Cuidar a los hijos puede ser muy agradecido pero, también, agotador. Muchos padres y madres tienen que estar todo el día pendientes de lo que hacen y dejan de hacer sus retoños, y en los tiempos de crisis sanitaria con confinamientos de por medio esta obligación se ha incrementado.
Pasar más tiempo con nuestros hijos es lo que todo buen padre querría, pero dentro de unos límites. Los pequeños pueden ser muy exigentes y eso hace que sus padres sufran agotamiento, se cansen e, incluso, estén irritables.
El burnout parental es un síndrome que afecta a muchos padres, un problema que se ha disparado con la pandemia y que puede implicar mucho sufrimiento psicológico y físico. Descubramos las particularidades de este síndrome.
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¿Qué es el burnout parental?
Tener hijos no es tarea sencilla. Por mucho que los quieran, todos los padres saben que la crianza y la educación de sus hijos no es coser y cantar.
Requiere mucho esfuerzo, amor, tiempo y energía, todo ello invertido hasta que los más pequeños empiecen dar sus primeros pasos hacia la independencia durante la adolescencia y vuelen del nido cuando sean adultos. Pero hasta que eso no suceda, el cansancio puede convertirse en el fiel compañero de papás y mamás...
Es normal sentir un poco de cansancio debido a que hemos tenido que ayudar a nuestros hijos con los deberes, llevarlos a clase, comprarles los libros de texto, preparar su cumpleaños… Aunque nos brinden felicidad y orgullo, tener que estar pendientes de sus necesidades es cansado, agotador y puede quemarnos con facilidad si tenemos que hacerlo por demasiado tiempo. Todo padre y madre necesita un tiempo de descanso de sus hijos, dejar de aguantarlos unas cuantas horas por muy feo que suene decirlo así.
Pero por fortuna para la mayoría de los padres existen las guarderías, escuelas e institutos. Esos centros docentes maravillosos en donde nuestros retoños se pasan las horas siendo asunto de maestros y profesores. La profesión del docente es muy respetable no sólo por los conocimientos que imparten a sus pupilos, sino que también porque tienen que manejar las exigencias y necesidades de niños de todas las edades.
Sin embargo, hay un grupo de padres que tenían que encargarse de sus hijos por más tiempo, casi a todas horas. Muchos chicos y chicas tienen la mala suerte de padecer alguna enfermedad grave o crónica, condiciones médicas en las que se requiere muchos cuidados. En muchos de estos casos uno de los dos progenitores se tiene que quedar en casa vigilando a su hijo enfermo, asegurándose de que tiene todo lo que necesita. Son padres y madres que pueden sufrir mucho estrés si, además de esto, tienen otras obligaciones.
El burnout parental, también llamado agotamiento parental, es un síndrome muy común en padres y madres que están expuestos a situaciones altamente estresantes en las que tienen que combinar el cuidado de sus hijos junto con el cumplimiento de otras obligaciones, como por ejemplo el trabajo o el cuidado de otras personas. En sus orígenes, la expresión “burnout parental” se empezó a usar en la década de los 80 para referirse al síndrome de estrés que sufrían los padres de niños y niñas con enfermedades crónicas o graves y que, al tener que ejercer de sus cuidadores, los desgastaba física y emocionalmente.
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Síntomas y factores de riesgo
Los síntomas del burnout parental son similares a los que se sufren por burnout laboral, solo que con la diferencia de que los padres y madres que padecen este síndrome no se pueden “escapar” ni “descansar” de sus hijos con la misma facilidad que tendría una persona quemada por su trabajo. Entre estos síntomas encontramos:
- Agotamiento
- Tristeza
- Ansiedad
- Irritabilidad
- Episodios de violencia
- Trastornos del sueño
- Conflictos con la pareja
- Cuidado de los hijos negligente
- Sentimiento de culpa o vergüenza
- Niveles altos de cortisol y más estrés
El agotamiento parental puede tener varios orígenes, que varían según el tipo de familia, la cantidad de hijos y el momento histórico que pueda estar pasando el núcleo familiar. Son varios los factores de riesgo que incrementan las posibilidades de padecer burnout parental:
- Familia monoparental
- Problemas económicos y laborales
- Problemas de pareja
- Enfermedad crónica o discapacidad del hijo
- Problemas de comportamiento de los niños
- Bajas habilidades emocionales.
- Elevado perfeccionismo de los padres.
Las características del burnout parental
Podemos describir al burnout parental como un síndrome tridimensional en el cual podemos identificar las siguientes características.
1. Agotamiento físico y mental
Los padres y madres dedican buena parte de su tiempo a la atención de sus hijos. Esto no implica solamente invertir mucho tiempo en el cuidado de los hijos, sino también voluntad, paciencia, horas de sueño y esfuerzo físico y mental.
Si a esto se le añade el estrés de problemas laborales, tener una mala higiene del sueño y tener la sensación de que no se tiene tiempo para uno mismo la frustración se convierte en un fuerte agotamiento físico y mental que trae consigo potenciales problemas psicológicos y alteraciones del estado de ánimo.
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2. Sentimiento de incompetencia
El burnout parental hace que quien lo sufra se sienta que está fallando a sus hijos. El sentirse agotado y malhumorado por tener que cuidarlos también provoca la sensación de que no se está haciendo suficiente o que se están haciendo mal las cosas.
Además, la creencia de que se debe querer incondicionalmente a nuestros hijos suele ser malinterpretada por hacer cosas para ellos sin sentirnos agotados. Esto hace que cuando un padre se siente agotado porque su hijo le cansa tenga miedo de no estar haciéndolo bien, ser un mal padre o, incluso, de no quererlo suficiente.
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3. Distanciamiento emocional del hijo
Cuando los padres y madres no tienen recursos suficientes para manejar el cuidado de sus hijos aparece el estrés y la ansiedad. Estos sentimientos directamente relacionados con la fatiga pueden deteriorar la relación con sus hijos, puesto que no les apetece tenerlos cerca o no les contestan de buen humor a raíz de su agotamiento.
Los niños pueden ver en sus padres personas que están malhumoradas siempre, y los padres pueden ver a sus hijos como una fuente de malestar a pesar de querer lo mejor para ellos. Todo esto puede implicar un distanciamiento emocional del hijo, quien teme que su padre no le conteste bien.
Es muy importante destacar que padecer burnout parental no es sinónimo de ser mal padre ni mucho menos. Estar agotado por la crianza no tiene nada que ver con el amor o la relación de los padres con sus retoños, sino que se vincula con el trabajo por tener que educarlos, atenderlos, llevarlos al colegio, vigilar que hacen los deberes, cuidar su dieta, favorecer su aprendizaje, asegurarse de que están sanos… Son muchos pequeños problemas que, acumulados, se pueden convertir en una bola que nos haga sufrir al margen de lo mucho que queramos a nuestros hijos.
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Burnout parental y pandemia
Hasta hacía no mucho este síndrome era relativamente poco conocido, siendo manifestado entre padres con hijos con discapacidad o en núcleos familiares con alta disfuncionalidad. En las familias sin problemas tanto los padres que trabajaban fuera del hogar como los que no siempre tenían un rato de descanso de sus hijos. Los niños iban a la escuela y, después, quizás se quedaban en casa o quizás iban a jugar con sus amigos afuera. Pero hubo algo que lo cambió todo, cambiaron tantas cosas que el burnout parental pasó a ser más general: el confinamiento.
De la noche a la mañana nuestro estilo de vida cambió radicalmente. Todo adulto que no tuviera una profesión esencial debía quedarse en casa, ya fuera teletrabajando o quedándose en el limbo laboral sin saber qué iba a pasar con su empleo. Los niños y niñas también tuvieron que ir a casa, puede que con alegría los primeros momentos de la pandemia ante la anulación de las clases, pero con el paso del tiempo el agobio de no poder salir ni para dar un paseo les afectaría tanto a ellos como a sus padres.
Las medidas de confinamiento a causa de la pandemia por COVID-19 han supuesto un verdadero quebradero de cabeza para muchas familias. Los padres, quienes tenían que trabajar desde casa, también tenían que ejercer de profesores improvisados de sus hijos que, aunque recibían la lección virtualmente, las dudas sobre tal problema de matemáticas y el otro de lengua iban a parar hacia los adultos de referencia más cercanos. Todo esto sin poder descansar los unos de los otros, porque compartían espacio 24/7.
Criar desgasta, pero hacerlo en un contexto de crisis general como lo es una pandemia lo hace todavía más. El teletrabajo es un factor añadido a la crianza, que debido a la anulación de las clases presenciales durante los peores meses de la pandemia hizo que no solo se añadieran, sino que se dieran al mismo tiempo. ¿Cuántos padres tuvieron que estar pendientes de que sus hijos asistían a las clases virtuales mientras ellos tenían una reunión con sus jefes vía Skype?
Ansiedad, agobio, frustración… la fatiga al cuidado de los hijos no se hizo esperar. Los únicos ratos libres eran para ir a la compra y, si había “suerte”, estar esperando en la cola del supermercado más tiempo sin tener que aguantar a los hijos. El burnout parental se disparó sin necesidad de tener un hijo con problemas de salud, sino bastando el simple hecho de tenerlo todos los días en casa. En el caso de las familias numerosas la cosa fue todavía más estresante, puesto que no habían adultos para tantos niños.
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¿Cómo evitar el burnout parental?
Está claro que criar a un hijo nunca es fácil, sobre todo cuando se dan situaciones que incrementan el estrés como es el caso de la pandemia actual. Pero como con todo en la vida, la prevención es nuestra mejor aliada para evitar que suframos un caso de burnout parental, detectando rápido los síntomas y atajar lo antes posible el problema. En este aspecto la pareja es clave, puesto que es la persona más cercana quien puede detectar como su cónyuge está agotado debido al cuidado de los niños y puede ponerse en su lugar.
La pareja debe buscar momentos y espacios que sirvan para que uno de ellos desconecte mientras el otro se encarga del cuidado de los niños, turnándose. Así se sigue estando pendiente de los pequeños, pero a la vez uno de los adultos encuentra un momento de descanso y paz que le sirve para reponer energías tras un día estresante teniendo que lidiar con los niños y otras obligaciones.
Es fundamental hablar sobre este problema con otros padres y madres, quienes seguro que lo habrán sufrido en más de una ocasión y es posible que hayan encontrado estrategias para reducir su estrés. También puede suceder que esos mismos padres se ofrezcan a cuidar de nuestros hijos cuando nosotros tengamos otros quehaceres, haciéndonos un favor que se lo podremos devolver en el futuro ya sea cuidando de los suyos o ayudándoles en lo que precisen.
Pero también podemos reducir nuestro estrés mientras estamos con los niños. Esto puede parecer contrario a lo que estamos intentando conseguir, reducir el estrés asociado al cuidado de los pequeños, pero cabe decir que podemos desahogarnos todos a la vez mientras nos lo pasamos bien y convertimos un momento potencialmente estresante en uno placentero. Una buena forma es hacer ejercicio con los pequeños, algo que nos ayudará a liberar tensiones y, además, cansará a los niños, haciendo que después no sean tan pesados.
Si la causa de nuestro estrés es que nuestros hijos tienen problemas de conducta, además de consultar a un profesional especializado, es buena idea introducir recompensas por su buena conducta. A los niños a veces les cuesta portarse bien, sobre todo si lo ven como una obligación vacía de significado, en cambio, si lo convertimos en algo que trae una recompensa después podemos hacer que se porten mejor. Algunas tareas por las que se les puede recompensar son hacer los deberes, colaborar en casa, no molestar cuando los padres están en el ordenador...