La infancia es, en la mayoría de los casos, un momento de inocencia, felicidad, ternura e ingenuidad. Los niños y las niñas van descubriendo un extenso mundo a medida que se relacionan con sus congéneres y van creciendo, asimilando nuevos conocimientos.
Lamentablemente, los adultos, a veces, ven a estos niños como mayores de lo que realmente son y lejos de tratarlos con ese mismo respecto lo que sucede es que los juzgan de forma mucho más dura.
Este fenómeno, que se llama sesgo de adultificación, se ha visto especialmente común en las escuelas de los Estados Unidos, especialmente a la hora de tratar a las niñas negras que pareciera que su tono de piel hace que se conviertan en mujercitas a ojos de sus profesores, agentes de la ley e, incluso, sus propios padres.
Este asunto es verdaderamente controverso y complejo y, a continuación, vamos a verlo con la mzayor profundidad posible.
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¿Qué es el sesgo de adultificación?
Los niños son niños. La infancia es el momento más bonito e inocente de la mayoría de las personas. Es una época en la que nos dedicamos a jugar con nuestros amigos, a descubrir nuevas experiencias y aprendemos mucho en la escuela. Sin embargo, no todos los niños son tratados de la misma manera y, de forma sutil pero dejando una huella muy profunda en sus vidas, se les atribuye un mayor grado de responsabilidad de sus actos y, consecuentemente, una mayor gravedad en sus errores: esto es la adultificación.
El sesgo de adultificación, en su sentido más estricto, haría referencia a cómo los adultos ven a según qué niños bajo una perspectiva más adulta, aún siendo conscientes de su edad. Estos niños son juzgados como si fueran plenamente responsables de lo que hacen y conductas vistas como inocentes en otros niños en esos en concreto son vistas como verdaderos actos de agresión.
Así, de primeras, puede que el sesgo de adultificación sea un tanto difícil de entender. ¿Qué motivo llevaría a un adulto tratar de forma más adulta a un niño de tan sólo 6 años? Realmente este sesgo podría darse en cualquier contexto, pero es especialmente común cuando hablamos de niñas negras norteamericanas. Pese a los grandes avances que los afroamericanos y las mujeres han conseguido en los últimos 100 años todavía son tratados injustamente en muchos contextos, y si combinamos el ser negro con ser mujer, lejos de sumar las injusticias las multiplican, y las niñas no están exentas de ello.
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Niñas negras, mujercitas
No es ningún secreto que en los Estados Unidos, pese a la lucha por los derechos civiles, los afroamericanos siguen viviendo más riesgos que la media de personas blancas. Si bien ya hace mucho tiempo que quedó atrás la segregación racial, movimientos como el Black Lives Matter nos recuerdan que ser negro implica recibir un peor trato, incluso siendo solamente un niño. No son pocos los casos de niños afroamericanos que han sido abatidos por la policía quienes los vieron como una amenaza, pese a que nunca lo hubieran hecho con un niño blanco de esa misma edad.
Esto mismo sucede con el caso de las mujeres. Al margen de la raza, las niñas son vistas de forma negativa con respecto a los chicos cuando se comportan exactamente igual que ellos. Que un niño se imponga ante los demás chavales es visto como un rasgo de liderazgo, de saber dirigir a un grupo, mientras que si lo hace una niña ésta será vista como una mandona. Otro ejemplo de estos es el de que los niños hablan con un tono más fuerte, pero las niñas gritan. Al crecer, los hombres que dirijan el cotarro serán vistos como triunfadores, mientras que las mujeres como usurpadoras, dominatrices y machorras.
Este tipo de discriminación ya se puede percibir en la más tierna infancia y si encima se reúnen ambas características, esto es ser negra y mujer, el asunto es más exagerado todavía. Incluso con menos de 6 años las niñas negras en los Estados Unidos son tratadas de forma muy adulta, como si fueran mujercitas. No es que se les hable como si fueran adultas, sino que son juzgadas como si lo fueran. Si la niña hace una travesura, propia de una niña de su edad, el simple hecho de ser negra hará que ésta sea vista más como una grave agresión intencionada antes que un acto inocente.
Otro caso es el hecho de que se relativice el daño hecho a estas niñas negras. Al ser vistas como más adultas se les atribuye un mayor grado de madurez y responsabilidad, con lo cual hace que se las vea como personas más preparadas para hacer frente a las agresiones que puedan hacerles el resto de sus compañeros de su misma edad. Es decir, pese a que estamos hablando de niñas muy jóvenes, menores a los 12 años, muchos profesores, inconscientemente, asumen que van a tratar sus problemas bajo la misma óptica adulta con la que ellos mismos ven a estas niñas.
Un ejemplo lo tenemos en lo que expone el testimonio de una joven afroamericana a la que vamos a referirnos como A., quien cuando iba a la escuela en los años 90’ tenía una muy buena amiga blanca llamada K. A su vez, K. tenía otra amiga, C., quien no sentía simpatías por A. Un día, C. sintió celos de que K. quisiera jugar con A., con lo cual fue a A. y le arañó los brazos. A. le preguntó porqué hizo esto y C. contestó, literalmente, “No puedo jugar contigo porque eres negra, quiero quitarte la suciedad”.
Esto es evidentemente un caso de racismo. Una niña blanca ha agredido a una niña negra diciéndole explícitamente que tiene un problema con su raza. ¿Qué es lo que hicieron los profesores? ¿Cogieron a las tres niñas hablaron con ellas sobre lo ocurrido? Pues bien, no fue así. El profesor, aun viendo la escena, le dijo a la propia A. que dejara de llorar, que continuara con su día y dieron inicio a la clase. El docente asumió que la A., por muy niña que fuera asumiría que tarde o temprano la niña entendería que en este mundo hay racismo, lejos de hacerle frente aprovechando su estatus de autoridad.
Queda claro que con este episodio en los Estados Unidos, tanto profesores, agentes de la ley e, incluso, los propios padres de las niñas asumen que las niñas negras son más adultas y menos inocentes que las niñas blancas. Las ven también menos necesitadas de protección, en el sentido de que si tienen algún problema con el resto de sus compañeras ellas mismas se las van a ingeniar para solucionarlo y, si no es así, es que ellas son el problema.
Pese a la concienciación sobre los derechos de los afroamericanos y de las mujeres la sociedad todavía no ha adquirido el nivel de análisis crítico suficiente para comprender cómo sus prejuicios y sesgos influyen en su forma de ver la realidad. Incluso los profesores, que deberían ser el grupo más promotor del cambio antirracista y feminista es víctima de este mismo, haciendo que algo tan sutil como es juzgar a una niña de escandalosa cuando apenas ha alzado la voz sea otra forma de perpetuar las injusticias.
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Mayor adultez, mayor dureza en los castigos
El sesgo de adultificación ha sido investigado científicamente y expuesto extensamente por el Centro Jurídico de Pobreza y Desigualdad de la Universidad de Georgetown, que mostraron como mujeres afroamericanas de edades comprendidas entre los 12 y los 60 años habían sido categorizadas en algún momento de sus vidas como ruidosas, escandalosas, alborotadoras y altamente disruptivas, incluso en su más tierna infancia.
El ser vistas de forma adulta tiene como consecuencia ser castigadas con más frecuencia que sus compañeras blancas. Hay un 20% de población afroamericana en Estados Unidos , sin embargo, mirando las estadísticas sobre niñas castigadas o expulsadas de la escuela, el 54% de ellas son niñas negras.
Uno pudiera pensar que realmente se comportan peor porque los negros tienen un estatus socioeconómico peor en comparación con los blancos. Sin embargo, teniendo en cuenta sus ingresos económicos y la gran cantidad de incidentes racistas (p. ej., George Floyd) detrás de estos porcentajes estaría el sesgo de adultificación.
Como hemos comentado con el caso de A., el sesgo de adultificación hace que los adultos ni se planteen en que esas niñas negras no dejan de ser eso, niñas, y que como cualquier otra necesitan ayuda emocional cuando les ocurre algo malo. Al atribuirles una mayor adultez y, por lo tanto, mayor responsabilidad en sus actos, si son ellas las que han hecho algo malo, aunque sea sin querer, les atribuyen automáticamente una clara intencionalidad. Más que una travesura lo ven como un problema de conducta o bien porque son malas.
Un ejemplo de ello lo tenemos con el testimonio de una niña negra que, al cambiarse de escuela, vio que la nueva institución no quería aceptarla. El motivo de ello era que en su expediente ponía que un día, mientras estaba jugando en el recreo, una de las pelotas con las que jugaba fue a parar a la cara de otra niña y le hirió accidentalmente. Lejos de preguntarle los profesores qué había pasado o de llevarla al despacho del director para aclarar el asunto el docente encargado del turno de patio lo apuntó en su expediente como una clara agresión, haciendo que tuviera la mácula de niña altamente problemática.
Resumen
Pese a los grandes avances que se han conseguido en materia de igualdad de género y diversidad racial, a día de hoy no son pocas las microagresiones, prejuicios y sesgos que influyen en nuestra forma de percibir el comportamiento de personas de raza negra y mujeres. Estos se manifiestan de forma muy fuerte especialmente cuando hablamos de niñas negras, al menos en el contexto norteamericano, quienes debido a una posición de indefensión al no ser adultas pero vistas como tales son más duramente juzgadas que sus compañeras blancas.
El sesgo de adultificación, en tanto que implica atribuir características adultas a niños, especialmente en este caso a niñas negras americanas, hace que lo que es visto como un simple comportamiento inocente en otros niños y niñas, una ingenua travesura infantil, en estas niñas sea visto como una auténtica declaración de intenciones: el mala, es una niña que quiere dar problemas, y sabe lo que hace con lo que se la debe castigar muy fuertemente.
Aunque se ha logrado mucho todavía no es suficiente. Hasta que las personas no aprendamos a identificar y reducir este tipo de sesgos asociados a raza y género no alcanzaremos la igualdad plena. Las escuelas deben convertirse en el lugar en el que se amortigüen y desvanezcan estas injusticias y es tarea de los adultos, en tanto que sí son verdaderamente responsables de sus actos, no las niñas de 6 años, quienes deben ayudar a conseguirlo. Comportémonos como adultos y veamos a los niños y niñas como lo que son, niños y niñas.
Referencias bibliográficas:
- Burton, L. (2007). Childhood adultification in economically disadvantaged families: A conceptual model. Family Relations: An Interdisciplinary Journal of Applied Family Studies, 56(4), 329–345. https://doi.org/10.1111/j.1741-3729.2007.00463.x
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