Se suele decir que el arte debería ser libre, una expresión genuina de la mente humana. Sin embargo, a todas luces no es así. Durante toda la historia de la humanidad el arte ha estado supeditado a la censura, ya fuera por “traspasar” los límites de la moral, de la religión, de la política o, simplemente, del “buen gusto”.
Hasta finales del siglo XVIII, el artista no era libre. Debía crear sus obras en función de unas directrices; de hecho, más que un artista, era un artesano, que producía obras por encargo, como el zapatero fabricaba zapatos o el cestero cestas. Con el advenimiento de la valoración del arte como actividad “noble”, y, especialmente, con el Romanticismo y su furor por la libertad del individuo, el artista se convirtió en alguien que creaba a su antojo. Sin embargo, aún así, su obra seguía supeditada a la opinión pública y a la censura de gobierno, religión y sociedad.
En el artículo de hoy repasamos 6 ejemplos de censura en el arte. Como veremos, no todos están tan alejados de nuestra época, lo que nos hace preguntarnos si, en realidad, hemos cambiado tanto.
6 ejemplos de censura en el arte
El desnudo (principalmente, el femenino) ha sido el blanco por excelencia durante toda la historia del arte. En la antigua Grecia era muy raro encontrar esculturas femeninas desnudas; más adelante, con el nacimiento de las academias (ya en el siglo XVIII), sólo se permitían desnudos con ciertas “excusas”: personajes mitológicos, alegorías, estudios anatómicos, etc.
En ningún caso de índole sexual, por supuesto. Pero no sólo el sexo y el cuerpo desnudo han sido objeto de censura en el arte. También encontramos casos de censura por “atentar” contra la religión, el “buen gusto” o, por supuesto, contra preceptos políticos. A continuación, encontrarás un listado de 6 obras de arte que fueron censuradas por uno de estos motivos y una breve explicación de cómo se desarrolló la polémica.
1. Los paños del Juicio Final
Se trata de un ejemplo clásico de censura del cuerpo humano desnudo. Recordemos que estas figuras habían sido pintadas por Michelangelo Buonarroti (1475-1564) por orden del papa Paulo III, más de dos décadas después que la célebre bóveda de la Sixtina. Cuenta Giorgio Vasari en sus Vidas que Biagio da Cesena, el maestro de ceremonias del Vaticano, no paró de protestar ante el papa por la “inmoralidad” de los desnudos, a su juicio, impropios para una capilla.
Las protestas sólo dieron su fruto más de diez años después de finalizada la obra, y cuando Miguel Ángel ya había fallecido. En diciembre de 1563, apenas dos meses antes de la muerte del artista, se celebra la sesión XXV del Concilio de Trento, donde se determina el decorum para plasmar personajes religiosos y, en general, se establecen las bases de cómo debe ser la representación artística.
En consecuencia, Paulo IV, el sucesor en el trono de Pedro, encargó a Daniele da Volterra (1509-1566), por cierto, discípulo de Miguel Ángel, que cubriera los genitales de las figuras con unos paños, para adaptarse al decorum determinado por Trento. Y ahí se pueden ver todavía aquellos “virtuosos” trozos de tela, que a Volterra le valieron el apodo de Il Braghettone.
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2. La Virgen “ahogada” en el Tíber
En 1601 le es encargada una obra a Caravaggio que debe mostrar la Dormición de la Virgen, con destino a la iglesia de Santa María della Scala de Roma. La fecha es clara: estamos en una época donde los preceptos de Trento comentados anteriormente ya se están plasmando en las obras de arte. Ello quiere decir que la composición de Caravaggio debe seguir una serie de pautas y no puede, bajo ningún concepto, ir más allá de lo establecido por la Iglesia.
A primera vista, nada hay en el cuadro que parezca salirse del decorum eclesiástico. Vemos a la Virgen tendida en el centro de la imagen, con los apóstoles y María Magdalena a su alrededor. La Magdalena se cubre el rostro, en un gesto de dolor profundo. La escena desprende, pues, una atmosfera triste, un tanto lúgubre, que armoniza con el tema representado. Sin embargo, el cliente no aceptó la obra, por considerarla excesiva en “lascivia”. Lo que más escandalizó a los carmelitas fue que la Virgen apareciera como “abandonada” sobre una tabla, con aspecto de cadáver y toda hinchada. Y es que, al parecer, Caravaggio había utilizado como “modelo” a una prostituta ahogada en el Tíber…
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3. La Inquisición investiga a Don Francisco de Goya
En 1799 aparece en la Gaceta de Madrid un anuncio en el que se informa a los madrileños que ya es posible adquirir la serie de los Caprichos de Goya en un establecimiento situado precisamente debajo de su domicilio. Los ochenta grabados, titulados concretamente Colección de estampas de asuntos caprichosos, inventados y grabados al aguafuerte de D. Francisco de Goya, versan sobre los “vicios humanos”, tal y como reza en la introducción.
Es importante detenerse en la palabra “inventados” que Goya incluyó en el título de su obra. Porque con ello, el artista pretendía dejar claro que de ninguna manera hacía referencia a casos concretos y particulares. A pesar de ello, parece ser que le pudo el miedo a posibles represalias, puesto que, pocos días después de disponer sus Caprichos para la venta, los retiró del mercado.
Y es que, entre los blancos de la crítica de Goya se encontraba la mismísima Inquisición. Crítica velada, pero bastante evidente. En 1804, cinco años después de la ejecución de los grabados, alguien denunció al artista, que fue investigado por el Santo Oficio de Toledo. Por suerte, el caso no llegó a más, al parecer por intermediación del propio rey Carlos IV o de su ministro, Manuel Godoy.
4. El escándalo de las ninfas desnudas
Lola Mora (1866-1936) es una de las escultoras más conocidas de Argentina. En 1900, la artista se hallaba en Roma, en un viaje de estudios que le permitió conocer de cerca a los grandes maestros italianos. Fue entonces cuando le es encargado un colosal monumento, destinado a la Plaza de Mayo, para el que Mora ejecutó los bocetos en la misma Italia. La idea de la escultora era una enorme fuente, donde las protagonistas fueran hermosas ninfas desnudas que salían del agua.
La misma Mora dirigió las obras de montaje. Este fue el primer paso de la polémica, puesto que la artista se vistió con pantalones para poder realizar su trabajo con mayor comodidad (para escándalo de los transeúntes). Pero la problemática no iba a terminar aquí. Los sectores más reaccionarios de la ciudad protestaron por la “inmoralidad” de los desnudos, por lo que se decidió que la ubicación de la fuente iba a ser otra, mucho más “discreta”.
Primero se pensó en el barrio de Mataderos, muy despoblado en aquellos años, pero finalmente la obra se instaló en el Parque Colón, donde fue inaugurada en mayo de 1903. Por cierto, de todos los asistentes a la inauguración, Lola Mora fue la única mujer.
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5. Un Guillermo Tell muy “ofensivo”
A principios de la década de 1930, la relación de Dalí y el grupo de los surrealistas pasaba por horas (muy) bajas. En aquellas fechas, el líder del grupo, André Breton había politizado radicalmente el movimiento y lo había vinculado al comunismo, un hecho con el que Dalí no se sentía cómodo. El resultado fue la escisión definitiva entre el genio de Figueres y los surrealistas franceses.
Quizá por venganza, quizá por burla (teniendo en cuenta el carácter de Dalí, parece más plausible lo segundo), en 1933 el artista catalán pinta L’Enigme de Guillaume Tell (El enigma de Guillermo Tell), un personaje que interesaba muchísimo a Dalí por sus supuestas connotaciones psicoanalíticas. Sorprendentemente, quien aparece en el lienzo es el mismísimo Lenin, que, además, muestra sus nalgas, surrealísticamente alargadas, al espectador.
El cuadro era una auténtica ofensa para Breton y compañía, pues, recordemos, eran acérrimos seguidores del comunismo. Cuando la tela se expuso en el Grand Palais de París, el líder surrealista acudió para destrozar la obra. Milagrosamente (o quizá fuera un acto ex profeso de Dalí, para evitar precisamente eso), El enigma de Guillermo Tell se encontraba demasiado alto y Breton no pudo alcanzarla con su bastón.
Pero la suerte de Dalí en el grupo surrealista ya estaba echada. Breton formó con sus colegas una especie de “tribunal revolucionario” y expulsó al pintor del grupo, por “actividades contrarrevolucionarias”.
6. La censura… cien años después
La obra de Egon Schiele (1890-1918) ya despertó polémica en su momento (estuvo tres semanas encarcelado), por su exposición cruda del cuerpo desnudo y por su alta carga erótica. Lo más sorprendente es que, cien años después, el artista austríaco sigue suscitando escándalo.
En 2018, el ayuntamiento de Viena estaba preparando una exposición de la obra de Schiele y, para ello, no dudó en publicitarla a través de carteles. Estos carteles reproducían obras del artista y se diseminaron por vallas publicitarias y en el transporte público.
La idea era que la exposición alcanzara diversas ciudades europeas. La sorpresa fue mayúscula cuando el Reino Unido y Alemania se negaron a sumarse a la campaña publicitaria por considerar “pornográfica” la obra de Schiele y altamente inapropiada para situarla en lugares públicos. La respuesta del Ayuntamiento de Viena fue una ingeniosa vuelta de tuerca a la campaña: situaron bandas blancas justo donde se encontraban los genitales de las figuras y escribieron en ellas “Sorry, 100 years old but still too daring today” (Lo siento, tienen 100 años, pero siguen siendo demasiado atrevidos para hoy). Lo más curioso del caso es que tanto Reino Unido como Alemania aceptaron los carteles con la banda “explicativa”.