La crisis sanitaria, económica y social originada por el coronavirus ha afectado irremediablemente, aunque no de igual manera, a la población mundial. Y ha dejado un poso bastante denso en lo que a salud mental se refiere.
Actualmente, se calcula que los diagnósticos de trastornos del estado de ánimo han aumentado en un 25% en la población infantojuvenil.
A continuación veremos cuáles han sido los factores más influyentes que la pandemia ha tenido en la salud mental de la población de España, posibles afectaciones y formas saludables y respetuosas de gestión.
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Factores de la pandemia más influyentes en la salud mental
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como pandemia la propagación a nivel mundial de una enfermedad e incide en el hecho de que no existe inmunidad previa ante el nuevo patógeno. En el caso del coronavirus, se produjo la notificación del primer contagio el 31 de diciembre de 2019 en Wuhan, tomándose las primeras medidas para su contención en España el 9 de marzo de 2020 con la suspensión de las actividades educativas presenciales en la Comunidad de Madrid. Tanto el desconocimiento de los mecanismos de transmisión, como la falta de exposición previa y la falta de recursos para su enfrentamiento propició que se tomasen medidas tan radicales e inusuales como la anterior.
Existen multitud de factores que pueden haber influido en la gestión que cada persona ha podido hacer de la situación, cada uno de nosotros es diferente. Sin embargo, los estudios llevados a cabo hasta el momento señalan que los que más han podido afectar a la población española han sido los siguientes.
1. Utilización de mensajes alarmistas
Existen palabras que, mediante el aprendizaje, hemos asociado al peligro. Es por ello que, al tenerlas presentes, nuestro cerebro activa mecanismos de respuesta a la amenaza que aumentan el nivel de estrés de forma que podamos hacer frente a la misma (aumento de la frecuencia cardíaca, redistribución de la sangre hacia las extremidades, disminución de la humedad de la piel… etc.).
Esto quiere decir que todas nuestras energías se van a repartir de forma que se puedan activar y maximizar todas aquellas habilidades que favorezcan la supervivencia de un modo físico y primitivo, mientras que otras funciones quedarán relegadas a un segundo plano. A pesar de que estos mecanismos de respuesta ante la amenaza tienen poca cabida en el mundo actual, siguen estando vigentes en nuestro organismo (seguro que eres capaz de identificar más de un momento en que se han puesto en juego a lo largo de tu vida).
Se trata de una situación de estrés sostenido en el tiempo que puede desembocar en problemas de salud mental y físicos que de forma recomendable deben ser supervisados por un profesional.
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2. Pérdida de la rutina diaria
Las rutinas diarias nos dan estructura y certidumbre. Nos permiten saber qué va a ocurrir en nuestra vida, organizarnos y anticipar lo que pueda suceder. La necesidad de confinamiento impidió la vida normal de la gran mayoría de la población española dado que, hasta el momento, el teletrabajo suponía un porcentaje poco representado dentro de las dinámicas laborales. La educación reglada, por su parte, tampoco contaba con los medios necesarios para continuar su actividad normalmente.
Esta nueva situación implicó que los menores debían permanecer en el domicilio, con la consiguiente supervisión de los adultos. Algunos de ellos trabajadores esenciales, otros trabajadores autónomos, teletrabajadores o personas que, sencillamente, debieron renunciar o perdieron súbitamente sus empleos.
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3. Manejo de información
La adecuación del contenido a los menores, la sensación de falta de información precisa, las medidas erráticas y la conocida infodemia (pandemia informativa) un fenómeno consistente en un exceso de información, no siempre contrastada o adecuada a la población que la recibe, han supuesto todo un reto durante la crisis.
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4. Utilización de la mascarilla
Aunque las respuestas ante la imposición de su utilización han sido muy diversas a lo largo del mundo, desde la sensación de seguridad y responsabilidad, hasta la sensación de opresión. En España la mayor parte de las personas encuestadas referían sentir distancia social, además de dificultades en la comunicación.
Así mismo, ha supuesto una dificultad añadida para aquellos que requieren la lectura de labios para completar la información comunicativa y un obstáculo para la adquisición del lenguaje en los más pequeños.
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5. Confinamiento y aislamiento
Si bien es cierto que se trata de los métodos más efectivos para la contención de las enfermedades infecciosas y han sido también los más utilizados históricamente, son medidas inusuales por la baja amenaza que suponen hoy en día. La diferencia entre ambos, confinamiento y aislamiento, radica en la confirmación o no del diagnóstico en la persona o personas identificadas. Mientras que el confinamiento es la medida previa a la confirmación, el aislamiento es la que se aplica una vez diagnosticada la enfermedad.
Las restricciones para poder abandonar el domicilio han propiciado una mayor cantidad de tiempo compartido con el resto de convivientes o bien un mayor aislamiento para las personas que viven solas. En ambos casos, las dificultades no han sido pocas: las personas que vivían con compañeros o familiares se han visto obligadas a compartir más tiempo, y este no siempre de calidad por las dificultades de regulación.
Se han intensificado las conductas de violencia en la intimidad (tanto intrafamiliar como en la pareja), se han desencadenado recaídas en materia de salud mental, o han visto la luz nuevos trastornos a raíz de esta situación de estrés. A ello se han sumado también las consecuencias de la falta de atención sanitaria a enfermas crónicos, quienes han visto mermada su salud mental.
6. Percepción de un futuro incierto
Se trata de un acontecimiento poco frecuente, que no hemos vivido previamente en esta generación adulta y las cercanas, por lo que no tenemos la experiencia directa sobre la recuperación o las consecuencias.
7. Aislamiento social
Se ha visto promovido por las medidas de contención y mantenido por la falta de recursos para permanecer conectados. Este aislamiento ha supuesto grandes diferencias en función de la edad o el nivel socioeconómico: ha ralentizado los procesos de socialización de los más pequeños; ha distanciado a los más mayores por la falta de conocimiento tecnológico y ha abierto una brecha socioeconómica en la que aquellos con un menor poder adquisitivo han visto condicionada su posibilidad de continuar con la educación o las relaciones sociales.
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Afectaciones comunes
Como se menciona en varios puntos del artículo (es importante no perderlo de vista), las circunstancias individuales, así como los recursos emocionales y apoyos hacen que la experiencia sea distinta para cada persona. No obstante, la evidencia científica revela los siguientes síntomas como los más habituales entre la población española.
1. Cefaleas y dolores tensionales
Los más referidos por los neurólogos en la población general; tienen que ver con la expresión física de una tensión emocional.
2. Insomnio
Íntimamente vinculado a la falta de rutina. En los adolescentes, además, se ha podido ver intensificado por una característica intrínseca de esta etapa del desarrollo: el sueño retardado.
Los adolescentes, como ocurre en todas las etapas vitales, tienen su propio ciclo del sueño. En su caso, gozan de una mayor facilidad para mantenerse despiertos por la noche y somnolencia durante la mañana.
La falta de rutina escolar ha favorecido la tendencia natural a trasnochar de los adolescentes, por lo que el despertar también se ha visto retrasado y con ello los ritmos alterados. La falta de sueño, por su parte, habitualmente ocasiona irascibilidad y favorece la inestabilidad emocional.
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3. Bruxismo
Puede ser diurno o nocturno. Consiste en apretar o rechinar los dientes, y habitualmente está relacionado con períodos de estrés.
4. Labilidad emocional
Consiste en tener un estado de ánimo irregular, inestable. Las presiones de una vida inusual o compartir espacio con otros convivientes durante más tiempo, así como la sensación de soledad pueden favorecer los cambios emocionales y la dificultad para regularse.
5. Agotamiento físico
Derivado de las alteraciones del sueño, el agotamiento emocional o la imposibilidad de llevar a cabo las rutinas de ejercicio habituales.
6. Trastornos del estado de ánimo
Supone alcanzar un paso más en el malestar. Aparecen síntomas de angustia o tristeza profunda que se mantienen durante más de quince días, alteraciones del sueño o del apetito, problemas de memoria, enlentecimiento o agitación del pensamiento.
Claves para entenderte, entenderte y avanzar respetuosamente
Sean cuales sean los síntomas que hayan podido aparecer, son la evidencia de que hay algo que no está funcionando todo lo bien que debiera. Consultar con un profesional puede aportar las herramientas necesarias para iniciar los cambios que conduzcan al bienestar.
Por otro lado, las experiencias individuales son completamente diferentes entre sí. No obstante, a continuación se detallan algunos consejos para hacer(se) un buen acompañamiento en la vuelta a la normalidad.
1. Valida tu experiencia y la de los demás
Si estás frente a otra persona, trata de colocarte en su posición. Es muy probable que sus dificultades sean diferentes a las tuyas, pero igual de válidas, dolorosas e importantes.
Si eres tú quien está sufriendo una dificultad, dale la importancia que merece, tratar de minimizarla no hará que desaparezca.
2. Pide ayuda a personas de confianza y especialistas
Los humanos somos seres sociales y, como tales, necesitamos a otras personas para vivir y desarrollarnos. Psicólogos, pedagogos, profesores, familia y amigos pueden ser grandes aliados.
3. Actualízate con fuentes fiables
En estos momentos se dispone de información bastante precisa sobre la propagación del virus y la efectividad de las medidas de protección. Disponer de información certera proporciona sensación de seguridad y control de la situación. Recuerda ajustar el contenido cuando seas tú quien la transmite.
Algunas de las que puedes consultar son: Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Sanidad, United Childen’s Fund (UNICEF) o la Revista Española de Salud Pública (RESP).
4. Aproxímate a tus objetivos de forma segura y respetuosa
Fija tu objetivo final y pasos intermedios para llegar hasta él, de esta manera será más fácil ver los pequeños logros diarios. Recuerda escoger objetivos realistas y respetar los tiempos del proceso.
5. Busca espacios, compañías y actividades motivadoras
La motivación es el impulso que nos lleva a la acción. Cuantos más estímulos agradables tengamos alrededor en situaciones difíciles, más sencillo nos será enfrentarnos a ellas.
6. Flexibiliza las medidas dentro de los límites seguros
La flexibilidad en cualquier situación es uno de los recursos más valiosos y útiles que podemos ejercitar. Nos permite dar a cada evento la importancia que merece y desplegar los medios necesarios para desenvolvernos de manera confortable y ajustada, sin sobreesforzarnos ni cargarnos.
Mantenerte informado para poder tomar decisiones apropiadas puede liberar un espacio mental y carga emocional importantes sobre esta circunstancia y dejarlos libres para disfrutar de situaciones mucho más placenteras.
7. Normaliza la necesidad de (auto)cuidado en cualquier situación y las diferencias individuales
La novedad y la intensidad con la que hemos vivido la pandemia ha propiciado que el (auto)cuidado haya estado centrado en protegernos del virus. El cuidado es mucho más.
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