En la sala de Mediación, se pregunta el mediado:
¿Qué camino debo seguir? ¿Debo pues elegir una respuesta concreta?
El mediado, en presencia de los mediadores, tiene la ineludible impresión de que el motivo que le ha conducido al encuentro mediador puede afectar radicalmente a su vida, por tanto a su ser; es algo que no puede, sino que tiene que ser elegido, y esto que el mediado se ve obligado a elegir entre sentido y sin sentido, entramado dialectico, narrativa y devenir, estancamiento y proyección vital. Es, en una palabra, biografía. Y, en este proceso de aprehensión biográfica, participan los mediadores.
Pero la práctica del mediador, es decir, el ejercicio de ese saber, no es sólo eso una práctica, sino que es “un modo de conocimiento”; como señala Von Weizsaeker(1962): “tenemos que obrar para llegar a un conocimiento más profundo”. De aquí que el saber de Mediación es siempre un saber antropológico. Un conocimiento científico de la persona, y, por lo tanto, un valor humano, y sin la medida y el cómputo humano no cabe hablar de Mediación.
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Los fundamentos de la Mediación
Si tenemos en cuenta que el saber de Mediación tiene su significado en que es un saber para “solucionar”, la vocación y deseo de ayuda se convierte entonces en el fundamento básico de la actuación mediadora. Pero la necesidad precede a la ayuda y por lo tanto, es el carácter constitutivamente menesteroso del mediado el supuesto básico de la actividad y de la vocación mediadora. La Mediación, en tanto que ciencia del mediar, debe asentar su saber en un saber antropológico, pero ella, ya lo dijimos, crea conocimiento antropológico.
El tema de la antropología se ha convertido en un saber urgente y necesario para la Mediación. Sin duda, al tener que desarrollar este tema de lo humano en Mediación vienen a mi mente ejemplos de conocimiento antropológico propios dela literatura y el cine que aunque nos dan muchas respuestas es posible que propongan más preguntas que dejan resonancias nuevas en la mente del lector o espectador.Preguntas que construyen caminos y puentes y que a través de acontecimientos personales nos ayudan a una reflexión sobre aspectos de la Mediación, sin pretender ser una teoría acabada de la misma.
En la práctica diaria de la Mediación nos encontramos con dos subdominios biográficos como sistema lógico divergente –en el sentido de Valdés-Stauber, 2001-. De una parte, la persona corriente que quería Don Miguel “el que nace, sufre y muere…el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere: el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano” (Unamuno, 1986); de otra parte, la fascinante y mitológica figura cinematográfica de Harry Lime interpretada por Orson Welles en El tercer hombre, cuya anécdota del reloj de cuco en lo alto de la noria Ferris de Viena amplia la profundidad del personaje en una encantadora interpretación que se haya hecho nunca de un villano.
Este modelo lógico trata de dar cuenta del ser humano unamuniano, de carne y hueso, real por biográfico en oposición al ser humano como “punto”, que lo convierte en un ser opaco, anónimo y sin fisionomía, tal y como Welles nos muestra plásticamente en el guión de Graham Greene y Alexander Korda. Estos personajes del género negro de Hollywood que, a veces, acuden a Mediación, son los mejores candidatos para la realización de pruebas psicométricas de Simulación tales como: SIMS (Windows y Smith, 2015); TOMM (Tombaugh, 2011); o el Manual Multidisciplinar coordinado por González, Santamaría y Capilla (2012). Casos de familia que parecen en principio sencillos y que, sin embargo, contienen una diversidad de cuestiones complicadas por la complejidad y extraordinaria mezcla de extraños romances, misterios góticos y agonía romántica en blanco y negro, desconciertan y desilusionan y sólo la luminosa belleza de su ilusión convierte en héroe al mediador.
Una perspectiva sartriana
Un dato importante relacionado con la Existencia de aquellos mediados que optan por la Simulación y que determinará su “elección original” respecto al tipo de “solución” que persiguen, es la noción de “mala fe” (Sartre, 1993) que sustituye al Inconsciente de Freud, que era en manos del creador del Psicoanálisis solo un concepto psicológico que es transformado por Sartre además en un concepto moral, con lo cual rompe con toda la tradición –de profundas consecuencias en Mediación- de separar los hechos de los valores, la enfermedad del pecado, unos temas que en manos de Sartre obligan a una nueva reflexión ya que no se trata de centrarse en este o aquel problema particular sino que necesitamos ver que el problema surge como un todo, y este es básicamente la elección personal del mediado que actúa con “mala fe” respecto al tipo de existencia que desea realizar, lo que no quiere decir que sea inmodificable ya que en un momento dado puede cambiar su posición.
La “mala fe” es de hecho una mentira –global y no apoyada en datos- que lleva a ciertos planteamientos relacionados con lo que se llamó la “herejía existencial” –en el sentido de Von Gesbsattell, 1966- en el que en vez de observar en la sala de Mediación a personas con síntomas clínicos propios del proceso mediador (p. ej.: depresión o ansiedad) acuden con crisis de identidad, miedo a la responsabilidad, y conductas suicidas que conectarían con la noción mauvaisefoi sartreana –el caso práctico: “El divorcio de Lola y Emilio” (Análisis del conflicto) del profesor Pascual Ortuño (2020) es un buen referente de conducta desconcertante en la figura de Emilio que en su rostro angustiado esconde una sorpresa-.
Podrá el mediador entender que el mediado persiga una satisfactoria “solución” aun con “mala fe”, pero yo sólo puedo decir que, al menos, esto no es tarea de la Mediación, pero siempre con el máximo respeto a su consideración como persona, a su consideración como ser espiritual.
Por eso puede ocurrir que existan personas sanas, pero con “mala voluntad” y personas sanas que no son felices. ¿Entendemos que sólo está sano quien huye del dolor aun con “mala fe”? No lo creo. La huida del dolor podrá ser una actitud sana, pero también su aceptación encontrando en él un sentido.
Mediación Antropológica
A pesar de su carácter hosco y pesimista, los planteamientos de Sartre aportan un interesante modo de estudiar la existencia humana y en un futuro se mostrarán enriquecedores en el ejercicio de la Mediación. Hoy, decíamos, el tema de la antropología se ha convertido en un saber urgente y necesario para la Mediación, y yo quisiera llamar la atención sobre la necesidad actual en todo mediador de reflexionar sobre el problema de la persona y de lo que tiene de persona, porque prefiero pensar que la persona es a la vez naturaleza y persona. Y esto quiere decir que la tarea de conocer para mediar con una persona como tal, requiere considerar a la vez lo que en la realidad humana es naturaleza y lo que en ella es persona –recientemente el Departamento de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid ha reactivado los saberes antropológicos personalistas con la tesis de Rosa Rodríguez (2022) que transciende el personalismo francés clásico y norteamericano con la incorporación de gran amplitud de autores y escuelas-.
Cabe destacar aquí, que el personalismo norteamericano ha sido una de las corrientes filosóficas de más amplia difusión en Norteamérica, hasta el punto de que, un tanto exageradamente, se ha considerado al personalismo como un producto típico del pensamiento estadounidense. La escuela de Harvard, liderada por el antropólogo Ury (2011a, 2011b), defiende –a nuestro modo de ver- un tipo de antropología personalista que entiende que la naturaleza de la persona se halla íntimamente regida desde un centro íntimo que le transciende, centro en el cual la libertad y responsabilidad tienen su origen, su sede y su término de imputación.
Dos preguntas parecen que deben ser contestadas: ¿Por qué un artículo de Mediación Antropológica? Y ¿Por qué en el seno de nuestra sociedad española?
La segunda pregunta dos razones la justifican. La primera que el saber antropológico ha sido, sin duda, uno de los saberes mejor cultivados por la psicoterapia antropológica –integrada en la “cultura” del modelo holístico-contextual de psicoterapia (ciencia humana) en debate con la “cultura” del modelo positivista-biomédico de psicoterapia (ciencia natural) (Wampold e Imel, 2021; Pérez Álvarez, 2019, 2021); y, la segunda, por el que suscribe. Las razones de este hecho son claras, me siento, intelectualmente, heredero de una generación que hizo del saber antropológico el saber central de la Psicología y de la Psiquiatría, un saber que fácilmente ha podido tener un estilo netamente español, al poder asentarse en nuestros principales filósofos contemporáneos como Unamuno, Ortega y Gasset y Zubiri, y no necesariamente filósofos, los cuales han tenido una larga lista de importantes autores en nuestro país, desde Novoa Santos, y Letamendi hasta Laín Entralgo y Rof Carballo.
En relación con todo lo anterior podemos intentar contestar a la primera pregunta: ¿Por qué un artículo de Mediación Antropológica? Porque disponemos de un inmenso caudal de conocimiento que no puede ignorarse pero que, creemos constituyen o mejor deben constituir una de las ciencias básicas y fundamentales de la Mediación. Pero este saber, es un saber, diríamos peculiar, en el sentido de que el saber de la Mediación no es un saber científico puro, ni tampoco un saber aplicado. Es un saber distinto del resto de las Ciencias. No es un puro saber. Un saber por saber, sino que tiene una intención clara: Es un saber para encontrar una “solución”.
Yo quisiera que la orientación antropológica para la Mediación actual española no quedara en un buen deseo. No se acabara con este artículo porque también es un rasgo nacional y que ha sido señalado por Ganivet (1981): “Tenemos lo principal, la persona, el tipo; nos falta sólo decirle que ponga manos en la obra”.
Dr. Juan José Regadera
Dr. Juan José Regadera
Doctor en Psicología con el titulo Oficial de Psicólogo Especialista en Psicología Clínica. Psicólogo Especialista en Psicoterapia en EuroPsy. Especialista Universitario en Psicología Clínica. Psicólogo EuroPsy Clínica y Salud y Psicoterapeuta Acreditado.
El tema que he elegido interesa a todos, porque es una preocupación básica de todos las personas y porque todos, real o potencialmente, somos clientes de la Mediación, y porque en gran manera las actitudes de los mediadores dependen de las actitudes de la Sociedad y por lo tanto de las actitudes de todos nosotros.
Proponemos la necesidad de integración de una antropología personalista en la teoría científica de la Mediación sin la cual no podrá ser plenamente Mediación de dos o más personas presentes en una sala atentas a un “diálogo amistoso”–como modelo teórico (Regadera, 2023) en el sentido de Buber (1947, 1979, 2006) y Friedman (1956)- sobre un acontecimiento que ocurre en sus vidas y del que conocen muchas cosas de su situación pero pocas de su “solución”.