso, constructivo y que redunde en un beneficio auténtico.
Referencias bibliográficas:
- Bailey, J.M. y Triea, K. (2015). What Many Transgender Activists Don't Want You to Know: and why you should know it anyway. Perspectives in Biology and Medicine, 50(4), 521-534.
- Blanchard, R. (1989). The Classification and Labeling of Non-homosexual Gender Dysphorias. En: Archives of Sexual Behavior 18(4), Ray, S. 315 - 334.
- Klára Bártová, R.A., Lucie Krejčová, P.W. & Klapilová, K. (2020) The Prevalence of Paraphilic Interests in the Czech Population: Preference, Arousal, the Use of Pornography, Fantasy, and Behavior, The Journal of Sex Research, doi:10.1080/00224499.2019.1707468
- Serano, J.M. (2010). The Case against Autogynephilia. International Journal of Transgenderism, 12, 176-187.
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