Las personas tímidas y las autistas comparten algún grado de dificultad para interactuar con los demás en situaciones de comunicación social, pero existen enormes diferencias entre las unas y las otras.
En primer lugar, la timidez es un rasgo de la personalidad que en términos más precisos se describiría como una baja extraversión, la cual puede tener como resultado adicionalmente una menor incidencia de emociones positivas.
El autismo es un trastorno del neurodesarrollo cuya expresión clínica se ubica en algún punto dentro de un espectro de gravedad. Recoge una sucesión de síntomas característicos y en ocasiones cursa con discapacidad intelectual.
En este artículo detallaremos las diferencias entre el autismo y la timidez. Con este objetivo describiremos las características de ambos y subrayaremos todo aquello que los diferencie, puesto que son fenómenos independientes.
Diferencias entre el autismo y la timidez
La primera diferencia, que resulta fundamental para la comprensión de este asunto, es que el autismo constituye un trastorno persistente del neurodesarrollo con correlatos anatómicos en el sistema nervioso central, mientras que la timidez es un rasgo de la personalidad que no erosiona con el mismo grado de intensidad la autonomía personal y/o social.
Procedemos a detallar las características fundamentales del autismo.
¿Qué es el trastorno del espectro autista?
El autismo fue descrito por Leo Kanner a mediados del siglo pasado; entendiéndolo como una alteración profunda en los procesos de interacción social, un deseo inflexible de preservar la propia identidad, una anormal vinculación con objetos y una expresión verbal caracterizada por el mutismo. Pese a que muchos de estos atributos se mantienen en las definiciones actuales del problema, otros han sido matizados a la luz de la evidencia científica.
Es importante mencionar que el autismo presenta distintos niveles de severidad, pues se trata de un espectro y no de un cuadro monolítico. En esta línea, pueden distinguirse el grado 1 (dificultad comunicativa de entidad moderada y conductas restrictivas en un único contexto), el 2 (déficit para iniciar del contacto de tipo social e inflexibilidad conductual) y el 3 (mínima interacción con los demás y extrema rigidez de la conducta, con grave perturbación en el proceso de cambio del foco atencional).
Todos los síntomas deben iniciarse en los primeros meses de la vida, aunque a menudo se evidencian con mayor claridad cuando el niño empieza a participar en situaciones que suponen una especial demanda social y cognitiva, como las académicas. Este inicio temprano, sin que se aprecie ningún retroceso respecto a la adquisición previa de hitos madurativos, permite diferenciarlo del trastorno desintegrativo infantil (que irrumpe a los dos años y erosiona un desarrollo normal hasta ese momento).
1. Problemas en la comunicación
Las personas con autismo pueden expresar dificultades para mantener vínculos que estén basados en la reciprocidad emocional, como la amistad. Pueden acercarse a los demás a través de estrategias de aproximación que son percibidas como extrañas o anormales, pues no se asemejan a los mecanismos habituales a través de los cuales se inicia el proceso de comunicación. Esto puede contribuir a que el hecho social no se resuelva adecuadamente o de forma satisfactoria.
También tiende a apreciarse una suerte de descoordinación entre la conducta verbal y la no verbal. Por ejemplo, el contacto visual suele empobrecerse, pese a ser un elemento importante para la transmisión de información emocional. La comprensión básica de gestos y rostros, particularmente cuando expresan un estado afectivo, también puede verse alterada de un modo sustancial. Esta dificultad priva a la persona de claves contextuales esenciales para comprender la intención ajena.
Se aprecia también una importante tendencia a la literalidad en la comprensión del discurso hablado, por lo que los refranes o las frases hechas no llegan a ser apresadas en sentido metafórico, sino en el puramente textual. Es por este motivo que se busca la concreción en el proceso comunicativo, con una preferencia por el uso de fórmulas verbales que minimicen la abstracción del mensaje que se pretende transmitir.
En los casos más severos puede apreciarse una conducta social en la que desaparece el juego simbólico, que es aquel que se aleja de la experiencia objetiva, comprometiéndose la posibilidad de participar en espacios lúdicos con los iguales. La conducta no se ajustaría a las exigencias propias del marco en el que se encuadra la comunicación, y se evidenciaría dificultad para satisfacer las expectativas que proyecta la sociedad en los distintos contextos de los que participa la persona.
2. Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento
Las personas con autismo pueden mostrar conductas repetitivas o reiterativas, así como intereses restringidos que llegan a limitar su adaptación al entorno. Lo más común es que refieran una atención restrictiva hacia aquello que les resulta interesante, absorbiendo sus recursos y desplazando el resto de las cosas a un segundo orden de relevancia. Así, puede forjarse un estrecho vínculo con objetos, sobre los que se establece una relación rígida de uso y aprovechamiento.
También pueden surgir ecosíntomas, que implican la repetición de actos (ecopraxias) o palabras (ecolalia) que se perciben en los demás. En otros casos se recurre al uso de un lenguaje idiosincrásico y desprovisto de toda norma de consenso gramatical, plagado de neologismos o de estructuras sintácticas que solo conocen plenamente quienes conviven a diario con la persona. Las estereotipias, entre las que destaca el balanceo, son comunes y suponen una forma de autoestimulación.
Por último, pueden sentirse atraídos o repelidos por el color, la forma o la textura de ciertos objetos; así como por sus patrones de movimiento o disposición en el espacio. En ocasiones responden ante estos estímulos mostrando un vehemente rechazo, o se ven atrapados por sus propiedades hasta el punto de permanecer ensimismados largamente en su contemplación, reduciéndose el grado de reacción ante otras situaciones externas (como los intentos por reclamar nuevamente su atención).
La necesidad de estructura puede trasladarse a las coordenadas espaciales y temporales del entorno, buscándose una previsibilidad que trata de imponer una lógica concreta a la incierta cotidianidad. Ello implica directamente una tendencia a forzar hábitos estrictos para el desarrollo de actividades del día a día, lo que se traduce de forma paralela en un profundo malestar cuando tiene lugar algún cambio inesperado. Por este mismo motivo, las transiciones (como mudanzas o cambios de colegio) se viven de un modo angustiante.
3. Alteraciones cognitivas
Las personas con autismo pueden presentar algún grado de deterioro cognitivo, de forma especial en las funciones ejecutivas. Se trata de un dominio de orden superior, relacionado con la organización y la regulación básicas de la conducta y/o el pensamiento.
Depende en gran medida de la corteza prefrontal; la cual coordina estructuras cerebrales tales como la corteza premotora, los ganglios basales, el tálamo, el hipotálamo, el hipocampo, la amígdala o el cerebelo.
Seguidamente se referencian algunas de las funciones cognitivas que más frecuentemente se han estudiado en el caso del autismo, a través de investigaciones en las que se exploraba el perfil concreto de afectación neuropsicológica. Todas estas alteraciones pueden concurrir incluso en los casos en los que la inteligencia está preservada, y son un elemento esencial para diferenciar a quienes presentan rasgos autistas de quienes tienen una personalidad caracterizada por la timidez.
3.1. Atención
La atención es la capacidad para mantener el foco de conciencia sobre un elemento del entorno, así como para filtrar la información relevante o inhibir aquella que no lo es. En el caso del trastorno del espectro autista, se han observado alteraciones en los procesos de vigilancia (mantener la atención durante un periodo prolongado de tiempo), así como en la selección de los estímulos relevantes y el descarte de los accesorios.
3.2. Solución de problemas
Se ha observado con cierta frecuencia la afectación de los procesos de planificación y secuenciación, que constituyen herramientas básicas para la solución de problemas. Estas dificultades se asocian a la proyección hacia la inmediatez, así como a la sensación de desbordamiento emocional que emerge ante las situaciones indefinidas o ambiguas. Este déficit compromete la autonomía y la toma de decisiones.
3.3. Flexibilidad mental
La flexibilidad mental es la capacidad para adaptarse a las exigencias de distintas tareas que se suceden de un modo casi inmediato, y que implican la necesidad de usar estrategias diferentes rápida y eficientemente. En el caso del autismo, se aprecia rigidez en el proceso cognitivo requerido para mantener la actividad ante entornos cambiantes, o en los que no se pueden prever las demandas de la situación.
3.4. Control inhibitorio
El control inhibitorio es la capacidad para obviar el impulso por emitir una respuesta ante una situación del entorno que la precipita, o para detener una conducta que ya se ha puesto en marcha dentro de una cadena de causas y efectos. Supone la función esencial para la regulación del estado emocional, la tolerancia a la frustración y el análisis sopesado de las situaciones de conflicto.
3.5. Habilidades mentalistas
Estas habilidades suponen la capacidad para ser conscientes de los procesos mentales que son propios de la persona, y que son distintos de los de los demás. Cuando se encuentran íntegras es posible monitorizar el flujo de la experiencia interna, y diferenciarla de la del resto de individuos. Supone el reconocimiento de la unicidad de las personas con las que se interactúa, incluyendo sus motivaciones y el nivel de conocimientos que tienen sobre el asunto que se aborda en una conversación.
Qué es la timidez
La timidez es una preferencia por situaciones que no implican una interacción social, junto a la experiencia de incomodidad en contextos en los que esta ha de llevarse a cabo.
Debe diferenciarse de la ansiedad o la fobia social (hiperactivación y anticipación aprensiva de situaciones actuales o futuras tras las que subyace algún juicio), el trastorno esquizoide (desinterés por relacionarse con los demás) y el evitativo (temor a la crítica y evitación de contactos interpersonales).
En comparación con el autismo, las personas tímidas presentan alguna dificultad al tratar con los demás, pero son conscientes de las normas que rigen este tipo de situaciones y pueden adoptarlas sin problema en los casos en los que logran pertrecharse de la confianza suficiente. Tampoco presentan ningún tipo de interés restrictivo o rigidez conductual, ni una alteración específica de la cognición o de la capacidad intelectual.
Se trata de situaciones que comparten una aparente alteración en el modo en el que se produce el acto comunicativo, pero que discrepan profundamente en el cómo y el porqué. La timidez no reviste grado alguno de patología y no debería jamás ser contemplada como sugerente de ella por sí misma, sino del extenso abanico en el que puede manifestarse la personalidad de un ser humano.
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Referencias bibliográficas:
- Castillo, M.A., Urdaneta, K.E., Semprún-Hernández, N., Brígida, A.L., Antonucci, N., Schultz, S. y Siniscalco, D. (2019). Speech-Stimulating Substances in Autism Spectrum Disorders. Behavioral Sciences, 9(60), 1-13.
- Hall, D. (1991). Shy, withdrawn or autistic? British Medical Journal, 302, 125-136.
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